Serpientes y escaleras - Juan Salgado Brito

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Juan Salgado Brito

“La política es el eje central del quehacer público, la autoridad no se impone, la autoridad se merece”

 

Juan Salgado Brito

Afecto a las frases y las anécdotas, Juan Salgado Brito decía que “la fuerza de un gobierno no está en imponer, sino en convencer”; en tiempos como los actuales, donde el poder se entiende en muchos lados como la imposición de una voluntad, la frase adquiere una vigencia casi dolorosa. Gobernar, explicaba, es persuadir con argumentos, no doblegar con órdenes, es construir acuerdos, no callar disensos. Hoy en Morelos esa lección se ha diluido entre discursos que convencen poco y decisiones que dividen mucho.

Casi todos los gobiernos actuales, incluyendo al de Morelos, enfrentan una creciente desconfianza social, no tanto por falta de obra pública o programas sociales, sino porque no logran convencer a la gente. La ciudadanía no se siente parte de las decisiones, ni satisfecha con los resultados; “los números pueden cuadrar, pero las emociones no”.

Esto lo sabía muy bien Juan Salgado, quien de manera cotidiana mostraba su visión del estado y generosamente compartía sus experiencias; “La política es el eje central del poder público, sin ella la gestión se vuelve una simple administración sin alma, ni sentido de comunidad”.

Salgado Brito era un político de la vieja escuela, forjado en las formas y códigos que por muchos años fueron parte intrínseca de la vida pública y que caracterizaban al funcionario profesional, preparado, juicioso, sensible y respetuoso de la investidura. Pero también era un hombre que supo trascender su tiempo y logró adecuarse, sin perder dignidad, a una nueva realidad en donde las costumbres y las formas cambiaron. “Soy una sábana muy miada” decía jocosamente cuando se refería a su trayectoria.

Juan era un político de formas, de respeto, de institucionalidad, preparado, pero sobre todo de inteligencia práctica, sabía que el poder se ejerce con autoridad y no con soberbia. “La autoridad no se impone, la autoridad se merece”, repetía constantemente recordando que los cargos no otorgan legitimidad: se legitima con hechos, congruencia y buen trato hacia la gente, algo difícil de ver en estos tiempos, en donde las figuras públicas confunden mando con poder y obediencia con respeto.

Juan Salgado Brito era un hombre que recurría a las frases para exponer sus ideas: “No puedes ir al burdel con sotana” decía con esa mezcla de ironía y sabiduría popular que lo caracterizaba y hacía ameno platicar con él. Y es que en medio de cada expresión aparecía una lección de vida: no se puede predicar honestidad mientras se practica la simulación, en política la congruencia no es un lujo, es una condición de supervivencia, repetía al tiempo de diferenciar la teoría de la realidad en el ejercicio del poder.

O aquella de “búscate otro con cara de más pendejo que te crea”, que utilizaba cuando alguien intentaba venderle verdades a medias, cuando la simulación se disfrazaba de lealtad o cuando un funcionario confundía adulación con trabajo. Era su manera de dejar claro que, en la política como en la vida, la mentira tiene piernas cortas.

El doctor fue un hombre que tuvo una visión profundamente humana del poder: “Nadie es más que nadie y nadie es menos que nadie”; para el secretario de gobierno la política debía ser un espacio de igualdad, de respeto y de servicio; rechazaba la arrogancia de los cargos y defendía la idea de que gobernar es servir y no lucirse. Esa visión fue algo que por muchos años lo distinguió de otros políticos de su época y lo hizo sobresalir en la actual clase política y gobernante.

En momentos en los que Morelos enfrenta un escenario complejo por la inseguridad y la violencia, Juan repetía de manera incansable en lo público y en lo privado que “no se debe tolerar que la gente viva con miedo”. Era un político de la vieja escuela, pero no de pensamiento viejo, creía firmemente que el estado debía ser garante de la paz y de justicia, no un simple administrador del orden; en una época donde la violencia se normalizó, su frase resuena como reclamo: no se puede hablar de progreso cuando la gente teme salir de su casa.

Juan Salgado Brito también fue un defensor del liderazgo femenino: “Soy feminista, las mujeres dan buenos resultados en el gobierno”; el doctor estaba convencido del rol de las damas en estos tiempos y comprometido hasta la médula con su jefa, la gobernadora, hacia quien siempre tuvo expresiones de respeto, afecto y lealtad. Quienes fuimos invitados por ella tenemos el compromiso de responderle con resultados, no con zalamería, ni haciéndonos pendejos. Fiel a su honestidad afirmaba que el cambio de género en el poder no era suficiente si no se acompañaba de un cambio profundo y tangible en la manera de gobernar: a la gente le vale madre quien gobierna, quiere resultados en su vida cotidiana.

Algo que siempre distinguió a Juan Salgado Brito fue su respeto a la prensa y a la libertad de expresión, entendía que los medios de comunicación son un contrapeso natural e indispensable del poder, necesarios en toda democracia, porque “el poder sin crítica se vuelve ciego”. Le gustaba repetir la frase de Gabriel García Márquez que decía: para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica y también mucha ética; solía repetirlo como advertencia y como reconocimiento: sabía que la prensa crítica no incomoda, equilibra y que los gobiernos que la respetan se fortalecen, no se debilitan. Juan veía en los periodistas a aliados de la verdad, no enemigos del poder.

Juan, dijo Laura, su esposa, fue un gran padre, era un hombre que construía y no destruía, Juan construía puentes y hacía relaciones, empezando por su familia; él nos decía: “Un político debe tener las tres C: cerebro, corazón y carácter, si no, no sirve para político”.

“Te deseo que te vaya muy bien en todo lo que no me perjudique”, comentaba entre risas, pero con verdad; era su manera de enseñar que la política no debe basarse en la destrucción del otro, sino en el respeto y la coexistencia.

Ante todo, el doctor Juan Salgado Brito fue un político con un alto sentido del deber y de la palabra, su partida deja un enorme vacío en el gobierno de Margarita González Saravia, porque su voz en el gabinete era la de más peso, experiencia y autoridad moral. Aunque como secretario de gobierno le restaron atribuciones y lo relegaron de la operación política, su figura siempre fue un puente entre la técnica y la política, entre los ciudadanos y los gobernantes, entre la gobernadora y la clase de poder, entre la institucionalidad y la calle.

Su ausencia deja a la administración sin un operador de primera, sin una figura respetable, querida y que, sin buscarlo, era el camino que muchos seguían para llegar a la mandataria cuando otras puertas se cerraban o no se abrían. Institucional como parte de un equipo, Juan repetía que hacía lo que su jefa le ordenaba y que mientras la vida se lo permitiera, lo suyo iba a ser sumar a un proyecto, el de Margarita, en el que creía y que estaba convencido iba a triunfar.

Llenar su lugar no será sencillo, hablamos de una figura con más de cinco décadas de experiencia en política, un hombre con un profundo conocimiento del sistema político mexicano que poseía algo que muy pocas figuras públicas tienen hoy en día: credibilidad. En un entorno donde la política se ha vuelto desechable y los liderazgos son efímeros, su figura representa una brújula moral, un recordatorio de que el poder sin integridad se convierte en un simple dominio.

Morelos ha perdido a un político de raigambre, un hombre de estado en el sentido clásico del término, un servidor público que entendía el valor del diálogo, de la crítica y de la palabra. El gobierno de Margarita González Saravia pierde sin duda a su figura más sólida y completa. Juan Salgado se fue, pero deja una herencia de pensamiento y estilo.

Si el gobierno actual logra retomar esas lecciones, su legado habrá valido la pena.

·         posdata

La muerte de Juan Salgado Brito deja a la gobernadora frente a un desafío mayor. No se trata simplemente de suplir a un funcionario, se trata de encontrar alguien que asuma ese liderazgo, que sume al proyecto que encabeza Margarita González Saravia y entienda que, pese al recorte de atribuciones, la secretaría de gobierno debe ser un espacio donde se entienda la política como el arte del equilibrio y de la palabra como instrumento de paz.

La mandataria tiene el enorme reto de continuar su proyecto sin uno de sus pilares políticos y morales; Juan Salgado combinaba inteligencia, buen trato, firmeza y humanidad, era un hombre de oficio político, convicciones claras y sensibilidad. Su palabra tenía peso, su consejo valor y su presencia autoridad.

La ausencia de Juan Salgado no la sentirá solo el gobierno del estado, se verá en la clase política misma de Morelos, porque hombres como él, formados en la convicción de que el servicio público es eso, servicio, no abundan.

Por razón natural del cargo, el secretario de gobierno debe ser un complemento del gobernante, alguien que aporte liderazgo, prudencia y operación política al servicio del estado y de la gobernadora. Menos que eso sería un simple burócrata.

¿Quién va a llenar los zapatos de Juan Salgado Brito?

·         nota

El secretario estatal de seguridad dio a conocer la captura de José Antonio Alvarado Martínez, identificado como “El Vara”, un importante generador de violencia en la entidad, particularmente en la zona oriente, desde hace al menos doce años.

A este personaje se le involucra de manera directa en secuestros, extorsiones y asesinatos; con su detención, dice Miguel Ángel Urrutia, se espera una baja significativa en la violencia y las extorsiones.

La detención de El Vara fue resultado de labores de inteligencia y trabajo coordinado entre autoridades estatales y municipales; después de este personaje, el jefe policiaco considera que habrá más capturas de personajes que generan violencia y lastiman a la sociedad.

La puesta a disposición de Alvarado Martínez se dio a conocer en una conferencia de prensa extraordinaria, no esperaron hasta la siguiente semana para informar; quizá porque se trata de un personaje de alto calibre o tal vez porque finalmente entendieron la importancia de comunicar a tiempo.

·         post it

El Colectivo Cuernavaca le pondrá el cascabel al gato al presentar formalmente una denuncia contra el titular de la ESAF por delitos relacionados con corrupción y conflicto de intereses.

Lo menos que debería hacer la Fiscalía Anticorrupción es investigar, en tanto que el congreso tiene que voltear a ver qué ocurre en una dependencia en donde su titular ha recibido acusaciones muy serias.

A menos, claro, que el negocio no sea solo de José Blas Cuevas.

·         redes sociales

A su familia, a sus hijos, de manera particular a Laura, Juan Carlos y Meggie, mi solidaridad y cariño. La Partida de Juan es física, pero su legado es eterno.

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