Breves de Abogados y Políticos - Cuernavaca: la eterna inseguridad
En opinión de Alejandro Corona Markina
Poco antes del mediodía del pasado jueves 18 de enero, el titular del área administrativa del Tribunal Electoral del Estado de Morelos (TEEM), salió de la institución y se dirigió a una sucursal del banco BBVA (de la Avenida Plan de Ayala), a realizar algunas operaciones bancarias, propias de las responsabilidades que son de su competencia.
De allí, abordó su automóvil de regreso a su trabajo, ubicado en Retorno Neptuno Número 6, Colonia Jardines de Cuernavaca, dejando su vehículo sobre la Calle Luna. Apenas había caminado unos pasos, cuando dos jóvenes, a bordo de una motocicleta, le cerraron el paso y con palabras altisonantes, le ordenaron detenerse.
Es inesperada la forma en que a veces reaccionamos ante una situación de verdadero peligro; en ocasiones, hay resistencia a ser una presa más de la delincuencia y así ocurrió en este caso. En lugar de detenerse, el funcionario del TEEM corrió hacia la referida Privada Retorno de Neptuno y -por puro instinto de conservación-, lo hizo entre los árboles y la banqueta, de manera tal, que una segunda moto (color negro con amarillo), con otro delincuente a bordo, no pudo embestirlo. Sin embargo, éste también le exigió que se detuviera, en tanto sacaba un arma de su cintura, al voltear y ver esto, el servidor público perdió el equilibro y cayó al piso, mientras se escuchaba un primer disparo. Para ese entonces, los tripulantes de la primera moto ya se habían adelantado al inmueble adjunto del TEEM, en posición de atacar.
Como pudo -y con el corazón latiendo a mil por hora-, el coordinador administrativo se incorporó y apresurado por fin ingresó a las instalaciones que ocupa su lugar de trabajo, resguardándose inmediatamente en el muro de la entrada agachado, mientras el tipejo del arma vaciaba el cargador de la misma en contra del inmueble, rebotándole una esquirla al vigilante de la entrada. Una vez dentro de la institución, fue apoyado por los compañeros de trabajo, en tanto que, furiosos, los malandros emprendían la huida en sus motos, alcanzando sucesivamente la avenida Río Mayo, Diana y la autopista México-Acapulco; de allí -aparentemente- tomaron la salida de Tabachines y finalmente se perdieron en los ejidos de Acapantzingo. ¿Y la policía municipal? Bien gracias.
El plan de los delincuentes se frustró, pero no por intervención policiaca, sino por el valor que tuvo la víctima. ¿Duro de matar? No realmente, sin embargo, se trata de hechos que ocurren a plena luz del día, en una zona residencial de nuestra querida e insegura ciudad de Cuernavaca. Aquí nunca agarran a ningún delincuente y la titular de la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano (Alicia en el país de las Maravillas), prefiere ser el centro de atención periodística con declaraciones desafortunadas, tales como aquella de que “las víctimas de asalto nos llaman después robo y no antes” o de que “quienes consumen alcohol son enfermos mentales”. Eso es tan absurdo como decir que ella era una enferma mental cuando se casó con un joven al que casi le doblaba la edad. Esto es del ámbito privado de cada quien y, mientras no se cometa un delito, le debe importar nada. Lo que sí es público -y le debería preocupar-, son los pésimos resultados de la institución y de eso no dice nada la mujer.
Lo que siguió después de la balacera en el TEEM, fue la presentación de la denuncia en la Fiscalía General (FG), por parte del afectado, quien por cierto: además de ser uno de los contadores más profesionales y honestos del estado, es licenciado en derecho y amigo del que esto escribe. A él le agradezco la confianza que me tuvo, al solicitarme -en esos momentos tan difíciles-, que lo acompañara y lo represente legalmente.
Al margen, debe analizarse el nivel de coordinación que han alcanzado los delincuentes, frente a la incapacidad de los policías municipales, lo que les permite a aquéllos cometer ilícitos a plena luz del día y en el lugar que les place, sin importarles que haya cámaras, pues se saben impunes. La forma de operar es conocida ya: dos asaltantes llegan en una moto a cometer el ilícito y un tercero aguarda, a la expectativa de intervenir por si se complican las cosas.
En el caso que aquí se ha narrado, no se sabe si los malandros pretendían robar el automóvil, si siguieron desde el banco al funcionario y querían dinero o si pretendían cometer un secuestro exprés. Lo único cierto es que estamos a merced del hampa a cualquier hora del día y en cualquier lugar. Que Dios nos agarre confesados.