Escala de Grises - Cambiemos de perspectiva
En opinión de Arendy Ávalos
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante septiembre se realizaron más de 20 mil denuncias por violencia familiar. Esta es la segunda cifra más alta del año, solo por encima del máximo histórico nacional alcanzado en marzo, el primer mes del confinamiento y aislamiento social por la pandemia.
Además de lo obvio — que 20,087 mujeres fueron violentadas de alguna manera dentro de su propia casa por algún familiar—, ¿qué significa esto? Que la violencia en contra de las mujeres no se detiene, ni disminuye. O se mantiene o incrementa.
Implica que la violencia contra las mujeres no está perpetrada por monstruos ni por criaturas míticas que las acechan de noche; sino por hombres comunes, que comparten familia y espacio con ellas. En tan solo un mes, se levantaron veinte mil ochenta y siete denuncias para intentar frenar una situación que es tan cotidiana como dolorosa.
La normalización de la violencia dentro del hogar en un país como el nuestro también es un problema. Permítame preguntarle algunas cosas. ¿Cuántas veces ha escuchado “se lo ganó” como un argumento para tratar de justificar algún maltrato hacia las mujeres? ¿Cuántas veces ha escuchado “te pega porque te quiere” como el epítome de la aceptación de alguna muestra de violencia?
Ojo. Estas afirmaciones o “argumentos” no solo se escuchan en conversaciones ajenas. Este tipo de discursos y sus variantes son reproducidos en producciones televisivas, en contenidos que circulan en las plataformas digitales, en canciones que se cantan a todo pulmón en las fiestas e, incluso, en la publicidad. Su normalización es tan grave que, a pesar de aparecer a simple vista, muy pocas personas (cada vez más, afortunadamente) logran darse cuenta de lo graves que son.
Bajo esta misma línea, el SESNSP reveló que en el mes patrio se realizaron mil 514 denuncias por violación sexual, lo que representa el tercer dato más alto en lo que va del veinteveinte. Los máximos históricos de violencia de género —en todas sus modalidades– siguen superándose.
Tan solo el mes pasado hubo 78 víctimas de feminicidio, 21 mil 943 llamadas por violencia contra la mujer, 415 por abuso sexual, 301 por violación, 782 por hostigamiento sexual, 20 mil 510 por violencia en pareja y 57 mil llamadas por violencia familiar.
Si usted necesita cifras para dimensionar los problemas sociales, ahí están. Estos números nos demuestran [una vez más] que la culpa nunca es de las víctimas, del lugar en el que se encuentran ni de la ropa que llevan puesta al momento de ser violentadas. El problema está en el sistema, en todos los aspectos que conforman la sociedad y que, al estar normalizados, son invisibilizados día con día.
El ejemplo perfecto lo encontramos en las instancias encargadas de investigar casos relacionados con violencia de género. En México existen 3 mil agencias del Ministerio Público, solo 177 de ellas tiene algún tipo de especialización para atender delitos contra las mujeres.
Según la Secretaría de Gobernación, solo 4.2% se especializa en perseguir delitos contra las mujeres y violencia intrafamiliar (el segundo delito con más denuncias en todo el país). Lo que explica uno de los problemas más grandes de nuestro sistema de justicia: la impunidad y la criminalización de las víctimas.
¿Cómo pueden las instancias garantizar seguridad y justicia para las mujeres violentadas si ni siquiera cuentan con la capacitación, sensibilización o infraestructura necesaria para atender estos casos? Aquí el problema involucra a las instituciones en todos los niveles.
Cada día, 482 mujeres acuden a denunciar violencia familiar; es decir, se abren 20 carpetas de investigación cada hora. Sin embargo, solo 177 agencias cuentan con las herramientas para atender este tema.
Las estrategias para combatir, contener y erradicar este problema están mal enfocadas, mal aplicadas y, definitivamente, son insuficientes. No se presta atención suficiente a las denuncias previas que hacen las mujeres, las desapariciones son mejor abordadas en las plataformas digitales que en las propias instancias de justicia y la prevención se enfoca únicamente en las mujeres como “responsables del problema”.
Cambiemos de perspectiva. Los hombres son quienes ocupan el mayor porcentaje de los puestos en el poder (a pesar de la paridad de género) y, por lo tanto, son ellos quienes también deberían estar sensibilizados respecto a la violencia de género.
También son los hombres a quienes deberían dirigirse las campañas gubernamentales para visibilizar todas las muestras de violencia de género. ¿No aceptas un “no” por respuesta cuando aceptas a salir a alguien? ¿Compartes fotos íntimas de tu pareja o alguna otra mujer con tus amigos? ¿Crees que las mujeres son “el sexo débil? ¿Sabes qué hacer si eres testigo de acoso hacia alguna mujer? ¿Apoyas en las tareas del hogar o crees que la aportación económica es suficiente?
Preguntas como esas pueden hacer la diferencia. Generar conciencia al respecto no es solo responsabilidad de las mujeres, la estructura misógina y la cultura machista afecta a todas las personas, en mayor o menor medida.
Se necesitan estrategias focalizadas, investigaciones con bases sólidas, acciones, medidas y capacitaciones en todos los niveles sociales para entender la gravedad del problema. Las autoridades correspondientes y todos los gobiernos también deben involucrarse para erradicar la violencia de género.
De nada sirve que las instituciones gubernamentales proclamen el día 25 de cada mes como “Día Naranja” si detrás de las puertas siguen fomentando la violencia, el acoso, las brechas salariales y la discriminación hacia las mujeres. Dejemos de pretender que la solución a este problema es superficial.
La violencia de género lleva mucho tiempo echando raíces.
arendy.avalos@gmail.com
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