Cuando sea demasiado tarde… - Los próximos meses…
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
¿Qué tal, apreciado lector? Me alegra mucho que nos podamos encontrar nuevamente por estos lares, cada vez siento más que hay que estar agradecido de llegar al sábado. Su servidor cumplió ya los dos meses de mudanza y estoy que me muero de cansancio. Ya van más de veinte días que entregué mi casita y es el día que no he podido de terminar de subir mis cosas al departamento en el cuarto piso. He bajado ya dos tallas nada más de cargar cosas y subir y bajar escaleras. El otro día llegué de la Facultad al departamento de todos ustedes y cuando me senté a prender la computadora pensé: “voy a hacer esa llamada de una vez… ¿y mi teléfono?” Se había quedado en mi carrito. Un viaje extra de 4 pisos, y aunque usted no lo crea, las bajadas también tienen su costo. Si usted no ha subido a ver la pirámide del Tepozteco, le ruego ampliamente que lo haga, no para sentir el rigor de la subida, sino el temblor de la bajada.
Esta semana no fue catorcena, así que no sé si me van a seguir descontando las firmas que no hice el semestre pasado (que no estoy enteramente seguro de que sea legal, según yo la Ley Federal de Trabajo estipula que son 30 días para la sanción). Este lugar se está cayendo a pedazos, los estudiantes están muy descontentos y la gente hace todo lo posible por no encontrarse a la doña que acecha los pasillos buscando a quién reprender. Ya les contaré la siguiente semana qué maldad nos encontramos en el transcurso de esta. Por lo pronto, me tocaron dos grupos muy bonitos, en uno de ellos me tocaron estudiantes que ya había tenido antes y que son la mar de chidos. Auguro para mí mismo un buen semestre en temas de clases, a mi grupo de tercer semestre les puse una dinámica al respecto de cómo el VIH se transmite en un santiamén, y les gustó mucho. Tal vez y hasta soy una influencia positiva en mis estudiantes, porque les prometo que no lo soy en mis amigos y familiares. Justo mientras escribo estas líneas me entero de que cumplo 12 años como Profesor Investigador de Tiempo Completo de mi amada universidad, y debo admitir que para bien o para mal, esta es mi casa. Con un poquito de suerte, seré venado hasta el final de mis días (si es que la doña no consigue correrme antes, o las condiciones se ponen simplemente insoportables: imagínese usted que sólo habemos dos SNII2 en todo Psicología de todo el glorioso estado de Morelos, y a la universidad le apetece descontarme de la catorcena).
Por lo pronto hay que planear el semestre, porque todavía faltan 4 meses del año y parafraseando a Pancho Villa, lo posterior será más difícil. De entrada, tenemos el cambio de gobierno, tanto en el glorioso estado de Morelos, como en la grande allá en la capital. Ganó la Cheimbaum y por lo que leo ha tenido que malabarear las bolas del López en lo que termina su mandato. Tengo la firme esperanza de que en cuanto reciba el bastón de mando mande al señor para su rancho, pero ya ve usted que la política mexicana es siempre fruto de sorna, sarcasmo, y risas a tutiplén. También tenemos la elección gringa, que parece que la Kamala aventaja a Don Trompas, tal vez la cosa se pueda arreglar. Un colega me llamó la atención al respecto de que tal vez no sea el mejor escenario, pero lo que le contesté es que tenemos que pensar en lo mejor para mi poderosísimo México. Si los gringos se quieren hacer pedazos, que lo hagan. Es el único país que propone armar a sus maestros para que puedan defenderse de las balaceras en las escuelas. O sea, más armas para combatir las armas que ya andan circulando, o más violencia para combatir la violencia. Pero un presidente gringo abiertamente misógino y narcisista, con una presidenta (que ella sostiene que tiene que ser “presidenta,” y eso que tiene doctorado) que abiertamente miente y protege a los delincuentes y malhechores, no me parece buena combinación. Así como fue el asunto en el Rébsamen y en la línea 12 del metro, así nos va a ir el siguiente sexenio.
Por lo demás, hoy me tocó ver dos accidentes de motocicleta, uno en la Paloma de la Paz (que de paz ya no tenemos una sola progenitora) y otro pasando Limoneros en la carretera federal a Tepoztlán. Cada vez veo más gente de a tres y cuatro en sus motocicletas de baja cilindrada, nadie trae casco y por lo menos uno de los ocupantes tiene menos de cinco años. Nadie me quiere creer que la motocicleta es el problema de la década, pero le seguiremos aventando ciencia, a ver hasta dónde llegamos.
Porque la movilidad no ha muerto, pero aquí estaremos para ver qué podemos hacer para arreglarla.