La improvisada realidad
En opinión de César Daniel Nájera Collado
Era de esperarse que, a raíz de la crisis en México, el Tren Maya se convirtiera en un proyecto completamente inamovible, todo bajo el pretexto ser un generador de actividad económica, y por ende, de empleos. Y si logramos ignorar la destrucción ambiental que implica (cosa que no debemos procurar), viéndolo desde una perspectiva de desarrollo mayormente turístico, se podría deducir que es (o al menos era), comparado con Dos Bocas o Santa Lucía, el más adecuado de los proyectos “estandartes” de López Obrador. Sin embargo, cuando el presidente dio el banderazo del Tramo 1 en Palenque el pasado jueves, se observaron tres cosas muy recurrentes en la 4T: improvisación, desorganización y poca calidad. En lugar de mostrarle al mundo un proyecto cuidado y con alto potencial, se expusieron vagones carga, viejos y descuidados, rodando sobre vías en las mismas condiciones, en un evento que parecía carecer de la más mínima preparación.
Nuevamente, dejando de lado el inminente ataque a la red de cuevas subacuáticas más grande del mundo (entre otras cosas), el Tren Maya puede representar un detonante en turismo e inversión extranjera. Sin embargo, el actual gobierno se ha especializado en dejar una mala imagen en casi todos los aspectos relativos a él. Por lo tanto, si así empezó el proyecto, cuesta creer que se logre todo lo visualizado. Pero bueno, las falsas promesas y la ejecución pobre dejaron de ser novedad hace mucho tiempo.