A propósito de la consulta popular y el valor de lo simbólico.
En opinión de Aura Hernández
La verdadera eficacia, la fuerza más auténtica del Tribunal Russell no reside en el efecto inmediato y circunstancial de sus reuniones, sino en la labor de información universal que podamos llevar a cabo sobre la base de lo que escuchamos y concluimos en la reunión de Roma. La publicación de las actas, (…) permitirá que una gran cantidad de lectores no siempre bien informados se entere de lo que es la tortura en el Brasil o el baño de sangre en Chile,(…)cargos irrefutables que ningún servicio diplomático de propaganda de los países condenados podrá desmentir sin agregar el ridículo al crimen”
Julio Cortázar
En 1966, por iniciativa del filósofo británico Bertrand Russell se conformó lo que se conoció después como el “Tribunal “Russell” en sus diversas facetas. En 1967 este tribunal sesionó por primera vez en Estocolmo y en Copenhague con el objetivo de investigar y enjuiciar la intervención norteamericana en Vietnam.
Mas de 30 mil personas, entre americanos, vietnamitas y víctimas de la región presentaron sus testimonios ante los integrantes de este órgano internacional de enjuiciamiento, que condenó a los Estados Unidos por el genocidio del pueblo vietnamita.
Por unanimidad los integrantes del tribunal determinaron que Estados Unidos fue culpable de atacar poblaciones civiles y espacios humanitarios, monumentos históricos y culturales, vulnerar en repetidas ocasiones la integridad territorial de Camboya y atacar a su población civil en pueblos y aldeas.
Australia, Filipinas, Tailandia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur, fueron señalados culpables por su complicidad en las atrocidades cometidas por los norteamericanos, contra los pueblos de Vietnam, Camboya y Laos. También por el uso de armas prohibidas en el derecho de guerra, por someter a los prisioneros capturados y a la población civil de Vietnam a tratos inhumanos y a tortura.
Sin embargo, las condenas de este histórico Tribunal, al que muchos consideran que contaba con mecanismos procesales más robustos que los de los juicios de Nurenberg y de Tokio, no tenían naturaleza vinculante. Se trataba más bien, como lo apuntó el propio Bertrand Russell, “de prevenir el crimen del silencio” frente a los crímenes contra la humanidad que de otra menara quedarían en el olvido en razón del poder de los perpetradores y su peso en la opinión pública internacional.
De ahí que la fuerza condenatoria del Tribunal Russell en todas sus facetas radicaba precisamente en la fuerza moral de sus integrantes. Y está para constatarlo la lista de algunos se sus connotados integrantes. Prominentes miembros de la comunidad internacional del ámbito de la ciencia, la cultura y pacifistas, entre los que destacaban el propio Bertrand Russel, Jean Paul Sartre, Simone de Beavior, Lelio Basso, Lázaro Cárdenas, Julio Córtazar, Juan Bosch, Gabriel García Márquez, Sara Lisdman, Adolfo Pérez Esquivel, Jacques Derrida, entre muchos otros que aportaron su talento, su tiempo, su prestigio, su ingenio y su compromiso con la paz y la justicia,
A lo largo de su historia, este Tribunal que no buscaba una condena jurídica si no más bien una condena moral en el ámbito internacional trabajó para visibilizar las atrocidades humanitarias del mundo entero. Sesionó entre 1974 y 1976 en Roma y en Bruselas para investigar las violaciones a los derechos humanos cometidos por las dictaduras de América Latina, particularmente en Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay, Argentina y Centro América.
De 1979 hasta 1983 se instaló en Bologna como el Tribunal Permanente de los Pueblos y sesionó países entonces considerados del Tercer mundo de América Latina, Asia y África con el objetivo investigar las violaciones contra los pueblos de Sahara Occidental y Eritrea.
En 1984 tuvo una sesión especial para investigar el genocidio armenio y encontró culpable a Turquía del genocidio de ese pueblo. Entre 2003 y 2005, el tribunal Russel, se reunió nuevamente para investigar la invasión y posterior ocupación de Irak. En 2009 se instaló para investigar los violaciones a derechos humanos sobre Palestina, y en 2014 para investigar las acusaciones sobre crímenes de guerra y violaciones a Derechos humanos cometidos contra el pueblo de Ucrania.
Se ha escrito mucho sobre este tribunal ejemplar, pero algo que es fundamental es que ha sido a lo largo de los años en un paradigma para la defensa internacional de las violaciones a derechos humanos, incluso para tribunales vinculantes. Roma no se construye en un solo día.
Pero, qué tiene que ver todo esto con la consulta popular “fracasada” que se realizó ayer en México. Pues mucho. Por un lado, exhibió al órgano electoral del Estado mexicano como un ente faccioso al que poco le importó la trascendencia de un ejercicio fundamental en la normalización democrática de un país como el nuestro. Que privilegió sus conflictos políticos inmediatos por encima de lo que se puede lograr en un país que durante años fue asolado por las imposiciones y los fraudes y que esté reconociendo el valor de su voto y redujo la discusión del avance democrático a una disputa pueril por dinero y a una confrontación entre partidos políticos.
Faltó promover la participación ciudadana, falto sabotear menos pero se logró, lo que dice Cortázar y el mismo Russell, una labor de información eficaz, y sobre todo se abonó en el combate del “crimen del silencio”. Durante varias semanas se discutió el tema del castigo a las responsabilidades políticas y penales de exfuncionarios públicos, se debatió, se discutió y se visibilizó el tema en ámbitos que en otros tiempos eran impensables. Y en este país, eso no es un fracaso.