La ideologizacion de la ¨inteligencia¨ mexicana, una tradición que persiste.
En opinión de Aura Hernández
“El pasado por lo tanto es una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente inevitable de las instituciones, valores y otros patrones de la sociedad humana”.
Erik Hobsbawm.
Quienes por diversas razones hemos tenido acceso a los archivos históricos de las instituciones de “inteligencia” mexicanas, hemos podido constatar que en nuestro país el aparato de inteligencia, o de espionaje para ser muy claros, está al servicio de la ideología del régimen dominante. Históricamente el espionaje montado sobre la disidencia ha tenido fines represivos y de control social.
Desde Rubén Jaramillo en el siglo pasado hasta el 2017, cuando el periodista freelance guerrerense, Cecilio Pineda, fue ubicado y asesinado por sicarios poco después de que su nombre fue incluido en la lista de personas espiadas por el malware isrealí “Pegasus” contratado por el gobierno mexicano, los sistemas de inteligencia en nuestro país se han distinguido históricamente por ser instrumentos de represión contra la disidencia política.
Rubén Jaramillo fue un personaje emblemático de la oposición el régimen priísta en la segunda mitad del siglo XX mexicano y por tanto su vida era seguida por sistemas de espionaje mexicanos desde la Dirección de Investigaciones políticas y Sociales en los años cincuenta, hasta su muerte en 1962 por la Dirección Federal de Seguridad(DFS). Este órgano desapareció hasta el sexenio de Miguel de la Madrid a principios de los años ochenta y se convirtió en el brazo ejecutor por excelencia de la representación política en nuestro país. Muchas historias negras se tejieron en torno a su existencia, y no sin razón. Desde la participación de sus agentes en los grupos de los nacientes carteles del narcotrafico, en las desapariciones de dirigentes políticos, hasta la participación de sus ex agentes en el asesinato del periodista Manuel Buendía.
En el caso de Jaramillo, su artero y “pedagógico” asesinato fue producto de la paranoia anticomunista del sistema, alimentada por los informes que elaboraban sobre las rodillas los agentes de la Dirección Federal de Seguridad que lo espiaban y que lo mostraban como instrumento del gobierno cubano en contra del gobierno norteamericano.
En 1962, el año que asesinaron a Rubén Jaramillo, a pesar de que México fue el único país que se pronunció en la OEA en contra de la expulsión de Cuba de ese organismo, el gobierno cedía en los hechos a la presión norteamericana para apoyar su política anticomunista, y que veía cualquier disidencia en el continente como acciones del comunismo soviético.
Según informes que fueron revelados y publicados en los años noventa, México llegó incluso a ofrecer la Isla de Cozumel a los norteamericanos para ser usada como porta aviones en una posible invasión a Cuba. El aparato de inteligencia mexicano también espió, de acuerdo con los archivos de la Dirección Federal de Seguridad, a los mexicanos que visitaban la isla caribeña que era vista como un foco de insurrección comunista América latina.
Fue la época de la crisis de los misiles, la época de la frustrada invasión norteamericana de Bahía de Cochinos y fue también una época en que la inteligencia mexicana, alimentó con informes “poco rigurosos”, la persecución contra muchos personajes disidentes del régimen.
En la segunda mitad del siglo XX mexicano fueron conocidas las persecuciones, incluso públicas, en contra de activistas, como fue la represión en contra de seguidores de Miguel Henríquez Guzmán, ex candidato a la presidencia de la República en la Alameda de la ciudad de México cuando protestaban contra “el fraude electoral” que durante el gobierno de Miguel Alemán dio el triunfo a Adolfo Ruiz Cortines.
Fue también la época de la aparición de grupos paramilitares auspiciados por el gobierno como la organización anticomnista Los Dorados, ejecutores de la mencionada represión a los henriquistas en 1952. Morelos fue gobernado en los años cincuenta por un integrante distinguido de Los Dorados, el general Norberto López Avelar, quien entre otras cosas recrudeció el espionaje y la represión contra Rubén Jaramillo y sus seguidores.
Ya en los años sesenta esa agrupación continuaba apoyando la labor de “exorcizar” el comunismo de México. Los Dorados, llegaron incluso a proponer al Presidente de la República que se hiciera una investigación sobre los empleados gubernamentales simpatizantes del comunismo y se les colocará una insignia en forma de estrella de cinco picos que los identificará como militantes del comunismo y como un peligro para México. Algo parecido lo que sucedió con los judios en la Alemania nazi.
Este trabajo de identificación de “grupos subversivos” continuó casi durante toda la segunda mitad del siglo XX y fue también el origen de desapariciones y asesinatos de personajes opositores al régimen. Lo que ahora conocemos como la “guerra sucia” de los años setenta fue sin duda, producto de esa nefasta operación de los aparatos de seguridad del Estado méxicano.
Lo fue también, desgraciadamente hasta los años ochenta, los asesinatos de militantes de lo que entonces se denominaban “cardenistas” y en ese contexto ocurrió en Morelos la desaparición, aún no esclarecida, de José Ramón García Gómez en 1988.
Las listas de personas espiadas con el malware “Pegasus”, dada a conocer ayer por un consorcio de medios internacionales y nacionales evidencia que, igual en en el siglo pasado, persiste en el aparato de seguridad del Estado mexicano, o por lo menos así ocurría en 2017, una política de seguridad improvisada, maliciosa y paranoica.
Para darnos una idea tangible de lo significa basta el dato siguiente: de cincuenta mil personas espiadas por Pegasus en el mundo, 15 mil lo fueron por órdenes del gobierno de México, un porcentaje demasiado alto para un país como el nuestro, pero entendible por los antecedentes históricos represivos de las agencias “de inteligencia” del Estado mexicano. El actual presidente de la republica y todo su entorno cercano, fue victima de la operación Pegasus y un número considerable de activistas opositores y comunicadores padecieron la invasión de su esfera privada de un régimen que los veía como el enemigo a vencer.
Hoy que el fantasma del anticomunismo ha sido resucitado por las derechas en el mundo y cuyas acciones se articulan mediante tácticas y estrategias homologadas a través de redes como Atlas Network se hace indispensable refrescar la memoria sobre estos hechos que muestran lo que los totalitarismos, de cualquier signo han costado a la humanidad.
Perú, Bolivia, Brasil, México en Latinoamérica, España y Polonia en Europa son solo algunos ejemplos de esa acción sincronizada que no debemos subestimar y para lo cual la historia es una herramienta fundamental para su análisis. No olvidar, no repetir.