Observador político - El legado de Juan Salgado Brito

En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Observador político - El legado de Juan Salgado Brito

Hay vidas que, aun en su partida, logran lo que pocas consiguen en los días de tensión política: unir. Juan Salgado Brito fue una de esas figuras que, con su muerte, logró reunir a toda la clase política morelense en un mismo sentimiento: el reconocimiento a su entrega, su talento y su profunda vocación de servicio.

LOS RUMORES.- Durante meses, los rumores en torno a su permanencia en la Secretaría General del Gobierno de Margarita González Saravia fueron tema de conversación en los pasillos del poder. Se decía que dejaría el cargo, incluso se mencionaban posibles reemplazos. Pero él, fiel a su estilo discreto y firme, siguió trabajando. Y lo hizo como siempre: sin estridencias, con resultados. Juan Salgado no necesitó de reflectores ajenos para brillar; su preparación, su experiencia y su carácter le bastaban para destacar dondequiera que estuviera.

Fue un político de la vieja escuela, de esos que sabían escuchar y construir. En un entorno político cada vez más fragmentado, su figura representó una rara coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Su paso por el servicio público dejó huellas tangibles, pero más allá de los cargos, lo que permanece es la memoria de un hombre comprometido con el desarrollo de Morelos y con las causas sociales que marcaron su trayectoria.

En el homenaje realizado en el edificio del Poder Ejecutivo, la gobernadora Margarita González Saravia lo describió como un hombre de profundas convicciones, de visión humanista y guiado por los valores de justicia, dignidad y bienestar. No era una descripción de protocolo: quienes lo conocieron saben que su forma de hacer política estaba cimentada en el diálogo, en la construcción colectiva y en la búsqueda constante de consensos.

Juan Salgado enfrentó críticas y obstáculos, como todo servidor público que decide no plegarse a intereses ajenos al bien común. Pero nunca perdió el sentido del deber. En tiempos donde la política parece reducirse a rivalidades y desconfianzas, su ejemplo recuerda que la función pública tiene sentido sólo si se ejerce con honestidad, compromiso y vocación.

Hoy, Morelos despide a un hombre que no solo sirvió al gobierno, sino al pueblo. Su legado no pertenece a un partido ni a una administración: pertenece a la historia morelense.
Descanse en paz, doctor Juan Salgado Brito. Su nombre quedará grabado, no solo en los archivos del poder, sino en la memoria de quienes aún creen que la política puede ser un acto de servicio.

HOMBRE DE INSTITUCIONES.- Murió sirviéndole a Morelos, irremplazable, de esos políticos que muy pocos se dan dijo de Juan Salgado Brito, Juan Emilio Elizalde Fifgueroa, presidente magistrado del Poder Judicial.

HOMBRE DE INSTITUCIONES.- Hay hombres cuya partida no se siente como una ausencia, sino como una presencia distinta: más silenciosa, pero más profunda. El doctor Juan Salgado Brito fue uno de ellos. Su muerte no sólo deja un vacío en la vida pública de Morelos, sino una huella viva en la memoria de todos los que creyeron, con él, que la política podía ser una forma de servir y no de servirse, fue la coincidencia de los presentes durante el homenaje realizado en el Congreso del Estado, dónde los tres poderes coincidieron en algo que rara vez se ve: el reconocimiento unánime a un hombre que dedicó su vida entera a su tierra.

La gobernadora Margarita González Saravia recordó, con emoción y cercanía, cómo Juan se acercó a ella al inicio de su campaña: “Quiero participar contigo, en cualquier posición, quiero acompañarte”, le dijo y respondió que él tenía la fuerza y la altura para ser gobernador de ese estado que tanto amaban. Y aunque él, con modestia, alegó no estar ya en edad para competir, se lanzó a la contienda interna con entusiasmo, demostrando la pasión que lo caracterizó hasta el final.

Su trayectoria es la de un político que entendió el poder no como privilegio, sino como responsabilidad. En cada cargo, desde presidente municipal de Cuernavaca hasta secretario de Gobierno, demostró que el diálogo, la serenidad y la prudencia pueden sostener los cimientos de una administración cuando las tensiones amenazan con romperlos.

El diputado Isaac Pimentel Mejía, presidente del Congreso local, lo definió con precisión: “Juan Salgado no fue un hombre de discursos, sino de hechos. Fue un constructor de acuerdos, un hombre de pensamiento crítico y profundo amor por nuestra tierra.”

Y es cierto: su legado no se mide en títulos ni en puestos, sino en la confianza que inspiró, en la amistad que cultivó y en la unidad que supo sembrar en un entorno político muchas veces dominado por la confrontación. Fue maestro, académico, pensador, y sobre todo, un defensor incansable de la educación, la justicia y la equidad.

El magistrado Juan Emilio Elizalde Figueroa, visiblemente conmovido, habló no sólo como funcionario, sino como amigo. Recordó las batallas compartidas, las enseñanzas y el amor de Juan por las instituciones.

“Murió sirviéndole a Morelos”, dijo. “Murió sirviendo a su pueblo, el que lo vio nacer y al que le dio todo.”
Pocas frases pueden resumir mejor una vida dedicada al servicio público.

En tiempos en los que la política suele perder su sentido humanista, el ejemplo de Juan Salgado Brito devuelve esperanza. Recordarlo es recordar que la función pública tiene alma, que el compromiso puede ser genuino y que aún existen servidores que entienden el poder como una oportunidad para construir.

Morelos despide a un político, sí, pero también a un hombre bueno. A uno de esos que dejan lecciones que no se olvidan: la importancia del diálogo, la fidelidad a los principios, la amistad como forma de liderazgo y el amor como motor de servicio.

Saludo y abrazo al amigo…

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