Cuando sea demasiado tarde… - Camila y el fin del orden.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Buen día apreciado lector. Las vacaciones ya van cabalgando, se escuchan las fiestas con la música a tope y a momentos las calles se aprecian vacías en mi amada Cuernavaca. El calor sigue subiendo, ya no creo que bajemos de los 30° en las siguientes semanas, y el plomo y el fierro seguirán volando por encima de nuestras cabezas. Ya hubo otro atentado contra otro candidato, pero el INE ha manifestado que no hay riesgo de tener narcoelecciones en ningún lado del país. ¿No les llama la atención que la cultura política de la negación absoluta ya no es eficiente? El crimen organizado está más que inmerso en todo el aparato de gobierno, y la dignidad política se tomó de la mano de la vergüenza política y nos gritan a la cara las mentiras más infames con tal de hacer parecer que prevalece algún grado de estado de derecho, mientras se desaparecen los millones del erario y la gente de a pie simplemente estamos más jodidos y más inseguros cada día.
Esta semana ocurrió un hecho horrorizante en su totalidad, en la ciudad de Taxco, en el estado de Guerrero. En circunstancias que no son muy claras, una niña de ocho años de edad identificada como Camila, acudió a casa de una amiguita a nadar en una pequeña piscina inflable que se instaló en el patio. Un par de horas más tarde, un hombre saca de dicha casa un bulto de más o menos el tamaño de una niña de ocho años de edad envuelto en plástico negro, habitual de las bolsas de basura. Introduce el bulto a su taxi y parte hacia la carretera Taxco-Cuernavaca, donde se deshace del bulto y regresa a seguir transportando ciudadanos. ¿Se imagina usted en cuántos transportes públicos ha realizado usted su movilidad, sin saber que en ese mismo vehículo se ha transportado uno o varios cadáveres? ¿Cuántos ilícitos se han cometido en él? No me he podido enterar de cuál fue el motivo del crimen, pero se manejan hipótesis al respecto de la agresión sexual y el feminicidio.
Pues la cosa no termina ahí. La mamá de Camila llama a casa de la amiguita para preguntar por su hija, a lo cual le responden que la niña nunca llegó a la cita acuática. La madre, desesperada, mueve cielo, mar, y tierra para encontrar a su pequeña. Horas más tarde suena su teléfono y le informan que tienen a la niña secuestrada, y que exigen un cuarto de millón de pesos a cambio de su hija. Al parecer los vecinos entran en acción, encuentran los videos que muestran lo que le cuento en el párrafo anterior, y acuden inmediatamente a las autoridades para denunciar a los presuntos responsables. La autoridad hace caso omiso, no les permiten poner la denuncia por razones que escapan la comprensión de su servidor. La familia se traslada a Iguala a intentar presentar su denuncia, cosa que sí consiguen. Mientras tanto, los vecinos sitian la casa de los presuntos responsables, no les permiten salir. La conglomeración de taxqueños eventualmente se convierte en una turba, y la cosa se sale de control. Se vuelcan vehículos sobre una de las vías principales de la ciudad, de alguna manera se entra por la fuerza a la casa de los presuntos responsables, donde encuentran a una mujer y a un joven, el hijo de dicha señora.
Ambas personas son sacadas de la casa por la fuerza, el taxista ya se había entregado a las autoridades y supongo que se encontraba declarando los hechos, mientras al joven y a la señora los tunden a palos. Puede usted consultar los videos en internet, pero le sugiero no lo haga. Desde hace mucho tomé la decisión de evitar videos de golpizas y asesinatos, en un pequeño intento de preservar la poca salud mental que me queda. El joven muere in situ, la señora muere en los separos. La policía no hace más que mirar atónitos mientras las personas muelen a golpes, patadas, y palazos a ambas víctimas. Al parecer se intenta subir a la señora a una patrulla, pero la turba no lo permite. A la fecha se desconoce la verdad de las circunstancias, aunque se llevó a cabo el velorio de Camila, resguardado por agentes de la policía estatal.
La cosa ya está tan mal como para que una niña de ocho años pierda la vida para satisfacer vaya a usted a saber qué necesidades de qué individuos. La cosa ya está tan mal como para que un ministerio público se niegue a recibir una denuncia de una niña de ochos años que ha sido desaparecida. La cosa ya está tan mal como para que la ciudadanía haya decidido hacer justicia por propia mano, privando de la vida a una supuesta victimaria y a su hijo, supuestamente inocente. La cosa termina en que todos los políticos en campaña corren a hacer declaraciones de prensa, y todos los políticos en funciones guardan silencio o responden con evasivas.
El estado de derecho en este país ha muerto, apreciado lector.