El Tercer Ojo - Haciendo un poco de Memoria: Historia de la Guerra Sucia en México

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Haciendo un poco de Memoria: Historia de la Guerra Sucia en México

He recibido el día de hoy el informe que La Comisión de la Verdad (Comverdad) preparó a propósito del necesario esclarecimiento de la “Guerra Sucia” en México; tales sucesos, como es reconocido –considerados como crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado mexicano—, enlutaron a nuestra nación hacia la última treintena del siglo XX.

 

La Comisión de la Verdad (Comverdad) se constituyó como un instrumento de justicia alternativa –como consecuencia de la falta de atención social del sistema político gobernante durante décadas, debido también a la impunidad que se muestra desde tiempo atrás y en virtud de la ausencia de verdad y justicia transicional para las víctimas directas e indirectas— y como respuesta a las demandas de activistas sociales que auspiciaron su formación y brindaron su apoyo.

 

Como la misma CV hace explícito en el informe de referencia, su “investigación abarcó los acontecimientos de la llamada “Guerra sucia” de los años 1969 a 1979, por instrucciones y acuerdos de los gobiernos tanto federal como estatal”.

 

Para no olvidar y mostrar que la memoria es parte fundamental de nuestra conciencia, identidad y sentido de pertenencia comunitaria, presentaré algunos segmentos del informe como Botón de muestra de un fragmento de nuestra historia que no debemos permitir que se repita y como un homenaje póstumo a las víctimas.

 

Vayamos pues con estas partes del informe.

 

En 1960 Guerrero era el estado más pobre del país, alrededor del 60% de su población era analfabeta, no existían niveles de desarrollo económico suficiente, por lo que la mayoría de la población estaba condenada a la sobrevivencia alimentaria, el 93% de las viviendas del estado no tenían agua corriente y solamente el 23.5% contaban con luz eléctrica.

 

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Hoy sabemos que, en el período estudiado, en el Estado de Guerrero, especialmente en las regiones Centro, Costa Grande y Costa Chica existió una represión masiva y sistemática, que implicó la suspensión de facto y de manera indefinida de las garantías constitucionales que protegen la integridad física, la legalidad, la libertad personal, el libre desplazamiento o movilización, y las garantías en cualquier proceso, todo lo cual fue conculcado llevando a la formación de un estado de excepción.

 

En ese entonces, la represión generalizada y sistemática, constituyó una política de estado, ser dirigente social, disidente, miembro de algún movimiento de oposición de izquierda, o comunista, no se diga simpatizar o presuntamente simpatizar con los grupos guerrilleros o ser familiar o llevar el apellido de algún guerrillero, o por una simple sospecha de que alguien perteneciera a la guerrilla, cualquier persona de cualquier sexo o edad, fue considerada una amenaza grave para el estado.

 

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Después de más de 40 años muchos de los testigos o las víctimas, han muerto, pocos son los que aún quedan con capacidad para narrar lo que en ese entonces sucedió cuando el ejército, policía y corporaciones paramilitares realizaron indiscriminadamente detenciones sin importar la edad, sexo o condición física, cuando se impidió la introducción a las comunidades de suficientes víveres, hubo robo de ganado, se destruyeron casas, se desplazaron a familias enteras, y a quienes permanecieron en la región se les sometió a un control de hambre y miseria.

 

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De los datos obtenidos en el AGN se comprueba que en 1974 empezaron a aparecer los cuerpos sin vida de personas visiblemente torturadas, desfiguradas y quemadas, a quienes se trataba de señalar como delincuentes o relacionar con el hampa, pero que, conforme a un informe de la Dirección Federal de Seguridad, en realidad se trataba de personas relacionadas o no con el profesor Lucio Cabañas Barrientos.

 

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Un conocido represor, señaló que de 1974 o 75 a 1981 detuvieron a cerca de 1500 personas, a las que sometían a investigación e interrogatorios en los separos de las oficinas de Policía y Tránsito de la ciudad de Acapulco, Si los detenidos no aceptaban la amnistía, se les llevaba a la Base Militar Pie de la Cuesta. Los detenidos, atados y vendados, eran bajados de una camioneta y conducidos uno a uno hasta un banco de fierro que conocían como “El banquito de los acusados”, y ya en este lugar, se les sentaba con la creencia que los iban a fotografiar. una vez sentada la víctima las ejecutaban Acosta Chaparro, Alfredo Mendiola, Alberto Aguirre I. Quintanar y Humberto Rodríguez Acosta, con un disparo en la nuca empleando una pistola calibre 380, que tenía adaptado un “moflecito” (un silenciador). Inmediatamente después se les colocaba sobre la cabeza una bolsa de plástico que se les ataba al cuello para evitar que quedaran rastros de sangre. Siempre se usó la misma pistola, por lo que la bautizaron como “la espada justiciera”, se colocaban dentro de costales de yute, se le ponían unas piedras y se cosían, para después ser transportados en carretilla hasta el avión Arava del Ejército Mexicano que se colocaba en la pista y los conducían a un lugar conocido como “la Costa de Oaxaca”, por lo que la operación era conocida entre ellos como “vuelos a Oaxaca”. Había ocasiones en que el avión Arava hacía 3 ó 4 vuelos en una sola noche, aproximadamente de diez de la noche a las cuatro o cinco de la madrugada, para llevar a los cadáveres hasta la costa de Oaxaca. Así fueron ejecutadas o desaparecidas más de 1500 personas segúnrelata el genocida.

Como podemos darnos cuenta, no sólo la impunidad o el silencio cómplice han sido la fuente de ausencia de verdad y justicia, sino que ahora mismo, tales sucesos permanecen en la oscuridad y la pretendida inexistencia histórica.