Cuando sea demasiado tarde… - Los puentes se caerán…

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - Los puentes se caerán…

Se cayó un puente colgante. Se los juro, en un parque en el fondo de una barranca en el centro de Cuernavaca había un puente colgante, y al día de hoy ya no cuelga más. El presidente municipal y su “entourage” caminaron por el puente, y ¡zaz! que se cae… No me voy a meter mucho en quién será el culpable, sonó por ahí que una persona estuvo brincando en el puente (que, si me preguntan a mí, brincar en infraestructura tal es una obligación ciudadana, humana, y espiritual), o si las personas que separaron de sus cargos el día de ayer sabían o no sabían y dijeron o no dijeron. La realidad de las circunstancias es un hecho mucho más sutil, mucho más alarmante y que se les sigue escapando a muchas personas. A veces la conspiranoia no es tan conspiracionista, pues la paranoia no es más que saber la verdad de las cosas antes de saber la verdad de las cosas. Así que vamos allá.

            ¿Alguna vez se han preguntado por qué mi columna se llama “Cuando sea demasiado tarde”? Pues nace de la frustración que he vivido las últimas décadas al respecto del deterioro social, cognitivo, y espiritual que está viviendo la humanidad, los mexicanos, y los morelenses. Las primeras columnas que El Regional tuvo a bien en publicarme (justo esta semana cumplo tres años aquí, ¡muchas gracias!) hablaban del colapso institucional e infraestructural al que nos enfrentaremos en los siguientes 5, tal vez 10 años. A partir de que vi el documental que le hicieron a Michael Rupert por ahí de 2009, muchas cosas comenzaron a cobrar sentido para mí. Por supuesto que tales nociones se han visto enriquecidas por muchos otros materiales, pero ese señor vino a darle voz a lo que muchos de nosotros no habíamos podido terminar de poner en palabras. Hoy en día comprendemos muchas cosas al respecto del colapso institucional a partir de una noción primordial: todo lo que hay en esta tierra es finito. Todo. Desde el oxígeno, el agua, el petróleo, lo que usted guste. Hasta la estupidez humana es finita porque va a ser la causa principal de todo, incluyendo su propio fin. ¿A qué me refiero?

            Que muy probablemente la caída del puente fue un hecho fortuito. Insisto en que no me desharé en conspiranoias (por una vez en esta vida) porque además no conozco lo suficiente la topografía política del círculo más cercano del Lic. Urióstegui, y no tiene mucho sentido ocasionar tantas lesiones nada más para dañar su imagen. No porque no se le pueda ocurrir a nadie, basta recordar el robo de despensas de los afectados por el temblor del 2017 para constatar que la muerte espiritual de nuestra clase política tiene mucho de haberse fraguado, pero si es verdad que este hecho fue un atentado, como que no se consiguió mucho con tales menesteres. En realidad, me inclino a pensar que a alguien se le olvidó incluir el mantenimiento del puente durante la atención que le pusieron al parque, a alguien más se le olvidó solucionarlo, alguien más lo notó pero se limitó a entregar un oficio, alguien más lo leyó pero tuvo algo más importante que hacer, y a alguien más se le ocurrió llevar al jefe a pasear al parque para que se tomara unas fotos. Al final las cosas simple y sencillamente dejarán de funcionar, y todos al piso.

            Perdonen que insista, pero verifique usted el estado en el cual está la infraestructura, la que sea que tenga a la mano. Las banquetas no se pintan, las calles se deshacen en baches (si puede usted visitar la avenida Adolfo Ruiz Cortines, justo donde da vuelta a la calle Las Ánimas, en la colonia Acapatzingo, podrá constatar que las calles poquito a poquito no serán de utilidad ni para circular a caballo en ellas), el agua no se provee (que por obra y gracia del Espíritu Santo no hemos tenido una crisis de drenaje en la capital, aunque ya hay viviendas que reportan que el drenaje se les regresa), las instituciones tienen deudas con otras instituciones, el libramiento de Cuernavaca causa más pérdida de vida que flujo económico, et cétera, et cétera, et cétera, ad nauseaum.

            Mi columna se llama así porque desde hace algunos años estoy que brinco de la desesperación, ya se veía que los puentes comenzarían a caerse. Esta semana fueron una veintena de lesionados y afortunadamente no hubo pérdida de vida, pero es advenedizo de lo que ocurrirá en los siguientes 5 años. Ahí está el puente de Buenavista, ya tiene rato que no suben a un ingeniero a verificar que las ballenas sigan ahí. Ahí tienen el distribuir vial de Palmira, que no distribuye nada que no se distribuyera de la misma manera antes de ser construido y que ni terminaron de recoger los materiales con los que lo construyeron (hasta el tráfico que ocasiona es el mismo que había antes de que lo construyeran, si no es que lo hizo más abundante).

            La plataforma de quien sea que tenga el valor de lanzarse a la gobernatura para la siguiente vuelta tendría que ser algo así como “No voy a hacer nada nuevo, pero le voy a dar todo el mantenimiento a todas las porquerías que dejaron los últimos 3 gobernadores de este glorioso Estado”, porque Morelos no se ha colapsado, pero yo no veo que haya capacidad de administración para 2030.