Serpientes y escaleras - Las dirigencias de los partidos
En opinión de Eolo Pacheco
Los comités estatales serán claves en la definición de la estrategia para el 2024.
Las dirigencias de los partidos
Superado el proceso electoral lo que sigue en la agenda política estatal es la renovación de las dirigencias de los partidos; los cambios empiezan en el Movimiento de Regeneración Nacional, incluyen al Revolucionario Institucional y cerrarán con Acción Nacional en el mes de noviembre. De como queden conformados los comités estatales dependerá la forma como se construirá la estrategia para la sucesión. Las opciones en el 2024 serán solo dos: competir solos o hacerlo en alianza.
Los tres institutos políticos más grandes son claves en el análisis porque alrededor de ellos se van a construir los planes electorales de fin de sexenio.
Morena es la primera fuerza política del estado, pero su representatividad ha caído drásticamente de una elección a otra a pesar de que su dirigencia defienda los resultados de junio. Los números no mienten: en la contienda local del 2018 el Movimiento de Regeneración Nacional obtuvo la victoria en doce de doce distritos en disputa y se llevó la victoria en 17 municipios incluyendo la capital. Tres años más tarde Morena solo logró ganar seis distritos y siete ayuntamientos… y perdió Cuernavaca.
No es difícil entender el porqué de los resultados obtenidos por Morena en la elección de pasado mes de junio en Morelos: los representantes populares de la 4T no respondieron a la expectativa ciudadana, rompieron la promesa de hacer bien las cosas, no castigaron a los responsables de la corrupción ni tampoco siguieron los tres principios básicos del presidente López Obrador: no mentir, no robar y no traicionar.
Esto está directamente relacionado con la pésima conducción que ha tenido el partido en los últimos años; su dirigente estatal es un personaje ausente que nunca se preocupó porque los representantes de Morena dieran resultados, ni tampoco se ocupó de la agenda social de Morelos. Gerardo Albarrán es un burócrata de partido cuyo único momento de fama fue cuando se opuso a la candidatura de Jorge Argüelles… y al final terminó sumado a ese proyecto.
Era imposible pensar que el partido del presidente creciera o se mantuviera en Morelos sin la conducción de su dirigencia; peor: es imposible que el partido llame a cuentas a sus diputados o a sus alcaldes cuando la dirigencia ha sido omisa en sus funciones, nunca se preocupó por fortalecer la estructura ni por mantener la representatividad que lograron gracias a la fama del presidente. Digámoslo como es: Morena es AMLO, sin AMLO Morena no es nada.
El caso del Partido Acción Nacional también merece una revisión puntual: en dos décadas los panistas nacieron, crecieron y casi desaparecieron. El PAN tiene un origen familiar, durante mucho tiempo se condujo bajo esos parámetros y su crecimiento fue en torno a los grupos que lo manejaban en la capital y algunas regiones del estado; en esa etapa la dirigencia la identificaban como “La sagrada familia”, en referencia a que eran unos cuantos los que tomaban las decisiones y ocupaban los cargos.
Con todo y sus errores la Sagrada Familia era un grupo estudioso, doctrinal, con representación en varias zonas del estado, que estaba atenta a la agenda estatal y tenía una participación permanente en la política. Sus errores estuvieron en operar como un grupo cerrado que se guardaba las mejores posiciones para ellos, que tomaban decisiones por afecto y en los procesos electorales privilegiaban las candidaturas de sus amigos por encima de los líderes reales.
Más allá del partido, con la sociedad, el gran desgaste del PAN estuvo en el mal desempeño de sus gobiernos, en los excesos cometidos por sus autoridades y la corrupción notoria en las administraciones emanadas de esas siglas: con Sergio Estrada los escándalos fueron por corrupción en la policía y por las frivolidades del jefe del ejecutivo; con Marco Adame la crisis derivó de la inseguridad y de los negocios de la familia del gobernador.
Todo lo anterior provocó la caída de la sagrada familia en una elección interna que apenas superó los mil votos. Los panistas tradicionales se confiaron, pensaron que todo estaba bien y que la gente los respaldaba a pesar de sus acciones; los hermanos Martínez Terrazas los tomaron por sorpresa, supieron aprovechar el momento y les arrebataron la dirigencia estatal y con el tiempo toda la estructura de Acción Nacional.
La llegada de los hermanos Terrazas fue bien vista hacia afuera, muchos pensamos que el PAN necesitaba de un golpe de timón para recuperar su identidad y el liderazgo que había perdido en los últimos años. Juan Carlos, el hermano que ganó la dirigencia aparecía como una figura fresca, tenía un buen discurso y enarbolaba una causa que al panismo le motivaba: cambio.
El problema fue que lo de Juan Carlos Martínez Terrazas solo era discurso, el único cambio que los hermanos buscaban en el partido era de familia; las cosas en el PAN no mejoraron, por el contrario, continuaron igual y hasta perdieron el liderazgo moral y político que habían conseguido a lo largo de muchos años. Cierto: desapareció la sagrada familia, pero en su lugar apareció la santísima trinidad.
Hoy Acción Nacional en Morelos está en manos de una sola familia que, además, entiende la política como un modus vivendi: desde la presidencia Juan Carlos ha hecho dos veces diputado federal plurinominal a su hermano Daniel y dos veces regidor a su otro hermano Adrián, ninguno de ellos ha ganado nunca una elección en las urnas. Fuera de las reuniones familiares y de amigos la dirigencia estatal del PAN es inexistente, no participa en la política estatal ni se interesa por los problemas del estado
Los triunfos electorales obtenidos en la pasada elección no son resultado del trabajo del partido, derivan de lo que hicieron en lo particular algunos candidatos como Francisco Sánchez y José Luis Urióstegui. La situación actual del PAN es peor que antes porque a los hermanos no les interesa ganar elecciones, se conforman con mantener un coto de poder para seguir obteniendo beneficios personales de ello.
El PRI tiene una historia que todos conocen, se trata de un partido que recién cumplió veinte años de haber perdido el poder en el estado y no tiene para cuando regresar, porque sigue siendo una institución impresentable. De no haber sido por los votos que logró Alberto Sánchez en Xochitepec el Revolucionario Institucional habría perdido su registro como partido en el estado.
Jonathan Márquez asumió la presidencia con el apoyo de la dirigencia nacional, pero en un momento de severa crisis interna. Los problemas del Partido Revolucionario Institucional están en los cacicazgos internos y en la guerra intestina que padecen desde hace dos décadas, en el boicot de sus propios militantes y en el negocio que ha sido para varias dirigencias el control de la institución.
Es imposible pensar en la recuperación de ese partido si continúan los mismos personajes que lo han llevado al abismo; frente a los malos resultados electorales obtenidos en el pasado proceso hay aspectos que sobresalen de dirigencia, empezando por el hecho que ha desplazado (o cerrado el paso) a dos de los tres grupos que lo han hundido: ya no está Manuel Martínez, ya se fue Amado Orihuela e inició el proceso de expulsión de las Maricelas.
El presidente Márquez puede presumir que a pesar de todo lo que se diga, hoy el PRI tiene más representación en la cámara y en los municipios que antes, pero el verdadero logro de su gestión puede estar en haber puesto orden en la institución y en haber limpiado al partido de las figuras que históricamente lo pervirtieron. La renovación de esa institución está en marcha y todo indica que Jonathan Márquez repetirá en el cargo; si eso sucede el joven priísta deberá continuar la limpieza interna del PRI a la par de buscar el regreso de los liderazgos que huyeron. De eso depende que el Revolucionario Institucional pueda volverse una opción en el 2024.
Estas tres fuerzas políticas serán el eje del proceso de sucesión: Morena es la primera fuerza y llegará así a la siguiente contienda; el PAN ganó la capital y al igual que el PRI tiene presencia en algunos municipios. La nueva dirigencia del Movimiento de Regeneración Nacional seguramente buscará sumar en un mismo bloque a varios partidos y lo mismo deberían hacer en Acción Nacional y en el Revolucionario Institucional.
La contienda del 2024 se va a ganar en grupo, con la suma de varios partidos, lo cual implica un enorme trabajo de cabildeo en los siguientes años. Ahí radica la importancia de las dirigencias.
¿Quién es capaz de hacer un mejor trabajo político y de convencer a los demás de hacer bloque para competir juntos?
- posdata
En el análisis de las elecciones del 2024 es fundamental entender cómo puede darse la competencia, es decir, qué partidos pueden caminar unidos. Veamos:
Morena tendría de su lado a Nueva Alianza, a Encuentro Social, al Verde (que mantuvo el registro nacional), probablemente al PT y a Fuerza por México. Dependiendo de quién esté al frente del PAN (si continúan los hermanos Terrazas el partido seguramente competirá solo), podrían sumarse el PRI, el PRD (que también mantuvo el registro nacional), Movimiento Ciudadano, MAS, Redes Sociales Progresistas y Morelos Progresa.
Cualquiera de los partidos nuevos podría decidir caminar solo y abrir un tercer frente de competencia, pero no será una decisión sencilla porque el candidato a vencer, quien sea, será el que postule el Movimiento de Regeneración Nacional. Una tercera candidatura solo sería posible si Acción Nacional se cierra a una alianza.
Lo lógico sería que en el 2024 veamos dos candidatos representando varias siglas, pero eso pasa por la decisión de las dirigencias estatales. Precisamente por eso es interesante saber quienes estará en las dirigencias en el 2024.
- nota
Matías Nazario reapareció luego de las elecciones; su partido logro mantener el registro y tendrá una representante en la siguiente legislatura.
“Por supuesto que vendrá una reestructuración en el MAS, pero lo más importante en este momento es consolidar el triunfo de nuestros candidatos… El tribunal le corrigió la plana al IMPEPAC, confiamos en la ley y en el estado del derecho; la ley nos asiste” dice el excandidato a la alcaldía y dueño del Movimiento Alternativa Social.
La permanencia del MAS da un respiro a Nazario Morales, ese era su objetivo principal por encima de ganar la presidencia municipal de Cuernavaca. Hacia adelante lo que sigue en la carrera del excandidato es reinventarse y plantear con claridad los pasos a seguir.
Matías es un político profesional al que seguramente veremos activo en los años siguientes, pero el trabajo que deberá hacer para seguir vigente no es poco.
- post it
La desaparición del Partido de la Revolución Democrática en Morelos obliga a preguntarse algo ¿Hacia dónde se irán los militantes del PRD? La pérdida del registro es reflejo de su falta de liderazgo y representatividad; lo poco que quede del solaztequismo emigrará hacia otros lados.
De manera lógica pensaríamos que los perredistas se volverán morenistas, porque muchos ya lo han hecho; falta ver si los perredistas huérfanos aceptan formarse en la cola de un partido que internamente es muy complejo y en donde es sumamente difícil ponerse de acuerdo en los procesos electorales.
Digámoslo de esta manera: apoyar la causa de Andrés Manuel López Obrador es fácil, pero aceptar las decisiones internas del partido no lo es.
- redes sociales
Luego de tres años la operación política del estado finalmente está en la oficina del jefe de la política interna del gobierno; parece absurdo, pero así es: hoy el secretario de gobierno tiene mucho más margen de maniobra y capacidad de decisión, lo cual es bueno para la administración estatal y para el estado.
Pablo Ojeda está tomando la conducción política del régimen y se nota: hay más diálogo y conciliación, al gobernador se le ve más activo en temas sociopolíticos y eso sin duda aminorará la presión en la segunda mitad del sexenio.
El secretario Ojeda tiene trato, sabe dialogar, pero no tenía mucho margen para operar; hoy que le han dejado hacer el trabajo que corresponde a su cargo se le ve más seguro, más dueño de la situación y atendiendo los problemas antes de que estallen.
Dos aspectos son determinantes para la gobernabilidad en la segunda mitad del sexenio: política y comunicación; si el jefe del ejecutivo pone atención en estos aspectos, los demás temas podrán ser atendidos con más eficiencia y sin tanto sobresalto.
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