Las plagas de la humanidad

En opinión de J. Enrique Álvarez

Las plagas de la humanidad

El Dr. Francisco González-Crussí intitula el Capítulo Cinco de su Breve Historia de la Medicina (Quehacer científico y tecnológico, Universidad Veracruzana, 2010), para presentar la historia de algunas enfermedades infecciosas, virales o bacterianas, que han azotado a la humanidad a lo largo del tiempo.

 

Antes, en el segundo libro de Moisés, Éxodo, capítulo siete, señales de Moisés ante Faraón, primera plaga: el agua se vuelve sangre: “17: Así ha dicho Jehová: en esto conocerás que yo soy Jehová. He aquí yo heriré con la vara que tengo en mi mano el agua que está en el río y se convertirá en sangre. 18: Y los peces que hay en el río morirán y hederá el rio y tendrán asco los egipcios de beber agua del río. 20: Y Moisés y Aarón hicieron como Jehová lo mandó; y alzando la vara hirió las aguas que había en el río, en presencia de Faraón y de sus siervos y todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre. 21: Asimismo los peces que había en el río murieron, y el río se corrompió, que los egipcios no podían beber de él. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto”.

 

El capítulo 8 del mismo libro narra la segunda plaga: las ranas; tercera plaga: los piojos; cuarta plaga: las moscas y, el capítulo 9 describe la quinta plaga: muerte del ganado; sexta plaga: las úlceras; séptima plaga: el granizo; el capítulo 10 la octava plaga: las langostas y la novena plaga: las tinieblas.

 

Si tomamos en cuenta que este período histórico se ubica hacia el 1490 a.n.e, podemos considerar que, independientemente del carácter religioso y dogmático que tienen estas narraciones, podemos considerar que las plagas de la humanidad tienen una existencia histórica muy añeja.

 

Por su lado, González-Crussí da comienzo su capítulo con la “Plaga de Atenas” (430-425 a.n.e.), que fue documentada por Tucídides. Este historiador, que por lo demás la presenció, reporta que murieron 300 mil atenienses, es decir, un tercio de la población de Atenas: “Los enfermos presentaban fiebre elevada, hipo, vómito bilioso, úlceras intestinales y diarrea, a la que pronto sobrevenía la muerte”. Según González-Crussí, la “Epidemia de Atenas” se ha atribuido a la influencia, a paperas, a tifus, al Ébola, hasta la peste bubónica. Con cierto dejo de tristeza González-Crussí expresará: “Por desgracia para la medicina los antiguos griegos cremaban a sus cuerpos, por lo que no queda material arqueológico que pueda ayudar”.

 

La “Muerte Negra”, enfermedad que comenzó con la pandemia de 1348-1351 d.n.e., causó grandes estragos en la Europa Medieval. Se manifestaba por intervalos de 21 a 25 años. Según refiere González-Crussí, para la segunda oleada, los análisis de ADN de los restos mortales han mostrado que la causa de la muerte fue la peste bubónica. Tan sólo en Inglaterra se calculó una mortandad del 45% de la población y, en todo Europa, de la tercera parte de la población total. Considerar los efectos sociales de esta epidemia es por demás importante, pero no lo trataré ahora.

El descubrimiento bacteriano de estas pestes permitió su afrontamiento. No es innecesario señalar que, para esa época, dominada Europa por la Iglesia Católica, enfrentaba tales sucesos con rezos y súplicas a Dios. Para esa época, conocer las causas y formas de trasmisión de la peste, era imposible, pues como ya escribimos a través de los fragmentos del Éxodo, muchos pensaban que estas epidemias eran causadas por malos olores y tóxicos, o emanaciones “miasmáticas” extrañas.

 

La peste era más común en verano, la basura y desechos orgánicos corrían por los drenajes abiertos y la gente acostumbraba arrojar sus desechos por la ventana. En esa época el caballo era el principal medio de transporte, razón por la cual, además, en cualquier calle había grandes montones de estiércol, ratas, piojos, pulgas y otros agentes trasmisores de las enfermedades.

 

La lepra existía ya desde el 2400 a.n.e., según reporta el Papiro Ebers. El descubrimiento del bacilo causante de la enfermedad se realizó hasta el año de 1871.

 

La sífilis ha sido otra de las grandes plagas que han agobiado a la humanidad.

 

La viruela no pude dejar de referirse en este tramo, ni la tuberculosis.

 

Es quizás con los trabajos de Edward Jenner, quien descubre la vacuna contra la viruela; de Pasteur y Koch en la lucha contra la tuberculosis que hallamos las dos estrategias fundamentales para prevenir y enfrentar estas epidemias o pandemias; por una parte, los parámetros de la higiene y cuidados que impidan los mecanismos de transmisión de la enfermedad por parte de los agentes que realizan dicho proceso; y, por el otro lado, no cabe duda, la vacunación, como herramienta fundamental para ayudar al organismo humano y no humano a disponer de recursos inmunes ante este tipo de eventos.

 

La influenza se presenta sobre las poblaciones a intervalos de unos decenios. Sus brotes más agudos e intensos se dieron durante la Primera Guerra Mundial y permanecieron a lo largo de unos años. La mitad de la población mundial padeció la infección y, según estimaciones relativamente recientes, murieron entre 50 y 100 millones de personas.

 

Como dato curioso, vale la pena señalar que aunque popularmente se le conoció como Gripe Española, el nombre es incorrecto. Considerando que España no participó en esta conflagración la prensa de este país fue la que le dedicó más espacio; por ello se asoció la epidemia con España más que con cualquier otro país.

 

Desde ese momento, hasta prácticamente la actualidad, recurrentemente se han manifestado epidemias de influenza, gripe y variaciones como la que en Hong Kong, en el año de 1997, el virus H5N1 se trasmitió de las aves a las personas, por eso se le conoció a esta enfermedad como Gripe Aviar.

 

No podemos olvidar, porque aún pervive en nuestra memoria, la presencia del virus A (H1-N1, 2009-2010), que tuvo un impacto de mayor trascendencia para el Continente Americano.

 

Cabe destacar el hecho de que desde la Gripe Española hasta la presencia actual del COVID-19, fueron declaradas pandemias y, sin embargo, nunca tuvieron la letalidad que las epidemias medievales o la Gripe Española mostraron.

 

Hoy por hoy, el conocimiento de los mecanismos de trasmisión, distribución, comportamiento, prevención y atención nos permiten enfrentar con muchos mejores recursos este tipo de fenómenos.

 

Si bien es cierto que debemos procurar no caer en el Síndrome de los Tecolines (término acuñado por el escritor Rafael Pérez Gay para representar la presencia simultánea de ansiedad, angustia y desesperación), ni en una desesperanza o indefensión aprendidas, sí debemos recuperar las experiencias de promoción de las estrategias de prevención, de la propagación del agente causal de esta enfermedad y de los recursos con los cuales pueden enfrentarse; entre ellos, y ¡cuánta razón tiene el Dr. Iván Martínez Duncker¡ la promoción y estímulo para la investigación científica que permita la producción de vacunas y medicamentos que permitan prevenir y atender la enfermedad.

 

Finalmente, como puede observarse a lo largo de la historia, todos los procesos epidemiológicos tienen un inicio, un ascenso, una meseta y un descenso; es responsabilidad del Estado y las autoridades sanitarias brindar la información suficiente y necesaria, así como instrumentar las acciones de política pública pertinentes para enfrentar satisfactoriamente esta coyuntura.