Cuando sea demasiado tarde… - Un teleférico para Cuernavaca.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Buen día, apreciado lector. Esta semana agradezco especialmente que nos podamos congregar en este ritual sabatino que ya va para cinco años que lo hacemos. Para cuando lea usted estas líneas, yo ya habré terminado mi vuelta número 43 al Sol. Empieza la número 44 y a ver cuántas personas podemos hacer enojar en doce meses más de vida, igual y podemos superar la marca de este año. También esta semana ha sido bastante particular en muchos temas, así que vamos allá que no me van a alcanzar los caracteres.
El tema principal de esta columna es, para variar, su servidor escupiendo al cielo. Por razones personales he estado trasladando a su servidor a la Ciudad de México, y he tenido la oportunidad de descubrir que en la capirucha se está extendiendo una red de transporte público a base de teleféricos. Desde que su servidor era niño (y sí, ya llovió), mi señor padre tuvo a bien llevarnos a curiosear el teleférico de Taxco, un sistema bastante impresionante y que con los años se ha convertido en una joya de la ingeniería local. Desconozco su historia (tal vez valdría la pena echarle una mirada esta semana), pero para los mexicanos es más un atractivo turístico que verdaderamente una estrategia de verdad. Sin embargo, aparentemente se ha convertido en una solución al problema más grande del siglo: la movilidad.
Si usted circula por el segundo piso del periférico, podrá usted apreciar, a la altura del Universum, una nueva línea de teleférico, que hasta donde tengo entendido es la tercera que se instala en la Ciudad de México. Si usted reside en la gloriosa ciudad de Cuernavaca, se habrá dado cuenta que la movilidad comienza a ser un problema. Ahora que la tía Mula me puso arbitrariamente una tutoría a las 8 de la mañana, he descubierto que llegar a mi amada Universidad a tal hora es una labor harto compleja. Un traslado que ordinariamente me tomaría no más de treinta minutos, puede llegar a ser hasta más de una hora. Desde que soy Venado se habla del distribuidor vial sobre la autopista, pero pareciera que cada sexenio se burlan de todos nosotros haciéndonos creer que se va a lograr. Dudo mucho que este sexenio sea diferente, pero pues veamos.
La propuesta de su servidor es pensar en un sistema de teleféricos para agilizar la movilidad y el turismo de la joya del Cuauhnáhuac. El único inconveniente que le veo es tener que vivir otro sismo de 8.2 en la escala de Richter en una góndola de teleférico a 100 metros de altura, que en definitiva le haría a uno agradecer al Creador la maravilla de la existencia. Sin embargo, creo que sería mucho más eficiente que la inteligente propuesta del parásito de Graco Ramírez de quitarle un carril a Plan de Ayala para construir el Mugrebus. Al final y para variar, ni se construyó nada y el dinero simplemente desapareció. ¿A dónde se habrá ido?
Por otro lado y para acabar, les recuerdo que este martes es el cambio de gobierno en mi amada República Mexicana. El López se va y pone a su delfina, la tal Cheimbaum. No se extrañe usted que aparezca el lunes con traje de militar con todo y condecoraciones para declarar la dictadura. He sabido (por palabra propia y por radio pasillo) que muchos periodistas de renombre están abandonando el país, tal es el miedo a la represión por no coincidir con la ideología imperante. Aparentemente el lopezobradorismo y la 4T se convertirán en el paradigma sobre el cual viviremos las siguientes décadas, así que larga vida al rey.
Pues que como siempre, si no tiene usted a qué salir le ruego no lo haga. Ya ve usted que las balaceras en mi ciudad se vuelven cosa cotidiana, y si no perece usted por fierro o plomo, aparentemente lo hará usted por agua en los siguientes días. He sabido de casas inundadas y automóviles perdidos, además de la piedra que se desgajó en Acapulco, que afortunadamente no causó pérdidas humanas, pero se llevó como cinco coches. Ya sólo faltan 3 meses para que termine el año, suponiendo que eso significa algo y el siguiente será mejor. Ya ven que vamos todos a diez mil kilómetros por hora circulando por el sistema solar.
Porque su servidor no ha muerto, y celebra la antipatía que genera su existencia.