Árbol inmóvil - Inseguridad, espiral progresiva
En opinión de Juan Lagunas
En el segundo informe de gobierno, el jefe del Ejecutivo local acepta la creciente espiral bélica. Verbigracia: “…nuestro gobierno reconoce la problemática de la desaparición de personas en el estado”. Visión autocrítica del fenómeno...
Ante eso, no hay policías capacitados. Las percepciones salariales de éstos son ínfimas e inestables; en tierra, son los agentes quienes abastecen -con peculio propio- de combustible a sus unidades (desde donde realizan labores de disuasión en colonias y calles altamente inseguras). Lo mismo de siempre: la imposibilidad. En tanto, los grupos delincuenciales refuerzan sus estrategias. José Antonio Ortiz Guarneros, en cambio, recurre a la monotonía e insensatez… La deliberada estolidez.
Sobre esa misma línea deficitaria, la palabra escrita instantánea (“alegre”) cae en las mismas figuras: “…fortalecimos las acciones para el desarrollo institucional y tecnológico de las corporaciones policiales…”. Un sofisma, sin duda. La videovigilancia, la red de radiocomunicación y la denuncia anónima son elementos contradictorios, incompatibles y unilaterales.
¿Qué diremos del Mando Coordinado? Un error descomunal. Rotar a los elementos humanos, sin un conocimiento pleno de las diversas geodesias (colonias, calles, barrios y avenidas), diezma el combate al crimen. “Somos malos agrimensores…”, sostiene J. L. Borges.
Por ende, la Mesa de Coordinación Estatal para la Construcción de la Paz, una obcecación del instante. El vicealmirante adolece de mecanismos de coordinación.
Las mismas circunstancias insisten en la ilógica y exangüe estratagema de “inteligencia policial”. Cuernavaca es una de las capitales de mayor riesgo en el país.
Las cifras vertidas en el informe -antes descrito- son glaciales. Exponen (en una lasca): “…se logró la detención de 25 mil 919 personas que fueron remitidas a las siguientes autoridades: 23 mil 168 personas ante el juez cívico, por diferentes faltas administrativas; 2 mil 571 personas ante el agente de Ministerio Público del fuero común; 174 ante el agente Ministerio Público del orden federal…”. El fundamento, aquí, es inconcebible; per se, el ciclópeo contrasentido de la insensibilidad.
Para muestra, la narrativa de la otredad:
“Nunca me sentí insegura”, pese a las noticias “atroces” que se emiten en los medios. “Soy de una colonia en la que ya no existe la tranquilidad, en donde todos nos conocemos…”. No obstante, el demonio impensable es ávido. Éste aparece de súbito y derriba cualquier intento de ofensiva.
“Temí lo peor”, cuando ella (mujer de 57 años) cruzó la calle, alrededor de las 21:30, en la colonia “Satélite”. Iba en pos de su hija… Enfrentó el acoso de tres jóvenes, que estaban drogándose afuera de una “estética”. “Se me fueron encima”. Fue golpeada varias veces (estando en el piso). Los ataques fueron tan incisivos (en costillas, rostro y varias partes del cuerpo) que: “no pude ni llorar; el dolor era intensísimo. Sólo observé sombras y oscuridad”. Al cabo de un tiempo (“cerca de 45 minutos”, intuye), “fui auxiliada por una familia. No tenía noción de nada”. La mácula de sangre se dispersó… Como una gota de agua -carente de soberanía- sobre un árbol sin hojas… (He ahí el escenario de la devastación… Los sucesos trágicos y continuos; es decir, la delineación del declive).