Serpientes y escaleras - Cuando las cifras no bastan

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Cuando las cifras no bastan

El esfuerzo se hace, pero los resultados no se sienten.

 

Cuando las cifras no bastan

Una vez más Cuernavaca apareció entre las ciudades del país en donde la gente se siente más insegura; según la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI, correspondiente al tercer trimestre del 2025, el 84.2 por ciento de los habitantes de la capital de Morelos consideran que su ciudad es muy insegura. Sólo Culiacán, Irapuato, Chilpancingo y Ecatepec presentan cifras peores.

El dato es demoledor, porque aunque las estadísticas no reflejan datos duros respecto a comisión de delitos, es decir, expresa solo el sentir de la población sobre el tema de inseguridad, confirma el peso de la opinión pública en el ejercicio público. La realidad es preocupante: a pesar de los esfuerzos coordinados entre los tres niveles de gobierno, la percepción de inseguridad no baja, por el contrario, sube cada día.

Entre junio y agosto del presente año el porcentaje de ciudadanos que dijeron sentirse inseguros en Cuernavaca aumentó, lo que refleja que las acciones de gobierno no están logrando cambiar la percepción pública, aunque los números internos de la capital y del estado digan otra cosa.

Aquí entramos a un aspecto clave de la historia: aunque legalmente la responsabilidad de la seguridad en los municipios corresponde a los alcaldes, frente a la opinión pública, en algunos lugares del estado, como Cuernavaca, sede de los tres poderes, el desgaste por la inseguridad es compartido entre el presidente municipal y la gobernadora.

Los números que revela la encuesta de INEGI muestran los efectos individuales del miedo en la vida cotidiana: el 40.6 por ciento de las personas mayores de 18 años han dejado de llevar joyas, dinero, objetos de valor o tarjetas por temor a un asalto, mientras que el 36.9% ha cambiado sus rutinas familiares y no permiten que los menores salgan solos.

En la economía el golpe es muy duro: a principios del año dos mil Cuernavaca era reconocida por su vida nocturna, en la ciudad de la eterna primavera se desarrollaban de manera permanente desfiles de moda, fiestas temáticas y llegaron a operar de manera permanente 21 discotecas solo en la capital. Hoy no queda ninguna.

Pero más allá de la estadística, este estudio describe a una ciudad donde sus habitantes viven con miedo y tienen el temor permanente de ser víctimas de algún delito; la falta de actuación de sus autoridades ha modificado su comportamiento de vida de las personas para evitarlo, es decir, frente a la desconfianza en quien gobierna, se asumen medidas preventivas individuales.

Esa es la verdadera dimensión del problema, la inseguridad percibida ha invadido la vida diaria de las personas y esa percepción pesa muchísimo en el ánimo colectivo de los ciudadanos, lo cual echa por tierra cualquier cifra optimista en donde las autoridades presumen una baja en la incidencia delictiva.

De manera permanente los gobiernos de Cuernavaca y de Morelos muestran avances, ofrecen datos duros que confirman sus declaraciones y resaltan cómo la coordinación institucional ha logrado progresos significativos en temas sustantivos como los homicidios, los secuestros, el cobro de piso, las extorsiones y los feminicidios. A pesar de ello, nada de lo que dicen hace que el ánimo ciudadano cambie, por el contrario, las estadísticas que expone el propio gobierno federal a través del INEGI expone que la mayoría de los ciudadanos consideran que hoy estamos peor que antes.

El desencuentro entre cifras y percepción es en este momento el mayor reto de las autoridades. Entendamos: no se trata de que los datos que presenta el gobierno del estado a través de la SSP, la FGE o la policía municipal sean falsos; el problema es que esta información no conecta con la experiencia diaria del ciudadano común.

En Cuernavaca la gente no cree que haya más patrullas o que los números de emergencia respondan mejor a las llamadas; lo mismo pasa a nivel estatal en todos los municipios: a pesar de que el estado ha presentado más equipamiento, para los ciudadanos el problema sigue ahí, presente en casos diarios de extorsión o asesinatos en la vía pública.

Y hablamos de historias entrelazadas: la numeralia de INEGI desnuda los problemas que ven las personas en sus comunidades: el 84.9% considera a los baches como el principal problema de Cuernavaca, el 60% refiere que las coladeras están tapadas por los desechos y el 59.6 habla de fallas constantes en el suministro de agua potable.

El ciudadano no separa los problemas de inseguridad con su entorno de vida: calles llenas de baches, sucias y mal iluminadas, fallas permanentes en el suministro de agua y poca presencia policial dan como resultado natural una sensación de miedo permanente y un temor constante de ser víctimas de algún delito.

El costo político de la inseguridad es muy alto para cualquier autoridad y erosiona la legitimidad de los gobernantes. Margarita González Saravia inició su gobierno con un alto respaldo social y llegó a estar ubicada entre los primeros cinco gobernadores mejor calificados de México; el contraste con Cuauhtémoc Blanco fue su primer impulso, pero la falta de resultados contundentes la ha hecho ir perdiendo posiciones y respaldo social.

En las últimas cinco administraciones estatales los problemas de inseguridad han causado un impacto muy fuerte en la imagen de los gobernantes, porque la gente asocia su bienestar personal con la sensación de seguridad, por eso cuando las personas sienten miedo, no importa las cifras que les presenten sus autoridades: el gobierno pierde confianza.

Morelos es un claro ejemplo de ello: en los últimos treinta años ninguna administración, sin importar el partido, ha logrado revertir la narrativa de inseguridad; todos tarde o temprano terminan desgastados por el mismo motivo: la percepción de que nada cambia o de que estamos peor que antes es la que domina el diálogo público.

Modificar la percepción no es una simple tarea de comunicación, es necesario que la realidad sea tangible; de poco sirve repetir mensajes sobre avances cuando los ciudadanos no los sienten. Para cambiar la forma como la gente ve su entorno, las autoridades deben concentrarse en tres ejes:

1-    Recuperar la confianza ciudadana, pero no con discursos, sino con presencia física visible en las calles, con más patrullaje, con retenes, programas vecinales, un número de emergencia eficiente con respuestas rápidas y atención puntual en colonias críticas. ¿Si todos sabemos en qué lugares se concentra la mayor incidencia delictiva y se esconden los delincuentes, por qué las autoridades no hacen nada?

2-    Mejorar el entorno urbano: la seguridad está íntimamente ligada a la calidad de los espacios públicos: una calle pavimentada, bien iluminada, limpia y con servicios transmite seguridad; una ciudad sucia, mal iluminada, grafiteada, con basura y fugas de agua genera miedo y propicia crimen. Cuernavaca se encuentra hoy en un mal momento, con calles destruidas, múltiples fugas de agua, obra pública de mala calidad y poca presencia policiaca; es obvio que la sensación de miedo aumente.

3-    Comunicación con empatía, no con cifras: a los políticos les encanta llenar sus conferencias de prensa con cifras, estadísticas y discursos vacíos, pero el ciudadano común no les pone atención. La comunicación social moderna debe humanizar los resultados, contar historias reales de mejora, casos concretos de recuperación de espacios públicos, testimonios ciudadanos y ponerles rostro a los policías. Los elementos que combaten el crimen también son personas, sienten miedo, tienen familia, forman parte de la comunidad y luchan todos los días para salir adelante, no son figuras vacías, inertes, insensibles y distantes de la sociedad; eso es importante que la gente lo tenga claro.

El reto del gobierno de Margarita González Saravia y para José Luis Urióstegui pasado su primer año como gobernadora y alcalde, respectivamente, está en cerrar la brecha entre la realidad oficial y la percepción ciudadana. De nada les sirve presentar números optimistas y llenar ruedas de prensa con datos, si la gente no siente un cambio positivo, ni les pone atención a sus cifras.

Mientras la distancia entre estadística y realidad persista, ninguna cifra servirá para convencer a la gente de que vive más segura que antes.

·         posdata

El titular de la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización fue expuesto por tener una red de empresas que se han beneficiado de su cargo. José Blas Cuevas tiene la responsabilidad de fiscalizar los recursos públicos y sancionar los actos de corrupción, pero durante su gestión, ningún pez gordo ha sido procesado.

El reportaje de El Universal de hace unos días muestra por qué: más que ser una herramienta que combata la corrupción, la ESAF es un instrumento de presión, chantaje y negocio personal del auditor. Y a pesar de ello lo ratificaron en el cargo.

Las pruebas de la red de complicidades las expuso El Universal, pero como siempre sucede en Morelos, no pasará nada, porque la corrupción no es una actividad que se realice en solitario.

·         nota

Cuernavaca al igual que el estado vive una paradoja: aunque tienen estabilidad administrativa y avances técnicos, el ánimo social va en sentido contrario: la gente cada vez se siente más insegura, más cansada y consecuentemente más distante del discurso oficial.

No atender esa brecha tendrá consecuencias tangibles en las elecciones del 2027: porque en política la percepción es destino; los gobiernos no caen por los números, sino por las sensaciones que esos números no logran disipar.

Desafío para el alcalde y para la gobernadora es romper ese ciclo, salir del bucle que ha hundido a cada administración en las últimas tres décadas.

Eso sólo ocurrirá cuando la inseguridad deje de ser un discurso y se convierta en una experiencia diaria ciudadana.

·         post it

Hace unas semanas en el primer círculo político de Morena presumían que al senador Víctor Mercado lo habían vetado y estaba fuera de la carrera por Cuernavaca. “Es un hecho, lo sabemos del más alto nivel” me comentó una de las figuras que participan en el equipo electoral.

¿Y luego? Resulta que hoy el senador está más activo que nunca: apadrinó a los comerciantes, arranca un torneo de fútbol que lleva su nombre y se muestra mucho más activo que antes. ¿No le llegó el mensaje que, dicen, le dieron “del más alto nivel”?

Ese es el problema de muchos políticos morelenses, son afectos al rumor, al chisme, a trabajar con hipótesis que ellos mismos crean, historias que surgen de su imaginación y escenarios que construyen porque así les conviene. Les incomoda muchísimo la realidad, por eso crean sus ambientes alternos.

Víctor Mercado aventaja por mucho a todos los aspirantes a competir en el 2027 por la capital de Morelos y sigue trabajando todos los días en el territorio y en el aire; parece imposible que cualquiera de los demás que quieren esa candidatura lo alcancen.

·         redes sociales

Montarse a la imagen de otro para crecer en presencia, conocimiento y popularidad es una medida común entre los políticos. Lo que olvidan es que no cualquier figura ayuda a otros a crecer, no importa el cargo que tenga. 

Un gobernador (a) que se encuentra arriba del 70 por ciento de aprobación, puede cobijar a otros, pero la sola cercanía y acompañamiento en eventos no basta, hay que trabajar en territorio y aire. Aquellos mandatarios (as) que están por debajo del 60% de aprobación, no tienen capacidad de iluminar a quienes están a su alrededor.

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