La nota roja en tiempos violentos. De Ingrid Escamilla a la autocensura. ¿Debe la nota roja proscribirse o solo ser “no tan roja?

En opinión de Aura Hernández

La nota roja en tiempos violentos. De Ingrid Escamilla a la autocensura. ¿Debe la nota roja proscribirse o solo ser “no tan roja?

 

El morbo por la nota roja es parte de una técnica de preservación psicológica. No sólo se exorciza el delito ubicándolo como el suceso remoto en la pantalla de televisión; también, al incorporarlo al espectáculo, se banaliza el hecho de sangre. Por su naturaleza, el morbo es la "técnica de control" psicológica de la violencia inmanejable.

 

Carlos Monsiváis, en Notas sobre la violencia urbana, 1999.

 

A principios de la década de los noventa, el periódico El Financiero, que en principio muchas personas concebían como un diario dedicado a las noticias económicas del país y del mundo, era por mucho un rotativo ejemplar y en el que escribían las mejores plumas del país y se distinguía por su rigor, su profesionalismo y por la amplia variedad de temas que incluía en sus páginas día a día.

Entre sus contenidos se privilegiaban ya, temas como los derechos humanos, el medio ambiente, el derecho al agua, entre otros. Además incluir una sección cultural tan exquisita y plural que seguramente debe haber sido la envidia de muchos colegas. Precisamente, en la sección de cultura había un espacio denominado “La no tan roja”, en el que se abordaban desde una perspectiva casi cultural noticias del ámbito judicial y a partir del cual era posible mirar los procesos de violencia desde una perspectiva diferente

Traigo a cuento el tema porque recientemente se ha debatido mucho sobre la pertinencia o no de que los medios de comunicación tradicionales eliminen de sus páginas la consabida nota roja,  y tanto se ha discutido que yo tengo serias dudas de sea una autentica preocupación o un debate inducido.

Algunos medios lo han anunciado con un paso de gran trascendencia y de civilidad que atiende a la banalización que se tiende a hacer de los hechos violentos en la actualidad, aunado a la exacerbación de la discusión a la que, con justa razón, nos condujo la exposición del feminicidio de Ingrid Escamilla y la difusión que se hizo del mismo en los medios sensacionalistas.

Pero veamos, ¿qué beneficios traería que los medios de comunicación, que viven primordialmente de exponer en sus páginas a las personas fallecidas en situación de violencia, de una vez por todas den un portazo a la nota roja? Un beneficio sería evitar que los medios coloquen en sus portadas las muestras del horror cotidiano que vivimos como producto de la gran espiral de violencia que nos aqueja desde hace más de 15 años.

También, las personas nos ahorraríamos, en los cruceros y en los puestos de periódicos, ser testigos de los pormenores de los asesinatos en masa, de los feminicidios, de los secuestros, de las ejecuciones y demás actos de violencia que integran el catalogo del horror de la violencia, que de tanto verlo ya no lo miramos.

Otra consecuencia de la proscripción de la nota roja, sería que las personas que desde la escena del crimen filtran las imágenes, perderían el gran negocio que significa la venta soterrada de las fotografías del horror;  algunos medios bajarían sus ventas, los adultos dejaríamos de normalizar la barbarie y como consecuencia las niñas y niños también estarían menos expuestos a la violencia y posiblemente nos ahorraríamos casos como la masacre de Torreón o de Columbine en Estados Unidos.

Pero ¿quién obtendría los mayores dividendos con la medida? Indudablemente serían los gobiernos en sus tres niveles, pues parecería que los hechos de violencia no existen porque no se habla de ellos y por tanto la opinión pública bajaría sus niveles de crítica y por tanto los políticos podrían reelegirse más fácilmente o jugarle al chapulín impunemente, por ejemplo.

Y no es que yo quiera hacer en este espacio una apología de la ahora tan  vilipendiada nota roja, si no dejar constancia de que no nombrar las cosas no las desaparece, la violencia está en la cotidianidad y las personas tenemos derecho a saber, las autoridades tienen la obligación de informarnos sobre la vida pública y su problemática y los medios tienen también la obligación de hacer un abordaje riguroso, profesional, ético y sobre todo con perspectiva de derechos humanos, de los hechos de violencia, y las personas fallecidas que son exhibidas pisoteando sus derechos y su dignidad no deberían ser revictimizadas.

Yo opino que la nota roja, debe dejar de ser tan roja y  los medios y las autoridades deben asumir la responsabilidad que estos tiempos les exigen.