Andar la ciudad. Los patios de la estación y el Parque Melchor Ocampo

En opinión de Aura Hernández

Andar la ciudad. Los patios de la estación y el Parque Melchor Ocampo

“A diferencia de Roma, Nueva York nunca ha aprendido el arte de envejecer, al conjugar todos los pasados. Su presente se inventa, hora tras hora, en el acto de desechar lo adquirido y desafiar el porvenir(...) ”

Michel de Certeau, Andares de la Ciudad en, La Invención de lo cotidiano.

 

Manuel Alarcón, el único gobernador del periodo porfirista de origen morelense, fue con mucho uno de los artífices de la infraestructura urbana de lo que hoy es el centro de la Ciudad de Cuernavaca, pues muchas de las características urbanas y arquitectónicas de su época, hoy en día prevalecen.

De origen social muy humilde, excombatiente de la guerra de Reforma y jefe de la policía rural durante la mitad del porfiriato en Morelos, Alarcón fue un factor fundamental para delimitar lo que serían las definiciones urbanísticas de Cuernavaca.

Llegado al poder después de la muerte intempestiva de Jesús H. Preciado y el deceso previo del cacique militar Carlos Pacheco, a quien Díaz había entregado el estado, Alarcón se impuso, no sin artimañas, como el sucesor inequívoco y desde ahí comenzó  dirigir, en palabras de Womack, un gobierno “severo pero benévolo”.

Recién llegado al poder Alarcón no sólo remodeló las oficinas gubernamentales e invirtió una fortuna en la adquisición de mobiliario nuevo, sino que mandó remozar los jardines aledaños, ordenó la construcción del Jardín Juárez y del mercado de Colón.

Y como colofón, en el centro de la plaza mandó colocar una estatua del general Carlos Pacheco quien había gobernado 14 años el estado con la leyenda,  “héroe de la batalla del 2 de abril en Puebla”. En calidad de chatarra, la estatua estuvo décadas abandonada hasta que fue rescatada por el gobierno del panista Sergio Estrada Cajigal, quien ordenó colocarla en su sitio original. Nostalgia neoliberal, convicción porfirista, no lo sé.

En diciembre del año, 1900 para celebrar una visita de Porfirio Díaz con motivo de la inauguración del ferrocarril México Cuernavaca, Alarcón mandó construir el puente que aún lleva el nombre del dictador, construyó la calzada Leandro Valle, la Avenida H. Preciado, la avenida Mariano Matamoros, la calzada Chapultepec y remozó el Palacio de Cortés que entonces fungía como sede del gobierno.

Para agasajar a Díaz, posterior a la inauguración del ferrocarril Manuel Alarcón organizó gran banquete en el Parque Melchor Ocampo, muy cercano a la estación al que acudió lo más rancio de la aristocracia porfirista del estado. Teniendo como marco la espléndida vegetación y la una recién estrenada infraestructura del parque, departieron ahí funcionarios gubernamentales, hacendados, empresarios textileros y demás miembros de la élite porfirista. La anécdota muestra que la estación del ferrocarril y el Parque Melchor Ocampo pertenecen al mismo núcleo urbano.

Espero que todo lo anterior no se interprete como una apología del porfiriato al que considero uno de los regímenes más injustos y autoritarios que ha padecido nuestro país, sino por el contrario, espero sirva para indignarnos y alegrarnos por cosas que pasan en la ciudad en el presente.

Como lo es el loable anuncio del ayuntamiento capitalino de emprender el rescate de lo que desde décadas atrás conocemos como Patios de la Estación, así como el deleznable anuncio de la afectación al Parque Melchor Ocampo, para promover un proyecto de reubicación de vendedores ambulantes del centro de la Ciudad hacia ese espacio que puede y debe ser dignificado.

Es verdaderamente plausible, la iniciativa del alcalde de Cuernavaca para dignificar a una comunidad que ha sido estigmatizada históricamente y que también, hay que decirlo,  ha sido utilizada por partidos políticos, sindicatos y agrupaciones mafiosas para mostrar músculo, para esquirolear  o para actos porriles.

Pero también hay que llamar la atención de las autoridades de la capital del estado sobre la pretensión de convertir en lugar para el comercio,  un espacio que podría constituirse en pulmón de esa zona de la ciudad y espacio de recreo para muchas personas que no tienen opciones de esparcimiento.

Las afectaciones a la infraestructura física, al equilibrio ambiental, a la seguridad, a las vialidades de la zona, no compensan solucionar medianamente un problema con implicaciones tan profundas y complejas como lo es caos del ambulantaje, porque la solución no es simple.

La complejidad del problema del ambulantaje en el centro no se resolverá con una medida que a la postre será temporal, y es posible, que toda la problemática que para los gobiernos representan Los patios de la Estación tampoco tenga una respuesta inmediata y eso también nos lo ha enseñado la historia, pero dar certeza jurídica los miembros de esa comunidad es un primer paso muy importante… ojalá se siga caminando.

Por ello, combatir la depredación del Parque Melchor Ocampo es un imperativo ciudadano, como lo es también el apoyar la dignificación de las familias que habitan en los patios de la Estación, sobre todo si vemos a ambos lugares como parte de un mismo núcleo, como los concibió el penúltimo de los gobernadores del porfirismo.

Rescatar los patios de la estación, si! pero también el Parque Melchor Ocampo.