Vivir con VIH: ocaso y alba

Cada 6 meses debe vislumbrarse la salud del paciente. Si se subestiman las medidas, devienen las patologías

Vivir con VIH: ocaso y alba

(Entrevista: II parte y última)

 

El visaje del frenesí retorna. Su semblante metamorfosea… Calos aduce que el tratamiento propicia que los niveles del virus “bajen; se desaparecen” casi por completo. De no ser así, “pasas a la etapa del Sida”.

Se aferra a la vida. No piensa en el “después” de la enfermedad. El día renueva la luz. Sobre la impaciencia, Martin Heidegger manifestó: “La angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada”.

Él no se distrae ante los embates de la vacuidad. Le preocupa, eso sí, su entorno: hay dos chicos que se “acercaron a mí”, quienes están pasando por momentos “complicados” en cuanto a resistencia emocional. Su labor, en este tipo de casos, se circunscribe a emitir un consejo y orientar: “de eso se trata lo que estoy haciendo: de no dejarlos solos. Saben que estoy ahí, y que los puedo ayudar”.

Ergo, vuelve a remontarse al plano anterior: “si en aquel momento yo hubiera sabido de una organización, no me habría sentido tan solo”. Esto le causó depresión; sobre todo porque “hay muchos chicos que han querido quitarse la vida”.

La distracción no tiene aforo en una vida así. De ahí que haya seguido, al pie de la letra, las recomendaciones de los galenos: “hacer ejercicio”. Mas, se agotaba; optó por otras actividades que “no fueran tan drásticas para mi cuerpo, porque no estaba acostumbrado”.

Aún hay tabúes en el ámbito social. “Me uní a la red. Me ayudaron mucho, psicológicamente”. Al fin, “joven con joven” equivale a una identificación recíproca. “Es más fácil platicar de mis vivencias”, para solucionar la disyunción.

Otrosí, el desasosiego pretende instaurarse en la mente de los infectados. Ronda… “Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema”, dice el rapsoda César Vallejo. “He encontrado miedo al diagnóstico; a tomar el medicamento” porque algunos doctores son “muy drásticos en lo que te dicen”. Cada seis meses debe vislumbrarse la salud del paciente. Si se subestiman las medidas, devienen las patologías: “empiezas a tener muchas gripas”. El déficit de las defensas es un mecanismo de alerta.

Invoca a la memoria -otra vez- el día en el que adquirió la inoculación. Por consecuencia, sobrevino la indagación: “me puse a investigar; me informé. No pasaron más de dos semanas. Le tuve que decir a mi mamá… Salí reactivo en mi prueba de VIH”.

¿Qué sucedió? Para su progenitora fue “un shock… Vio morir a muchos amigos. Se soltó a llorar”. Las amistades cercanas pensaron en la muerte, a las que les contestó: “Estoy con tratamiento… completamente bien”. Algunos se apartaron…

Dentro del regazo familiar se produjeron diferencias. Su hermano (menor) no quería tomar “el mismo plato y tenedor”. Tuvo que romper los mitos -que circundan aún-.

El episodio más lamentable fue con su padre. Éste llegó a proferir que “ya no tenía hijos”, cuando Batalla le dijo que era gay. Aquél despotricó. Incluso así, “no me importa. Es una persona que está muy alejada de mí”.

Batalla no se doblega. “Mi salud emocional no está tan mal”. La figura paterna nunca fue indispensable. Sigue firme, pese a esta parte de la narrativa.

En tanto, el aire de la tarde (13:40) mueve las flores de las plantas del derredor. Carlos cruza las manos… La vida continúa…