Serpientes y escaleras - Buenas intenciones
En opinión de Eolo Pacheco

El ejercicio de gobierno no es un acto de voluntad, es de capacidad, de administración y de toma de decisiones.
Buenas intenciones
En política como en la vida no basta con tener buenas intenciones, es necesario dar resultados; desde hace años los morelenses hemos sido gobernados por personas malas, frívolas, torpes o vinculadas con el narcotráfico. La fortaleza del estado es tanta que, con todo y los malos gobiernos, los ciudadanos siguen adelante, avanzan y generan riqueza. En Morelos la vida sigue a pesar de sus gobernantes.
Con todo y sus imperfecciones, la democracia nos ha otorgado la posibilidad de elegir a distintos políticos que han asumido el poder gracias al voto mayoritario y el respaldo de una parte importante de la ciudadanía; en algunos casos la administración pública estatal ha estado encabezada por figuras medianamente decentes como Marco Adame o realmente honorables como Margarita González Saravia, quien además es trabajadora y tiene un claro compromiso social.
A pesar de ello la buena voluntad no ha sido suficiente para que las cosas marchen bien en los últimos sexenios, en todos los casos han faltado resultados tangibles, obra pública trascendente, decisiones firmes y cambios que mantengan viva la llama de esperanza antes de que la expectativa se transforme en frustración.
Margarita González Saravia llegó al gobierno con un bono de confianza alto y el respaldo de un amplio sector de la sociedad que quería dejar atrás la frivolidad, el caos y la corrupción del régimen anterior, pero no se convenció de la propuesta pendenciera de Lucía Meza, quien representaba los mismos vicios de Graco Ramírez y estaba acompañada de lo peor de todos los partidos de oposición.
La confianza entregada en las urnas en junio del 2024 fue para Margarita González Saravia, para ella como persona, no para su partido, ni mucho menos para su gabinete; quienes la conocemos tenemos aún la esperanza de que podrá hacer cambios importantes en el servicio público, en la forma de ejercer el poder y en la manera como se hace política.
La del 2024 fue una victoria legítima y esperanzadora, dio paso a un nuevo capítulo político en el estado y se combinó con la llegada de la primera presidenta de México. Dicho sea de paso: el triunfo de Margarita González Saravia en Morelos se debe a la historia personal de ella, a su buena fama pública, al esfuerzo de su estructura y al trabajo combinado de todos los que la apoyaron en campaña. Quien trate de vender la victoria como un logro personal o intente capitalizar el resultado como una deuda individual es un mentiroso, alguien ambicioso.
La política corre muy rápido, más que en cualquier otra esfera y a diez meses de gobierno la pregunta que se replica cada vez más en las mesas, en las casas y en las calles no es si la gobernadora trabaja, sino si su gobierno funciona. Y el resultado también es del dominio público.
La diferencia entre gobernar y administrar es profunda, pero no todos la saben: gobernar implica ejercer el poder con autoridad moral, con visión y capacidad de transformar la realidad. Administrar es simplemente mantener el aparato en funcionamiento. Lo que hoy se percibe en Morelos es una gobernadora que trabaja mucho, pero un gabinete que transforma poco; un gobierno que se mueve, pero que no avanza.
Los indicadores no dejan lugar a dudas: hospitales sin medicinas, oficinas públicas sin insumos, estructura pública sin mantenimiento, inseguridad creciente, corrupción y una administración estatal atrapada en disputas internas, errores de operación y funcionarios que no está a la altura del reto. Supervisar todo lo anterior es trabajo de la jefatura de la gubernatura, pero como su titular está saturado, rebasado, las cosas no funcionan.
Poco a poco el comentario esperanzador y de reconocimiento al esfuerzo personal de la gobernadora se ha ido convirtiendo en duda ¿Fue correcto votar por ella? La crítica no viene de la oposición ni de los medios de comunicación, sino de la propia ciudadanía que vio con algarabía su llegada, pero comienza a señalar que junto a la gobernadora hay figuras que no la ayudan, que abusan de su confianza y utilizan su nombre para hacer negocios. Empezando por los hermanos.
Seguramente dirán que eso no es cierto porque en los actos, eventos y recorridos de la gobernadora solo existen sonrisas y aplausos, pero lo mismo ocurría en los gobiernos pasados: la gente le aplaudió hasta el último día a Cuauhtémoc Blanco, también a Graco Ramírez, a Marco Adame, a Sergio Estrada y hasta a Jorge Carrillo Olea. Suponer que el aplauso de hoy es distinto al del pasado es pecar de inocente, por no decirlo de otra manera.
Aunque Margarita González Saravia es la responsable del estado, sería injusto cargarle solo a ella el poco avance alcanzado hasta ahora, sobre todo porque la tienen convencida de que gobernar en territorio es una buena idea y dedicar la mayor parte de su tiempo a giras y evento, dejando en manos del jefe de la gubernatura la toma de decisiones.
El gobierno estatal no está aún tan mal como los anteriores y su titular tiene una mejor imagen que la de su antecesor, pero eso no garantiza que la situación se mantendrá así por mucho tiempo, ni deja de lado el hecho que los cuestionamientos son cada vez más fuertes y la duda comienza a tomar matices de enojo.
La gobernadora necesita tomar el mando de su administración, ser ella y no el jefe de la gubernatura quien tome las decisiones, quien supervise el trabajo de su equipo, la que ponga orden en aquellas áreas que visiblemente no están funcionando y expulse a los personajes que ya son conocidos por todos como los operadores de la corrupción en este sexenio. Con lo que los hermanos se han llevado en diez meses, se han pagado por adelantado varias campañas.
Tener un mal gabinete no es un detalle menor, es un problema sumamente grave que traerá consecuencias y representa un obstáculo estructural para cualquier proyecto de transformación. Peor: los actos de corrupción a la vista, comprobados y son del dominio público; van a explotar mediáticamente y colocarán al gobierno de Morelos en el ojo del huracán, contraviniendo la línea de honestidad trazada y seguida por la presidenta de México. No es casualidad que desde el gobierno federal hayan comenzado ya a investigar a dos integrantes del gabinete.
La luna de miel del nuevo régimen ha terminado, ahora Margarita González Saravia enfrenta su verdadero desafío: convertir la confianza en resultados, regresar la dignidad en la actividad pública y hacer eficaz el desempeño de las instituciones. La buena voluntad, si no se acompaña de hechos concretos que mejoren la vida de las personas, solo es un deseo.
Pero lo más importante es que la promesa de combate a la corrupción enarbolada a lo largo de la campaña y repetida incansablemente durante diez meses se traduzca en acciones contundentes, para que los vicios del pasado no se repitan en su gobierno, como ya está sucediendo.
La coincidencia en las historias de todos los gobernantes es que al final del camino el juicio social no versa en el esfuerzo individual de la persona que está al frente del ejecutivo, sino en los logros que alcanzó su gobierno y los cambios que provocaron en el estado.
Margarita González Saravia es una buena persona, un gran ser humano y de eso se aprovechan algunos; en política como en el ajedrez no basta mover las piezas, hay que saber jugar.
Trabajar mucho no es lo mismo que gobernar bien; los ciudadanos no votaron por una gobernadora incansable, sino por un gobierno que de resultados.
· posdata
Aunque inseguridad y violencia son cosas diferentes, para el grueso de la población una es sinónimo de la otra. Ergo: si hay violencia hay inseguridad.
Ese es el principal problema de las autoridades estatales, por más que presenten números, cifras y aparezcan en un mejor lugar en las estadísticas, cada vez que ocurre un hecho de violencia todo lo ganado se pierde.
El trabajo del secretario de seguridad y del fiscal es enorme, empieza con la responsabilidad directa de sus encargos, pero luego avanza por el espinoso terreno de la percepción y la rabiosa red de complicidades entre jueces y delincuentes.
La historia se repite una y otra vez: la policía detiene a criminales, los pone a disposición y una autoridad judicial determina su inmediata liberación.
Los magistrados y jueces afirman que actúan en estricto apego a derecho, pero en la realidad lo que vemos son criterios distintos. Veamos un ejemplo más:
Ángel Gabriel “N” fue uno de los diez detenidos en los cateos del pasado 18 de julio en la colonia Modesto Rangel de Emiliano Zapata, mismos que ayer fueron puestos en libertad por un juez que declaró ilegal su detención.
Ángel Gabriel “N” fue detenido el pasado 24 de mayo en un operativo que culminó en enfrentamiento en el hotel Burgos de Temixco junto con otras cuatro personas. De este último caso fue puesto en libertad con medidas cautelares, las cuales incumplió y por ello fue reaprehendido al salir de la ciudad judicial de Atlacholoaya, luego de ser dejado en libertad por los cateos en Emiliano Zapata.
Veamos el panorama completo: a Ángel Gabriel “N” lo detuvieron en mayo en un enfrentamiento, lo liberaron una semana después con medidas cauteleras y lo volvieron a detener en julio el cateo de Emiliano Zapata el pasado viernes. A pesar de ello nuevamente un juez lo liberó este lunes y las autoridades lo detuvieron nuevamente por incumplimiento de las medidas cautelares de mayo. Ángel Gabriel “N” tiene apenas 18 años. ¿Cómo puede una autoridad judicial defender semejante aberración? ¿Cómo puede un gobierno pacificar un estado cuando uno de los tres poderes abiertamente trabaja para la delincuencia?
Hablamos de casos reales, de hechos comprobables.
La lucha de Edgar Maldonado y de Miguel Ángel Urrutia no solo es contra los grupos criminales, es también contra los jueces y los magistrados.
¡Está cabrón!
· nota
Después de muchísimas acusaciones y señalamientos por presuntos actos de corrupción y abusos de autoridad, el gobierno estatal determinó la expulsión de la procuradora ambiental estatal.
La salida de Liliana Fernández fue celebrada dentro del gobierno y en el sector privado, la dama era referencia de cosas negativas, acciones ilegales y la presunción de que presionaba para obtener dinero. “Además no contaba con el perfil profesional para ocupar el cargo, fue cuota política del Verde”, cuentan en los pasillos de poder.
Poco a poco el gobierno de Margarita González Saravia se va depurando; faltan los hermanos que ofrecen contratos y negocios a cambio de un regreso, los que ponen por delante el nombre de la gobernadora y utilizan como argumento que “se tienen que cumplir los compromisos de campaña”.
Cuando Margarita González Saravia se dé cuenta de lo que está ocurriendo seguramente tomará cartas en el asunto.
Ojalá que cuando eso suceda no sea demasiado tarde.
· post it
¿Qué fue exactamente lo que pasó en las oficinas de la SDS?
· redes sociales
La historia se repite sexenio tras sexenio. No se puede pedir un resultado distinto cuando se sigue haciendo lo mismo.
Y con los mismos.
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