Serpientes y escaleras - Carácter para gobernar

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Carácter para gobernar

Cualquiera puede tener poder, pero no cualquier lo ejerce correctamente

 

Carácter para gobernar

Ejercer el poder público nunca ha sido sencillo, menos en tiempos como los actuales cuando se gobierna a la vista de todos y cada acción de la autoridad es sujeta a escrutinio a través de las redes sociales. Gobernar no es un asunto menor, ni tarea para pusilánimes, se requiere temple para actuar y carácter para tomar decisiones. Dicen los cánones de la política: el poder no se comparte.

La historia local nos ha mostrado lo peligroso que resulta tener un gobernante que no está preparado para ejercer el poder ni comprende la responsabilidad que implica estar al frente de las instituciones. Ejemplos tenemos en lo estatal y lo municipal, ahí está el caso del gobernador Sergio Estrada Cajigal, un sujeto torpe y frívolo que nunca comprendió el compromiso que implica ser administrador de un estado, ni la seriedad que amerita actuar y decidir por todos.

El resultado de su gobierno fue trágico más allá de la estadística: durante esa administración la delincuencia organizada llegó al estado y los grupos criminales asentaron sus reales al amparo del gobierno estatal, representado por Agustín Montiel. Después de la crisis de secuestros en el carrilloleismo, en la era Estrada llegaron cárteles de la droga que se regodeaban de su relación con el jefe del ejecutivo y la protección que recibían del entonces secretario de gobierno Eduardo Becerra.

Sergio Estrada ganó la elección del año dos mil con todas las de la ley, obtuvo una votación histórica y de golpe acabó con el reinado del PRI; el mecánico asumió el poder con un respaldo social casi absoluto y lo ejerció de manera visceral, atacando a sus enemigos, despreciando a sus adversarios y persiguiendo a quienes lo criticaban. Al final todo lo que hizo le cobró factura y terminó su mandato despreciado; fue tan malo su gobierno que en su reciente intento por volver a la política la gente le dio la espalda y obtuvo un resultado humillante.

Casos similares tenemos en los gobiernos municipales; hay muchos ejemplos de personajes que nunca entendieron la seriedad que implica manejar una administración pública, ni el alcance de las decisiones que se toman desde el poder ejecutivo. Derivado de esta mediocridad hoy vemos a decenas de municipios en crisis, administraciones quebradas y ayuntamientos endeudados por varios lustros.

Ahí están los casos de Adrián Rivera, Manuel Martínez, Jorge Morales y Antonio Villalobos en Cuernavaca, el de Manuel Agüero y Silvia Salazar en Jiutepec, el de Sergio Valdespín, Jesús Corona y Rodrigo Arredondo en Cuautla o el de Jazmín Solano en Temixco, solo por mencionar algunos. En todos estos la tónica ha sido la misma: gobernantes frívolos, valemadristas, autoritarios e inconscientes de su responsabilidad. Hoy casi todos los ayuntamientos de Morelos viven crisis derivado de las acciones de gobiernos anteriores que se combinan con fallas actuales.

Ejercer el poder no es un tema sencillo, requiere seriedad, experiencia, sensibilidad y equipo; un gobernante no toma decisiones en solitario, se apoya en sus colaboradores y personal especializado en cada área. No existen gobernantes todólogos, ni políticos expertos en todos los temas; quien está al frente de las instituciones debe tener conocimientos generales de administración pública, pero sería absurdo esperar que la cabeza sea especialista en cada una de las áreas.

Lo que sí se ejerce de manera individual es el poder, ese corresponde al jefe del ejecutivo y es a él corresponde decidir en situaciones específicas, complejas o momentos que ameritan mostrar autoridad. El manejo de la administración se comparte entre todas las partes que conforman un gobierno, pero la toma de decisiones de poder corresponde a una sola persona. Cuando en un gobierno hay más de una persona a cargo de las decisiones o existen gobernantes paralelos, las cosas se complican y terminan saliendo mal.

Los últimos gobernadores morelenses han compartido el poder por decisión propia, lo han hecho con sus amigos y familiares; lo mismo pasa en varios ayuntamientos y en todos los casos el resultado ha sido el mismo: compartir el poder confunde y genera problemas operativos, eleva los casos de corrupción y se convierte en un elemento que divide a los equipos de trabajo.

En Cuernavaca tenemos hoy un ejemplo de ello: el alcalde es José Luis Urióstegui, un hombre decente, un abogado respetable y una autoridad que aún tiene un reconocimiento social mayoritario. Su problema es que la presencia del partido que lo abanderó en campaña es demasiada y se combina con la terrible imagen pública que emana de los corruptos hermanos Martínez Terrazas; con ellos a su lado el trabajo municipal se complica porque hay dos cabezas y dos grupos dentro de la municipalidad, algunos funcionarios responden a la autoridad del presidente municipal electo, pero otros se alinean al cártel de los Martínez Terrazas.

Esta situación parece estar quedando clara en el jefe de gobierno capitalino; la decisión de no reincorporar a Pablo Aguilar como secretario de desarrollo sustentable va más allá de la responsabilidad que este sujeto tuvo en el accidente del paseo ribereño; la postura de José Luis Urióstegui parece más un golpe de timón en el ayuntamiento, una muestra de quién es el que decide y quién tiene la última palabra.

Unos días después del accidente del puente colgante el presidente municipal iba a separar del cargo a los secretarios que habían sido advertidos del riesgo en el paseo ribereño, pero por presión de los hermanos Martínez Terrazas el alcalde reculó y dejó fuera de sanción a ambos. Pablo Aguilar anunció su separación voluntaria del cargo porque desde ese momento iba a ser despedido por su responsabilidad en los hechos; fue el regidor Adrián Martínez Terrazas quien presionó para que no lo despidieran y quien insistía en que lo reinstalaran en el cargo.  

El duelo de poder al interior del gobierno capitalino es notorio desde el primer día y quedó de manifiesto con el avasallamiento del regidor Martínez Terrazas al exigir que le entregaran la única oficina con acceso directo al presidente. La frivolidad de tener dos lugares en los cuales despachar no es lo importante, aunque refleja la personalidad del regidor; lo grave es que este personaje se asume como el jefe del ayuntamiento, ordena a los secretarios y demanda que le entreguen información referente a compras, contratos y obras antes de que se asignen, para que reciban su aprobación y para que negocie.

Por ello los Terrazas y sus regidores se opusieron rotundamente a que Pablo Aguilar fuera separado del cargo y por eso resalta la decisión del presidente; con esta muestra de autoridad podríamos esperar un reacomodo dentro del ayuntamiento, lo cual no implica necesariamente un enfrentamiento con el PAN, sino que cada integrante del cabildo asuma su rol y las decisiones del municipio las tome el presidente.

La capital morelense y sus habitantes han sufrido mucho a lo largo de los últimos años por las malas administraciones municipales, porque han gobernado sujetos improvisados, prepotentes, ambiciosos, corruptos y mediocres que en su inmensa frivolidad e insensatez hicieron de la ciudad de la eterna primavera un municipio en caos: inseguro, en crisis, colapsado en su operatividad y caro en su funcionamiento.

José Luis Urióstegui puede iniciar la verdadera transformación de la ciudad, pero para que eso suceda necesita un mejor equipo y sobre todo, ser él quien tome las decisiones importantes.

Ya ha dado el primer paso.

  • posdata

Comunicar no es un asunto menor para los gobiernos, ni se trata de un tema ajeno la función pública. Las instituciones están obligadas a dar a conocer las acciones que realizan porque los ciudadanos tienen el derecho de estar informados de la manera como actúan sus autoridades.

Equivocadamente hay quienes consideran que la comunicación pública es un asunto de egos o peor, que sirve para ocultar fallas o suplir acciones. No importa la estrategia que se implemente, cualquier plan de comunicación pública se sustenta en el trabajo de las demás áreas y pasa por los resultados que se entreguen a la ciudadanía; pensar que desde una oficina de prensa se pueden ocultar cosas es erróneo, aunque común.

De cara al proceso electoral venidero el manejo de la comunicación sobresale porque se convertirá en la plataforma de todos los que aspiran a trascender en política o librar el brazo de la ley. Para los primeros es importante hacer brillar su trabajo porque los proyecta y se colocan en la antesala de una candidatura; para otros la percepción positiva implica un ambiente social menos tenso y evita persecuciones una vez que se ha entregado el cargo.

Veámoslo en perspectiva: Graco Ramírez invirtió miles de millones de pesos del erario en proyectar su figura y hacer creer que su gobierno era exitoso, el problema es que a pesar del enorme gasto nunca hubo un plan funcional, ni tampoco resultados tangibles. Lo que quedó fue una enorme exposición del obeso rostro del gobernador, pero era una imagen fea, vacía, sin contenido y receptora de un enorme repudio social.

El PRD dio malos resultados como gobierno y tuvo un pésimo manejo de la comunicación, ello anuló sus posibilidades de trascender al sexenio y sumió a todos los graquistas en el desprestigio. Tres años después de que concluyó ese régimen el partido perdió su registro y todos los que en algún momento formaron parte de él quedaron marcados de por vida, sin oportunidad de regresar a la actividad pública.

Esto es algo que deben tomar en cuenta el gobierno estatal y los municipales, la que transcurre no es una etapa cualquiera, la segunda mitad de un sexenio se mueve a un ritmo distinto porque todo avanza mucho más rápido y se mezcla con la sucesión.

Para el gobernador Cuauhtémoc Blanco este es un momento clave, necesita urgentemente mejorar su imagen pública, recomponer el ánimo hacia su gobierno y suavizar los puntos en contra. El tema no es menor: Cuauhtémoc Blanco goza del apoyo del presidente, pero también representa una figura internacional polémica de origen, que como titular de un gobierno puede volverse en el 2024 motivo de aplausos o de ataques.

Pocos gobernadores en Morelos han entendido la importancia de comunicar correctamente, sobre todo en la segunda mitad de su mandato. En el pecado han llevado la penitencia.

  • nota

De unos años a la fecha los hermanos Julio y Roberto Yáñez se han convertido en parte de la fauna política local; audaces, ocurrentes, atrevidos, pero sumamente corruptos, los Lelos han ocupado posiciones gracias a sus bufonadas y a la manera tan pragmática como han actuado. Su ambición económica no es distinta a la de muchos personajes locales, pero su estilo los hizo llamativos, predecibles y manipulables.

Su permanencia por algunos años en el escenario de poder no es producto de su preparación o de la representatividad social que tienen, sino de su habilidad para convencer a otros más tontos que ellos y de su infinita ambición económica. La coyuntura también ha jugado de su lado y les ha permitido ir saltando de un sitio a otro hasta ahora que un tribunal los dejó fuera del congreso.

El problema de hacer política al estilo Yáñez es que la osadía se vuelve predecible y por tanto deja de ser interesante; en el proceso electoral anterior lograron colocarse en buenos lugares de la lista plurinominal, pero sus limitaciones neuronales les impidieron hacerlo de manera eficiente, por eso los echaron.

Nada hay que valga la pena en esta familia: sus ocurrencias dejaron de ser llamativas y su desprestigio público los convierte en un lastre para cualquiera, por eso ningún legislador local o actor político los defendió cuando les retiraron la curul.

La fugaz diputación que ocupó Roberto puede ser la última posición de poder para esta dupla.

Lo que mal empieza, mal acaba.

  • post it

Aburrida, poco original e insulsa, la operación RS24 emula las campañas políticas del PRI de principio de siglo.

Quizá sea un joven estratega de apenas 65 años, moldeado en el Instituto de formación política del PRI, al que se le ocurrió que en plena era digital sería llamativo colocar las siglas de su candidato en las redes sociales.

Por esta falta de profesionalismo y originalidad es que ese candidato no sale del tercer lugar de las encuestas.

  • redes sociales

Después de un sexenio de abundancia económica y poder absoluto… ¿Qué estarán haciendo ahora los otrora poderosos personajes políticos del graquismo?

Por cierto, el ostracismo no es exclusivo de un sexenio, lo mismo ha pasado en gobiernos anteriores y sucederá con los venideros, especialmente para quienes terminan mal.

Peor: de un tiempo para acá el destierro no basta, ahora existe la persecución política y las acciones legales.

Los carniceros de hoy…

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