Escala de Grises - Romper los cristales
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado 9 de febrero, elementos de la policía encontraron el cuerpo desollado y sin órganos de Ingrid Escamilla. Pocas horas después, las fotografías del crimen fueron difundidas por periódicos nacionales (cuyos nombres no serán mencionados). Estas fueron las razones para que se convocara a varias protestas en contra de la violencia de género que se vive en el país.
El jueves de esa semana, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, garantizó la seguridad para quienes participaran en las manifestaciones y destacó la colaboración de mujeres policías para cumplir con las demandas de las colectivas separatistas y evitar hechos violentos.
El 14 de febrero, los puntos de reunión en la Ciudad de México eran Palacio Nacional a las 6 a.m. y las sedes de los periódicos que difundieron las fotografías del cuerpo de Ingrid a las 12 y a las 6 p.m. Sin embargo, la convocatoria se extendió a nivel nacional, pues en entidades como Aguascalientes, Cancún, Colima, Culiacán, Durango, Ecatepec, Guanajuato, Mérida y Puebla también se realizaron protestas.
Mientras las mujeres se organizaban para exigir seguridad, Claudia Sheinbaum llegaba a un encuentro con legisladores de Morena y otros personajes. Un reportero se acercó a pedirle un mensaje para aquellas que se manifestaban ese día en la CDMX. La jefa de Gobierno intentó fingir una sonrisa que el disgusto, irremediablemente, le distorsionó y contestó “ahorita no”. Dio las gracias, aceleró el paso y fue recibida en el recinto con un “¡Bravo!”. Si no es ahorita, ¿cuándo?
Como era de esperarse, el video con la reacción de la funcionaria se viralizó en Twitter y la ola de críticas inundó la plataforma. Un día después de su lamentable respuesta, tras otra falla en su administración relacionada con “El Lunares”, Sheinbaum Pardo se sacó de la manga una… “estrategia” —que podemos nombrar como pésima o desesperada— y aseguró que “ahorita no habrá corrupción ni impunidad”. La audacia.
Ese mismo día, durante las protestas, la policía capitalina disparó extintores directamente en la cara de las mujeres. El humo color verde que emanaba de las mangueras les provocó a las asistentes ardor en los ojos, garganta y ataques de tos. Sin embargo, la Secretaría de Seguridad Ciudadana ASEGURÓ que los elementos únicamente portaban equipos de protección personal que no incluía gases. ¿Qué tal? Aquí por mentiras no paramos.
Eso sí, a la jefa de Gobierno se le recibe con mucho aplauso, pero ¿A qué se deberá tanta porra? ¿Será por criminalizar las protestas luego de tres denuncias a elementos de la policía por violación? ¿Por la indiferencia que le provocan las manifestaciones? ¿Por irse a convivir un rato, mientras las mujeres de la ciudad salían a gritar justicia para las asesinadas y cero impunidad para los feminicidas? ¿Por tener activada la Alerta por Violencia de Género, pero no encender la empatía o la sensibilidad con el problema? Yo pregunto.
Fátima Cecilia
El pasado 11 de febrero, en una de las alcaldías de la Ciudad de México, una niña de 7 años fue reportada como desaparecida. La última vez que la vieron llevaba puesto su uniforme escolar y su mochila. El 16 de febrero, identificaron a Fátima. Su cuerpo fue encontrado con signos de tortura en un camino de terracería, envuelto en bolsas de basura.
Claudia Sheinbaum, mediante su cuenta oficial de Twitter, se pronunció al respecto y escribió: “Es indignante, aberrante, doloroso que alguien sea capaz de herir a una niña; este crimen no va a quedar impune. La Secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía de la Ciudad trabajan con todas sus energías para encontrar a l@s culpables y llevarlos ante la justicia”.
Cuando el presidente López Obrador fue cuestionado sobre el tema ni siquiera se refirió al hecho de forma particular y argumentó que “la descomposición social es culpa del neoliberalismo”, que este problema “no se resuelve con policías y cárceles” y que “hay que apresurarnos para tener la constitución moral”; pero que él tiene su “conciencia tranquila, pues trabaja todos los días para garantizar la tranquilidad de las personas en el país”... Pues no le está saliendo muy bien, señor.
Por su parte, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México ofreció dos millones de pesos de recompensa a quien ofrezca alguna información sobre la mujer —desconocida, hasta el cierre de esta columna— que se llevó a la niña al salir de la escuela. Sobra decir que esos dos millones de pesos [o los cinco o los diez que puedan ofrecer] debieron ser empleados para encontrar a Fátima viva.
Resultado de las investigaciones, se ha descubierto que la escuela Enrique C. Rébsamen, a la que asistía la menor, no cumplía con los protocolos de seguridad para la entrega de infantes a sus tutores responsables al momento de la salida.
Como podrá darse cuenta, esta situación en particular —así como los 10 feminicidios que ocurren todos los días en México, el acoso y la violencia de género— no se teje únicamente con una bola de estambre. Si usted me lee constantemente, podría pensar que no tengo más que decir respecto al tema de la violencia de género, pero no es así.
Del mismo modo, podría pensar que el problema nos es ajeno, que son las autoridades quienes deben resolverlo, pero tampoco es cierto. Aunque las instituciones tengan una gran culpa y responsabilidad, quienes formamos parte de la sociedad también tenemos mucho por hacer.
El machismo nos afecta a todas las personas, de formas muy diferentes, pero a todas las personas. Si se combina lo anterior con la falta de empatía y la poca sensibilidad con el tema porque se reduce a “ni machismo ni feminismo, humanismo”; “no todos los hombres…” o el argumento más simple [y distante] que usted prefiera, el resultado es desolador.
Los protocolos de acción, las estrategias para tratar de erradicar la violencia de género y los protocolos para concientizar al respecto están mal en todos los sentidos. Asimismo, las investigaciones de los crímenes de odio se están abordando de forma errónea, pero asumir que no somos parte del problema, también es negligencia nuestra.
Debemos identificar muchas cosas que componen nuestra cotidianidad: los privilegios de los que somos parte, la intolerancia en nuestra forma de pensar; los comentarios e incluso los insultos que provienen de la misoginia y el machismo; las acciones que violentan la integridad de las personas, entre otras cosas. Debemos analizar de forma crítica nuestro comportamiento y el de las personas que nos rodean, corregir la falta de empatía, quitarnos la indiferencia.
No queremos condolencias. La indignación es una herramienta débil si es lo único con lo que pretendemos solucionar la impunidad. Nombremos a nuestras asesinadas. Nombremos a nuestras desaparecidas. Hagamos lo imposible, desde nuestras trincheras, para romper los cristales que nos separan de la justicia. Aquí nadie se rinde.
La recomendación: Tsunami es una antología [imperdible] de textos escritos por mujeres que expone la falta de representación, las definiciones, las etiquetas impuestas por la sociedad, las diferentes formas de violencia (histórica, social, cultural); entre otras facetas de ser mujer. Este libro es una invitación a cuestionarnos la vida y, sobre todo, a transformarla.
Seamos resistencia:
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