Secreto a voces - A 50 años de Los límites del crecimiento
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
En 2022 se cumplen 50 años de haberse publicado uno de los textos más importantes de la historia de la humanidad, por tanto, de dimensiones históricas y que, junto a otras obras sobre el tema, han modificado las percepciones teóricas e ideológicas construidas sobre la sociedad industrial y la superación del complejo reto que representa política y socialmente hablando. En 1972 científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers y William W. Behrems) publicaron, a iniciativa de académicos, empresarios, políticos y personalidades del mundo de aquella época, agrupada en lo que se conoce como el “Club de Roma”, el libro Los límites del crecimiento en el que se establece bajo criterios científicos que, de no modificarse el crecimiento de la población, el capital industrial, la producción de alimentos, el uso de recursos naturales y la contaminación, la tierra estaría sobrepasando sus potencialidades: la de proporcionar lo necesario para la existencia de la vida.
El Club de Roma se había empezado a reunir desde 1968, también, en mi opinión, preocupados porque no había una estrategia hegemónica en el mundo que hiciera frente a las críticas del ecologismo radical, el cual cuestionaba al modelo de producción industrial y el desastre que estaba ocasionando al planeta desde el siglo XVIII en que se había consolidado como modelo universal que se amplió a toda la tierra y la humanidad. Ya en ese tiempo se observaba el impacto que tenía no la acción humana en abstracto, sino la producción industrial en la tala de bosques, la contaminación de los suelos con la “revolución verde”, la desertificación, la contaminación de los mares y la sobreexplotación de la pesca marina, el calentamiento de la tierra por encima de los niveles que tenía previo al industrialismo.
Es decir, el análisis de cinco variables sobre los que se desarrolló el texto de Los Límites del crecimiento establece que en 2100 el planeta viviría los resultados del modo de vida que la humanidad (aunque no todos porque fue impuesto) había adoptado y que colocaba en riesgo al modo de vida adoptado por los humanos en el planeta; no se refería, por cierto, a un futuro sino que sus consecuencias, aunque de no menor magnitud, ya se podrían observar en ese momento y que el 2100 sería el punto inflexión irreversible, de no poner atención como finalmente ha ocurrido. Existe un gran número de entrevistas en la prensa Dennis Meadows, coordinador del proyecto, en donde reafirma este señalamiento, haciendo alusión a que hasta el momento “lamento decir que no hemos hecho nada” (30/04/2013: Asociación
Touda).
En 2022, expuso a la revista Avanzar las siguientes ideas: “ya en 1972, dejando claro que después del pico de cualquier variable todo se vuelve aún más impredecible, porque entran en juego factores que no podían ser representados en nuestro modelo. Una vez llegados a este punto es obvio que vamos a ser dirigidos más por factores psicológicos, sociales y políticos que por limitaciones físicas”. Acerca de la creencia en la tecnología como salvación, expresó que: “En condiciones ideales, la tecnología puede darte más tiempo, pero no va a solucionar el problema. Te puede ampliar el margen, la oportunidad de hacer los cambios políticos y sociales que son necesarios. Pero mientras tengas un sistema que se basa en el crecimiento para solucionar cada problema, la tecnología no podrá evitar que se sobrepasen muchos límites cruciales, como ya estamos viendo”.
El texto se convirtió en una lectura obligada en la década de los años setenta y tuvo opiniones contrarias y de quienes reaccionaron positivamente a su planteamiento. Pero la propuesta central de dicho texto fue contundente: es necesario colocar límites al crecimiento porque de lo contrario será imposible que en un futuro la tierra, el planeta, pueda proveer de todos los recursos que demanda una sociedad basada en el progreso infinito. Para ello, sugiere, la necesidad de crear instancias más allá de los estados nacionales que puedan dirigir la enrome tarea que rebasa por mucho los intereses particulares de cada nación y en lo individual: ordenar el crecimiento de la población, la producción industrial, el hiperconsumo, la extracción de recursos de la naturaleza y la contaminación.
En general, no se le hizo mucho caso a las conclusiones de Los límites del crecimiento y a los textos que más tarde los mismos autores escribieron revisando los alcances de sus planteamientos: en 1992 y 2004. La actitud asumida por las élites en el mundo ante tal acontecimiento, la aparición de Los límites del crecimiento, fue en general, el posicionarse en la disputa de lo que vendría, es decir, lejos de activar las tareas y recomendaciones tomaron otro rumbo. Optaron por impulsar una lucha intercapitalista por los recursos naturales, mantener la producción industrial sustentada en el hiperconsumo, se ahondaron las desigualdades sociales, traslado de los alimentos del sur hacia del norte y buscar soluciones técnicas a la contaminación (las tecnologías verdes) cuando los problemas requieren de otro tipo de tratamiento (aunque la tecnología pueda atenuar la contaminación), promoviendo un imperialismo verde.
Me referiré a un apartado del texto que es interesante porque tiene que ver con lo que ocurre en México y en Latinoamérica y el Caribe, hoy. Ahí se analiza la extracción de minerales y señala la importancia que tienen no solo para, como en el caso del oro y la plata, acumular valor y servir de valor de cambio del dinero. Plantea que de la tierra se extraen una serie de minerales que son utilizados por la industria, la industria farmacéutica y de los alimentos, por ejemplo el zinc, el nitrato de plata, potasio, mercurio, cobre, fierro. Están en las profundidades de la tierra, otros mezclados con la tierra que se convierten en alimentos con los que nos nutrimos. Son bienes que tienen un límite porque son limitados, por lo que es necesario ordenar su extracción, limitarla.
Pues bien, según estudios que se han realizado recientemente, las minas en el mundo de donde se extraen los minerales se han súper explotado y el capital se ha dirigido hacia aquellos lugares en donde todavía quedan reservas. De tal manera que América Latina y el Caribe ha sido el territorio al que se han desplazado las inversiones. A partir de 1994 la región se convirtió en la principal receptora de Inversión Extranjera Directa y nacional, que se orientó hacia la producción minera, captando un 30 por ciento y el 50 por ciento de las inversiones en oro y plata. Los países beneficiados: Chile, Bolivia, Perú, México, Trinidad y Tobago. También Brasil y Argentina. El 80 por ciento de las inversiones provienen de Canadá (ver: Minería, Secretaría de Economía y Extractivismo en América Latina. Fondo de Acción urgente). En México se vendió más de la mitad del territorio. En otra entrega abordaremos este tema más en concreto.
Finalmente, como dicen los autores de Los límites del crecimiento, si no se ha hecho nada por detener el deterior del planeta, hasta el momento, pues vayamos haciendo algo… Ni la pandemia que paró al sistema industrial, por primera vez en su historia, hizo reaccionar a las élites que ahora guerrean en lugar de procurar la paz.