Observador político - Crónica de una derrota anunciada con Lucy Meza
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
En la noche del pasado domingo 2 de junio, mientras el país aguardaba los resultados electorales con expectación, el ambiente en el cuarto de guerra de Lucía Mesa Guzmán estaba cargado de nerviosismo, preocupación y desinformación. Sabían que los números no estaban a su favor. En el Holiday Inn de la colonia Acapatzingo, Cuernavaca, se gestaba una escena de opacidad y desprecio por la transparencia democrática.
LA FIESTA DEL TRIUNFO.- Una de las materias obligadas en la carrera de periodismo es la semiótica, ciencia que estudia los sistemas de signos como son: los códigos, lenguas, señales, entre otras. Y que además, esta definición abarca también los sistemas de signos como las lenguas de los sordos, las señales de tráfico, los códigos, el alfabeto Morse, etc. De ahí qué, se puede visualizar el ambiente de euforia y complacencia del equipo de Margarita González Saravia quién hizo su entrada triunfal al Hotel Las Quintas. La escena, cuidadosamente montada para las cámaras, que proyectó una imagen de victoria inminente. Detrás de la sonrisa maquillada y los abrazos efusivos, se pudo comprobar la realidad electoral que era, un triunfo contundente en la jornada del domingo 2 de junio.
El contraste entre ambos escenarios no podría ser más revelador. Mientras el equipo de Lucy Meza se atrincheraba en un ambiente de secreto y exclusión, el equipo de González Sarabia se regodeaba en una fiesta de autocomplacencia, alimentada por bocadillos y elogios. Pero la verdadera fiesta estaba reservada para los poderosos, los privilegiados que se codeaban con la próxima gobernadora en un acto de adulación.
La presencia de periodistas de una cadena nacional, como lo fue Fuerza Informativa Azteca, ávidos por capturar la narrativa de un triunfo histórico, solo servía para perpetuar la ilusión y ocultar la realidad detrás de las cámaras. Mientras tanto, en las sombras, se fraguaban acuerdos y se tomaban decisiones que afectarían el destino de miles de ciudadanos.
La noche del 2 de junio no solo reveló el contraste entre dos realidades políticas, sino también la urgente necesidad de un cambio profundo en nuestro sistema democrático. Mientras unos se refugiaban en la oscuridad del secretismo y la exclusión, otros se regodeaban en una victoria preconcebida.
Y es que, detrás de las sonrisas y los discursos la realidad era evidente muchísimo tiempo antes de lo que se tenía estipulado o previsto, eran las dos caras de la moneda: cara de un lado y cruz del otro. No hace falta decir de cada quien de las abanderadas que participaron en un proceso democrático, en el que no hubo violencia ni actos que lamentar como han ocurrido en otros procesos constitucionales donde ha habido elecciones.
La victoria de Margarita González Sarabia puede haber sido virtual en las urnas, pero la verdadera victoria democrática solo se alcanzará cuando cada voz sea escuchada y cada voto cuente de verdad y se logren cumplir los acuerdos que realizó en campaña y para lo cual, tendrá que rodearse de los mejores hombres y mujeres para poder garantizar, que la violencia disminuya, que la paz regrese a Morelos y el impulso al desarrollo económico, político y social se intensifique. En verdad, es hora de hacer historia, pero esta vez, juntos y de verdad por el bien de Morelos.
FUNERAL POLÍTICO.- El otro lado de la moneda nunca fue más evidente que en aquel sombrío búnker de Lucía Meza. La conferencia de prensa, anunciada con la esperanza de triunfo, se transformó en un velorio político, donde la tristeza y la incredulidad colmaron el ambiente; en contraste con la belleza artificial del hotel Holiday Inn, el equipo de campaña de Meza no lograba ocultar su desaliento.
Escasas personas llegaron, ninguna con sonrisas triunfalistas. Más bien, reinaba el escepticismo y el rechazo. El presidente del PRI, Jonathan Márquez, intentó mantener la dignidad del proyecto, pero el abandono de la presidenta del PAN, Dalila Morales que también era candidata en Jiutepec y para variar perdió, aunque ahí estaba Juan Carlos Martínez Terrazas, fue evidente. ¿Dónde estaba la solidaridad política cuando más se necesitaba?
Lucía Meza, con un discurso optimista pero vacío, afirmó llevar la delantera, empero, no hubo fotos, abrazos ni música de celebración, solo quedó la amarga realidad de una derrota anunciada. Los del extinto Frente Amplio por Morelos no lograron persuadir al estado con su candidata, y el intento de festejar fue más bien patético.
El presunto intento de festejar en la oscuridad, con lágrimas fingidas y caras tristes, reveló la verdadera naturaleza de la derrota. Intentaron escudarse en la autoridad en turno, acusando y atacando, pero la realidad era innegable: habían perdido.
ALARGAR LA AGONIA.- Quisieron alargar la agonía, anunciando festejos que nunca llegaron a concretarse. Quizás el verdadero festejo será en un futuro lejano, cuando puedan olvidar esta humillante derrota. Por ahora, solo queda el silencio de un proyecto político fracasado y la promesa incumplida de un cambio que nunca llegó.
La lección es clara: la política no se gana con promesas vacías y estrategias carentes de autenticidad por lo que Lucía Meza y su equipo han aprendido la amarga verdad de que el pueblo no se deja engañar fácilmente. Y mientras tanto, Morelos espera un liderazgo verdadero, no más funerales políticos disfrazados de victorias.
En un estado como Morelos, marcado por su belleza natural pero también por la lucha constante de su pueblo, las promesas vacías y los intentos desesperados por retener el poder no son suficientes; la gente espera líderes que comprendan sus necesidades reales, que estén dispuestos a luchar por la justicia social y la equidad.
El fracaso de Lucía Meza y su equipo no es solo un golpe para su carrera política, sino también un recordatorio para todos los aspirantes al poder: el verdadero cambio no se logra con discursos vacíos y maniobras políticas cuestionables.
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