Serpientes y escaleras - La triada política

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - La triada política

El esfuerzo por retomar el camino es grande; la labor parece estar en buenas manos

 

La triada política

La salida de Pablo Ojeda y José Manuel Sanz del gobierno estatal marcó un antes y un después en la historia del cuauhtémismo; la primera mitad del sexenio estuvo marcada por la división interna, la grilla y el enfrentamiento. Ojeda y Sanz tuvieron todo el poder del gobierno y lo utilizaron para favorecer a los suyos sin importarles afectar al gobernador ni la estabilidad del estado; sus abusos fueron la razón de su salida y el motivo de que el futbolista tenga hoy un escenario social tan adverso. El esfuerzo actual es para rescatar la imagen de Cuauhtémoc Blanco y darle viabilidad a su proyecto en el 2024.

Repasemos lo ocurrido durante el arranque de la actual administración: Cuauhtémoc Blanco Bravo llegó al gobierno estatal flanqueado por un grupo que fue rápidamente ubicado como “Los Güeros”; ahí estaba el jefe de la gubernatura e histórico mánager del futbolista José Manuel Sanz Rivera, el entonces secretario de Hacienda Alejandro Villarreal, el titular del Transporte Víctor Mercado Salgado y el director de comunicación social Alexander Pisa.

Al lado, pero aún sin un papel relevante aparecía Pablo Ojeda junto a su inseparable amigo Mauricio Robles; junto a ellos y ejerciendo un control importante en la agenda política del candidato (y luego gobernador) sobresalía el pastor Hugo Eric Flores, en ese momento dirigente nacional del PES y luego delegado de Bienestar en Morelos. Este último avasalló y con sus intromisiones y torpezas comenzó a dividir al gabinete estatal. Fue en ese punto cuando comenzó a sobresalir la figura del hermano Ulises Bravo Molina.

La unidad del nuevo gobierno duró muy poco, a los pocos meses de que inició el régimen comenzaron los golpes internos motivados por lo que, decían en los pasillos del poder, era fuego amigo que surgía desde la oficina de José Manuel Sanz a través de su contlapache Gerardo Becerra. Las sospechas de que alguien estaba filtrando información del gobierno eran muchas y se basaban en lo que se publicaba en redes sociales respecto al hermano del gobernador y figuras del gabinete como Efrén Hernández y Edgar Riou, personajes del primer círculo del mandatario.

Antes de que se cumpliera el primer año la tensión interna ya era muy fuerte, entonces existían dos bandos encabezados por José Manuel Sanz y Hugo Eric Flores; en el primero se ubicaba al encargado de las finanzas estatales y al asesor en materia de corrupción; en el segundo estaba el secretario de gobierno.

El conflicto interno fue escalando sin tomar en cuenta el desgaste que ello generaba al gabinete y al gobernador; se atacaban a pesar de que ambos estaban conscientes de que estaban erosionando la imagen de Cuauhtémoc Blanco.

Con un gabinete dividido y tres cabezas dentro de un mismo gobierno las cosas no podían salir bien: la división dio paso a un aislamiento casi permanente del gobernador y una política reactiva que nunca se ocupó por anticipar problemas ni por mejorar la imagen del gobierno estatal; comenzaron a contarse historias sobre expedientes abiertos contra varios personajes del gabinete, lo mismo que investigaciones federales que involucraban a familiares del gobernador. Dentro de esta hipótesis de complot interno se dio la salida de Alejandro Villarreal y de Gerardo Becerra, ambos brazos operativos de José Manuel Sanz. El mánager se quedó solo.

Los últimos cambios realizados hace un par de meses van más allá de la encomienda formal que corresponde a los nuevos funcionarios: Samuel Sotelo, Mónica Boggio y Víctor Mercado tienen un objetivo mayor que cumplir con las responsabilidades de sus respectivos encargos, también cargan sobre sus hombros la titánica tarea de recomponer el escenario político y reconciliar al gobierno estatal de cara al cierre del sexenio.

El apoyo que brinda el presidente Andrés Manuel López Obrador al gobernador Cuauhtémoc Blanco es importante, pero no lo suficiente para librarlo de los problemas y las presiones locales; a nivel federal existe una barrera que protege al ejecutivo morelense de todas las acusaciones que hay en su contra, allá tienen contenidos los expedientes que involucran a personajes del gabinete y se guarda secrecía respecto a las investigaciones federales e internacionales en donde están anotados los nombres de algunos familiares del gobernador.

El problema está en el estado, en un congreso con mayoría opositora y una sociedad que está distanciada del ejecutivo como resultado de tres años de política de aislamiento. Ahí es donde se vuelve prioritario el trabajo de estos tres funcionarios, porque en ellos recae la responsabilidad de rescatar al régimen, mejorar la imagen de Cuauhtémoc Blanco y evitar que algo grave ocurra antes de las elecciones del 2024.

El primer paso hacia ese objetivo ya lo han dado: la agenda del gobernador es otra, ahora las giras son casi todos los días y el formato se ha socializado para que la gente vea y se le acerque al gobernador y este a su vez pueda escuchar de primera mano lo que le solicita la ciudadanía.

En el mismo sentido la estrategia política estatal apuesta por la conciliación y el diálogo; en unas semanas Mónica Boggio, Samuel Sotelo y Víctor Mercado el entuerto legislativo que Pablo Ojeda, José Manuel Sanz y Hugo Eric Flores propiciaron a lo largo de dos legislaturas. Los nuevos funcionarios están haciendo política, entienden que el camino es el diálogo y los acuerdos son parte fundamental de la gobernabilidad. Ojeda, Sanz y Flores también lo sabían, pero les resultaba más conveniente y lucrativo generar caos para tener secuestrado al gobernador.

El esfuerzo de la tripleta política del gabinete es notorio y los resultados comienzan a verse poco a poco; el rostro del gobernador en los eventos ya es otro, se le nota a gusto, algunas veces contento e interesado en temas que antes no le importaban. No podemos hablar de una transformación total, pero sí de un cambio que permite suponer que las cosas pueden mejorar.

Lo que viene no es sencillo, ni tampoco será rápido; el primer esfuerzo de los nuevos funcionarios ha sido tomado de buena manera por muchos actores políticos, pero para que las condiciones favorables se mantengan es necesario ir más allá en acciones específicas. En castellano: el enganche de la nueva relación política ha sido de saliva, pero lo que viene no lo será.

Estamos por entrar el último trimestre del 2022, luego de ello iniciaremos el penúltimo año del sexenio y arrancará el proceso de sucesión; la simpatía de muchos actores políticos hacia el gobierno irá desapareciendo conforme se acerquen los tiempos para definir candidatos y se construya la narrativa de la elección. Entonces no será tan fácil mantener el diálogo ni la gobernabilidad, porque el discurso de toda la oposición y de muchos actores de poder será en contra del gobernador. Es más, la tregua política con el congreso está a punto de finalizar.

En términos prácticos al gabinete estatal y a sus tres operadores estrella les queda menos de un año para reconstruir el andamiaje político, para generar alianzas y para mejorar la imagen del gobernador. Esto último es prioritario porque en torno a ello se moverán las elecciones y sobre el jefe del ejecutivo y los suyos se enfocarán las baterías de toda la oposición.

Mantener el diálogo y contener los ataques en un año será una tarea titánica y de todos los días, porque en el 2023 la apuesta de la mayoría será por un cambio de rumbo en el gobierno y revivirá la promesa que en la campaña pasada hizo el candidato respecto al gobernador en funciones.

La política, el diálogo, la comunicación y las alianzas son fundamentales en este momento del sexenio.

  • posdata

Algunos integrantes de la legislatura actual pretenden, impulsados por sus dirigencias, promover un cambio en la ley electoral para que el congreso local vuelva a estar integrado por 30 diputados. La idea se justifica en la representatividad “que merece” la población, pero lo que hay detrás es la pelea por los espacios plurinominales.

A nivel federal se discute un cambio en materia electoral que incluye la transformación (o desaparición, depende del ángulo que se vea) del Instituto Nacional Electoral (INE) y los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLES), así como una reducción significativa en los espacios plurinominales en el senado, en el congreso federal y en los congresos locales. Eso además de la desaparición del financiamiento público a los partidos políticos en años no electorales.

Aunque polémica y con matices políticos, la idea de reformar el sistema político mexicano es buena, sobre todo en lo referente al costo, funcionamiento de la estructura electoral, los espacios de representación proporcional y el dinero para los partidos. Entendamos algo: sin dejar de lado la importancia de que el INE mantenga su independencia operativa y que de ninguna forma se ubique dentro o por debajo del estado mexicano, los OPLES han dejado de tener razón para existir, porque se han convertido en instancias que únicamente ratifican lo que determina el INE. Es una duplicidad de funciones que nos cuesta miles de millones de pesos al año.

Precisamente por eso la idea de algunos diputados locales de dar un paso atrás y aumentar el número de diputados es una sinrazón; los legisladores locales son representantes populares del estado, cada uno representa a una determinada circunscripción, pero eso no los limita para que su actuar sea en favor de todos los morelenses. ¿Para qué aumentar el número de parásitos que no ganan elecciones?

La legislatura 55 debe ser cuidadosa con este tipo de decisiones porque socialmente les puede resultar contraproducente. Si quieren discutir temas de verdadero interés e impacto social pueden entrarle, por ejemplo, al debate de los tiraderos de basura a cielo abierto, como se los pidieron en el último parlamento infantil.

  • nota

La renuncia al PRI de Alberto Sánchez es un golpe mayúsculo a la dupla que conforman Eliacib Polanco y Jonathan Márquez; el exalcalde es una persona que ha ganado tres elecciones consecutivas (dos para presidente municipal de Xochitepec y una para diputado local), con sus votos no solo permitió que el Partido Revolucionario Institucional conservara su registro en Morelos y también logró que Eliacib Polanco ocupara una actuar curul en la cámara de diputados.

La salida de Beto Sánchez expone el mal manejo del tricolor, los excesos del coordinador de sus diputados y pone en riesgo la estabilidad del G10. Todo lo que pasa, cuentan quienes están cerca de ellos, es resultado de la ambición económica de Eliacib Polanco por presidir la mesa directiva en el segundo año legislativo.

Dicho sea de paso: a diferencia de Alberto Sánchez, Jonathan Márquez y Eliacib Polanco nunca han ganado una elección, ni siquiera una elección interna en su partido.

  • post it

El trabajo político no es una labor sencilla, ni algo que se pueda realizar en lo individual. Para que los resultados se alcancen es necesaria la suma de voluntades, la apertura a las ideas, la tolerancia, el conocimiento social y por supuesto, tener muy claros los tiempos políticos.

Los tres operadores políticos del régimen son buenos, pero necesitan toda la ayuda que sea posible.

  • redes sociales

Grupos feministas proponen que sea una feminista quien ocupe la dirección del Instituto de la Mujer del Estado de Morelos, posición pendiente por definir en la cámara de diputados. “Debe llevar una agenda de género, rechazar la violencia contra las mujeres, apoyar el aborto y la paridad”, dicen.

No está mal su propuesta. Si además de lo anterior promueve que la lucha de género no sea exclusiva de las mujeres y suma a todos en un mismo sentido, rechazando cualquier tipo de agresión de género sin importar de quien se trate, sería mucho mejor.

La decisión corresponde a los legisladores.

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