Política y Opinión Pública - DEMOCRACIA CONTRA PARÁLISIS POLÍTICA

En opinión de Jaime Juarez López

Política y Opinión Pública - DEMOCRACIA CONTRA PARÁLISIS POLÍTICA

DEMOCRACIA CONTRA PARÁLISIS POLÍTICA

 

La democracia como forma de vida y de gobierno, debe ser garante de nuestro derecho a expresarse y ser escuchados, votar y ser votados. 

 

Tener la libre elección de nombrar representantes que sean afines a nuestros pensamientos e ideales, ciudadanos que pueden transformar la sociedad, participando directa o indirectamente en la construcción del Estado formal, creado por la lucha y la organización de cada nación.

 

Debemos ser férreos promotores y defensores de una democracia en pleno funcionamiento. En ella, desde el más preparado hasta el menos alfabetizado o politizado, todos ostentan el poder que emana del pueblo. Tenemos todos el derecho inalienable de ser respetados y de participar en igualdad de condiciones como cualquier otra persona.

 

Nadie puede, sin faltar a la verdad, desconocer la legalidad y legitimidad de la política de alianzas, pero no debemos olvidar que en la táctica general, las mediaciones políticas debieran estar  siempre subordinadas a la estrategia, la cual de manera conjunta debe hacer avanzar la lucha política a favor de la causas sociales. 

 

Ocurre, no pocas veces, que en la táctica (movimientos, operaciones, posicionamientos en cierta medida, circunstanciales y momentáneos) hay mayor flexibilidad en relación con las posiciones políticas a tomar con vistas al pragmatismo de la consecución de los objetivos e interese personales o de grupo. 

 

Algunas veces, actores políticos flexibilizan su política de alianzas unidos en una lucha por el poder per se, es decir, se disuelven políticamente. Ello, abre de par en par algo que ya nos quedaba claro: no hay diferenciación estratégica y ahora tampoco táctica, entre políticos y las organizaciones que históricamente burocratizan y asfixian el avance democrático de la 4T. 

 

Aristóteles afirmó que corresponde a cada uno, que elige o es elegido, saber lo que quiere.

 

¿Para qué quieres la política?, ¿Para qué quieres el poder?, ¿Qué tipo de poder quieres ejercer o ver ejercido? 

 

“¡El poder de hacer las cosas por las personas!”, “¿El poder de construir sociedad en comunidades, barrios, sitios, ciudades?”, ¿Quieres “el poder para lograr los verdaderos objetivos de la creación del Estado Moderno y Democrático de Derecho, siempre al servicio del pueblo?” o ¿Quieres “el poder sólo por el poder”.

 

Es obligado reflexionar para qué te sirve el poder. “¿El poder para uno mismo y para los tuyos?”, “¿El poder de ser fuerte y defender intereses personales que perjudican a la población?”, ¿Es tu objetivo “el poder de la fuerza, de las armas, autoritario y sin ley?”, es “el poder marginal, ¿para enriquecerse?”, “¡para enriquecerse a través de la corrupción y el amiguismo!”; ¿luchas por: “poder demagógico y transgresor?  y ¿Qué no respete la educación, la salud, la ciencia, la justicia, no proteja los sagrados dictados de la libertad, la igualdad de oportunidades, la dignidad para todos, sin distinción de condición social, color, etc., establecidos al amparo de la Constitución?

 

La Historia da muestra de muchos episodios en que la formación de alianzas no fue por la apuesta hacia un cambio de conducta, como vociferaban en su discurso opositor, los aliancistas; sino emanadas del oportunismo político más abierto que iguala discursos a partir de cálculos para cerrar caminos, o peor aún alinear a quienes no piensan como ellos y centrarse en  repartir el poder y con ello, el botín de guerra.  

 

La esencia de la cultura política inaugurada por esos aliancistas, es el hecho de que, desde el declive de  dictaduras y regímenes, su identidad ya no se construye frente a un enemigo, real o imaginario, y se basaron desde entonces  en un modelo completamente anodino y un  discurso abstracto, sin enemigos, cuyo significado más importante fue garantizar el sistema  de vetos selectivos.

 

Así, pretendieron imponer su visión de que la democracia no es más que el ejercicio de la capacidad de bloquear al adversario, no de enfrentarlo abiertamente en el espacio público. 

 

Presuponer que las mayorías no se forman positivamente a favor de determinadas políticas, sino porque se muestran capaces de desviar, eludir o neutralizar los vetos. 

 

Conformaron una cultura política que aceptaba mecanismos de participación y deliberación democrática, siempre y cuando no amenazaran seriamente el sistema de veto. Pero esta lógica, digamos, inclusiva creo sus propios límites. La política simplemente deja de funcionar cuando desaparece la polarización. Cuando todos están, por decirlo así, incluidos, cuando son capaces y están organizados para vetar, en algún momento llega la parálisis.

 

La reflexión que provoca la frase de Aristóteles nos obliga a preguntarnos constantemente: ¿Qué queremos finalmente? “¿El poder que honra la búsqueda constante de la justicia social, que ofrece a cada miembro de una sociedad las posibilidades necesarias de tener una escuela de calidad, un sistema de salud digno, una justicia plena en el cumplimiento jurisdiccional de la garantía de la convivencia pacífica entre los hombres?, “¿Un estado seguro?”, ¿Realmente buscamos vivir en un régimen que no renuncie a la libre expresión?, ¿Queremos realmente un poder no arbitrario, que cumpla el juramento del orden emanado de la voluntad del pueblo, verdadero destinatario para disfrutar de una sociedad organizada, donde las oportunidades deben ser iguales?, ¿Estamos dispuestos a dejar un legado democrático a las generaciones futuras? , ¿Una política que nos enorgullezca porque permite al pueblo ejercer el poder a través del Estado Organizado que le administra?

 

El hecho es que debemos reflexionar. Mirar nuestras opciones. Tomar nuestras decisiones de manera responsable y cívica. Quién nos representa tiene que ser igual o mejor que cada uno de nosotros. 

 

Nosotros somos los que conformamos el estado. Necesitamos tener un país al nivel de nuestras generaciones. De las elecciones que llevamos a cabo surgen gobiernos, administraciones, obras, leyes, decisiones, sentencias.

 

Nuestra responsabilidad es grande. Estamos plantando la Nación para nuestros hijos, sobrinos, nietos, para los Mexicanos de hoy y de mañana. Tenemos que empezar ahora. Mirar a un lado, al otro, atrás, al presente, analizar todo y avanzar desde lo alto de nuestra experiencia. Vamos a intentarlo. Nosotros lo merecemos. Morelos lo exige. Nuestra Patria lo reclama.