Juego de Manos - Ojalá

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Ojalá

Cuando los discursos de odio se disfrazan de opiniones y la violencia se escuda detrás de la bandera de la libertad de expresión, el silencio se torna en complicidad. Hace unos días, llamó la atención en redes sociales el video del profesor de la Universidad Veracruzana (UV), Marcelo Pavón, quien hizo una serie de comentarios homofóbicos y misóginos durante una de sus clases.

Grosso modo, su discurso se dividió en dos partes. Una primera, en la que se posicionó en contra de la homosexualidad, encapsulándola en 4 adjetivos: una barbaridad, marranada, cochinada y porquería. Posteriormente, se refirió al aborto y a los embarazos no deseados.

El profesor preguntó, dentro de otras cosas, para qué [la mujer] “anduvo abriendo las piernas” (como aparente raíz de la problemática) y dio como solución el uso de inyecciones y pastillas anticonceptivas. Ojalá el panorama fuera como lo imagina el profesor, donde los embarazos no deseados tienen como raíz única un momento de calentura, y tanto la educación sexual como los métodos anticonceptivos son accesibles. Ojalá.  

El audiovisual fue compartido a través de redes sociales, donde fue duramente criticado por las y los usuarios, quienes llamaron a la universidad a tomar cartas en el asunto. La Dirección de la Facultad de Contaduría y Administración de la UV respondió a la polémica llamando a la comunidad estudiantil a que presente una denuncia en el Protocolo para Atender la Violencia de Género y; también, la Dra. Sara Ladrón de Guevara —rectora de la universidad— compartió a través de su cuenta de Twitter un comunicado en el que señala que la Universidad Veracruzana reprueba sin ambages la misoginia, la homofobia y las expresiones de odio.

Este caso es grave no solo por el mensaje particular del educador de las Facultades de Contaduría y Administración y de Derecho, sino también por el contexto en el que se lleva a cabo, dentro de un salón de clases virtual desde una posición de poder, la de profesor; con lo que la “opinión personal” se institucionaliza.

Durante esta pandemia han salido a la luz diversos videos de profesores que hacen declaraciones desafortunadas (por no decir clasistas, racistas, homofóbicas y/o misóginas) durante sus cátedras. Hay que tener claro que estos pensamientos no surgieron a partir de esta contingencia sanitaria, sino que ya existían, pero no habían encontrado un espacio para manifestarse.

Desde la falsa intimidad que brinda un espacio de videoconferencia, profesores han hecho públicas sus opiniones (¿o agresiones?) sobre diversos temas y grupos poblacionales, aunque el foro más grande para estas expresiones (así como sus evoluciones más trágicas) está en el México indolente, impune y de raíces inmutables. Los discursos de odio y las actitudes discriminatorias se encuentran más cómodas en espacios de oídos sordos y vistas ciegas. He ahí la importancia de alzar la voz, he ahí la insistencia en atender estas problemáticas.

 

Por cierto

 

Hace poco más de una semana, dimos con la noticia de un fuerte accidente (dividido en 3 partes) en la autopista México-Cuernavaca, donde perdieron la vida 6 motociclistas. Este caso llamó la atención nacional y llevó a una serie de críticas y debates alrededor de la conducción de los bikers.

Asimismo, a partir del alcance que tuvo esta tragedia, diversos grupos de bikers en redes sociales hicieron un llamado a través de sus redes sociales para que las y los conductores de motocicletas “le bajen”, a que manejen con precaución y a que sean responsables.

Aquí vale la pena recordar que, más allá del discurso, estos mismos grupos han sido protagonistas de casos de desorden público y agresiones a peatones y conductores; como ha ocurrido en eventos masivos como el Acamoto. Es benéfico que se hagan llamados desde el interior de la comunidad motociclista, pero estos mensajes no deben ir acompañados de una amnesia conveniente.

También, se debe señalar que la problemática que envuelve a las motocicletas no se reduce a las carreritas en la autopista, sino que se extiende también al nulo respeto de los carriles dentro de las ciudades, al caso omiso de las señales de tránsito y la virtual inmunidad a las sanciones, consecuencia de la dificultad para alcanzarles. En este sentido, el análisis de este caso debe extenderse mucho más allá de lo ocurrido el pasado 15 de agosto en la autopista México-Cuernavaca, pues el espacio-tiempo de esta problemática es mucho más amplio.

De acuerdo con cifras de la Estadística de accidentes de tránsito terrestre en zonas urbanas y suburbanas, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020 perdieron la vida 494 motociclistas, de los cuales 135 tenían una edad de entre 12 a 30 años (siendo el rango de edad con más fatalidades). Los días de la semana con mayor índice de accidentes de este vehículo fueron los sábados y los viernes.

A todo esto ¿qué se necesita? A largo plazo, una educación al respecto, para dejar a un lado la concepción individual del manejo y, así, comprender que es una acción que obligadamente involucra al colectivo. Es decir, que independientemente de los deseos personales y la resignación de “morirse al volante”, se debe tener presente que el manejo imprudente pone en riesgo a las demás personas que se encuentran circulando.

Por otro lado —a corto y mediano plazo— se necesitan mecanismos que permitan documentar, procesar y sancionar estas conductas de manera eficiente y sin poner en riesgo a terceros en el proceso. Evidentemente, medidas como persecuciones a alta velocidad están descartadas, puesto que ponen en peligro a terceros; no obstante, la inactividad tampoco es una opción.

Este domingo, un gran grupo de motocicletas realizó una rodada desde caseta de Tlalpan (en la Ciudad de México) hacia 3 Marías, para rendir homenaje a las 6 personas que perdieron la vida el fin de semana anterior. Además de las flores y las lágrimas, se debe adoptar una actitud preventiva de futuras tragedias.

 

Maneja con cuidado:

 

diegopachecowil@gmail.com