Serpientes y escaleras - Corcholatas y tiempos políticos

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Corcholatas y tiempos políticos

El pulso político en Morelos es cambiante, más que en la mayoría de los estados del país

 

Corcholatas y tiempos políticos

Como sucedió en el 2023 cuando las corcholatas presidenciales y estatales marcaron la agenda política en los meses previos al inicio del proceso electoral, en Morelos pronto iniciará un fenómeno similar cuando se acelere la carrera por los 36 municipios de la entidad. Cuernavaca, Jiutepec y Cuautla serán los ayuntamientos donde habrá más efervescencia, porque en ellos se concentra la mayor actividad económica y el mayor número de votantes. Quien gane la zona metropolitana, tiene un pie en la gubernatura del 2030.

En Cuernavaca la política suele anticiparse y amplificarse más que en el resto de los municipios; y es natural: se trata de la capital, el centro económico, político y social, el municipio que más influye en la zona metropolitana y que en términos electorales concentra a poco más del 25 por ciento del padrón electoral.

Y es precisamente por lo que representa, que en este lugar aparecen más rápido que en otros los nombres de los posibles candidatos, en donde se comienzan a establecer alianzas y de manera natural donde la tensión aumenta en todos los sentidos, porque lo que ocurra en Cuernavaca generalmente influye en el resto del estado.

El que viene en el municipio sede de los tres poderes del estado no es un proceso ordinario, se trata de la elección que marcará el rumbo político en los años venideros, porque se trata de la vitrina electoral por excelencia, el lugar de donde podría salir el siguiente jefe del ejecutivo en el estado.

Reitero: Cuernavaca es más que un municipio, es el corazón simbólico y mediático de Morelos, el escenario donde se miden los liderazgos y donde los gobiernos y los políticos suelen ganar o perder legitimidad. La elección municipal del 2027 en la capital será, en realidad, un refrendo sobre la eficacia y la percepción de los tres niveles de gobierno y sus titulares.

Morena llegará al 2027 con números favorables y una fuerza teóricamente optimista, pero política y socialmente menos sólida; a nivel nacional enfrenta el desgaste de ejercer el poder, de las pugnas internas, el fuego amigo, los escándalos del huachicol fiscal, las reformas legales impopulares y la ostentación de algunos de sus militantes que aniquilan el discurso de austeridad y van en contra de la carta moral de la 4T.

En Morelos las cosas no son sencillas: aunque la intención de voto sigue favoreciendo a Morena, la evaluación sobre desempeño del gobierno estatal muestra una caída sostenida de la simpatía hacia la administración de Margarita González Saravia. Y es que aunque su administración se esfuerza por ser diferente y la gobernadora predica con el ejemplo, el enfado de los gobiernos pasados, mezclado con los constantes escándalos del exgobernador Cuauhtémoc Blanco, a quien se le considera protegido de Morena, pega de lleno a un régimen que prometió combatir la corrupción y un año después sigue sin llevar a cabo una acción contundente contra quienes saquearon al estado.

El gobierno estatal enfrenta el doble desafío de cumplir con lo prometido en campaña, pero también por sortear un reclamo popular de justicia. En las tareas cotidianas sobresale el tema de inseguridad y violencia, que, si bien es atendido de manera puntual y permanente por los titulares de la Fiscalía y la Secretaría de Seguridad, no alcanza a ser percibido como un asunto resuelto, ni siquiera como algo que ha mejorado en el último año. Peor: a pesar de los números optimistas, para la mayoría Morelos está hoy peor que antes.

A ello se añaden otro tipo de historias que ganan la narrativa, como el cierre de la planta armadora de autos Nissan Mexicana, cuyos efectos aún no se sienten porque hasta el momento solo se ha anunciado su salida del estado, pero será hasta el mes de marzo cuando concluyan sus operaciones y todos los trabajadores sean liquidados. Suponer que el problema de Nissan ha sido superado es erróneo, lo verdaderamente duro en esta historia apenas viene. Pero regresemos a lo electoral:

De manera particular Cuernavaca ha sido un espacio complicado para la izquierda y para Morena; la única ocasión que Morena ganó la capital fue en el 2018, gracias a la ola obradorista que le permitió alzarse con el triunfo aún sin candidato. El problema es que a la capital llegó en ese momento una figura ignorante, frívola, sin tacto político ni sensibilidad social, corrupto al extremo y torpe a niveles pocas veces visto.

El resultado al final de ese periodo fue el encarcelamiento de Antonio Villalobos y la derrota electoral en dos ocasiones consecutivas de Morena, quien, por cierto, en el 2021 y 2024 arrancó la campaña con más de diez puntos de ventaja y al final fueron derrotados por confiados y por postular malos candidatos.

La baraja electoral para Cuernavaca está a la vista, aunque no del todo definida: el PAN mandará al diputado Daniel Martínez Terrazas en tanto que el PRI apostará por la exmorenista Lucía Meza Guzmán.

En el Movimiento de Regeneración Nacional la propuesta se divide entre hombres y mujeres: para mantener la línea de paridad y empoderamiento está la secretaria de educación Karla Herrera, la contralora Alejandra Pani y la diputada Meggie Salgado; si la apuesta es por un varón el más fuerte es el senador Víctor Mercado, seguido del secretario de agua Javier Bolaños, el diputado Juan Ángel Flores y Luis Machuca.

Sea cual fuere la decisión de Morena y el interés de la gobernadora, lo prioritario para el movimiento es consolidar una estructura municipal que arrope a su candidato (a) y genere una narrativa ganadora que fortalezca la percepción de triunfo frente a un mercado electoral crítico y de clase media, justo el sector poblacional que más descontento está con Morena.

Y luego está Jiutepec, otro municipio importante en el rompecabezas metropolitano, gobernado hoy por Eder Rodríguez, quien seguramente buscará la reelección y construirá una alianza con varios partidos para que lo arropen. Igual que en la capital, el adversario será Morena con cualquiera de sus aspirantes, empezando por la secretaria de Bienestar Silvia Salazar. David Ortiz, candidato perdedor en el 2024 querría volver a participar, pero tiene pocas posibilidades de ser postulado toda vez que en Morena aplicará la regla de no reelección, ni nepotismo.

Jiutepec es un municipio donde la oposición arrancará con ventaja y a la 4T le resultará muy difícil recuperar territorio, porque varios de los grupos hegemónicos de esa zona, empezando por los Rabines, encabezados por la madre del exsenador Rabindranath Salazar, mantienen acuerdos sólidos con la oposición. Ariadna Barrera, otra de las aspirantes, no tiene un escenario sencillo, porque el grupo de Rafael Reyes le pagaría con la misma moneda utilizada por ella en el 2024, es decir, a pesar de ser militantes del mismo partido, el diputado difícilmente la apoyaría.

Y luego está Cuautla, desastre por donde se vea, gobernada por un alcalde señalado por estar vinculado a grupos criminales, pero en donde Morena no tiene buenos candidatos: a Rodrigo Arredondo también se le relaciona con delincuentes (solo que de otro bando), Raúl Tadeo Nava es impresentable y Paola Cruz no gana ni la elección de su cuadra. En la dos veces histórica veremos un duelo sotanero en donde triunfará el menos malo o el más mañoso (a).

Cuernavaca será en el 2027 lo que fue el país en el 2024: un espejo de alianzas, liderazgos y percepción de poder. Morena conserva fuerza, pero arrastra desgaste; el PAN tiene liderazgo, pero no garantiza entusiasmo. Frente a ellos el ciudadano observa, critica y llegado el momento, decide sin lealtades fijas.

La historia reciente de Morelos demuestra que ningún gobierno sobrevive a la desconfianza, por eso la batalla de la elección intermedia no será por los votos, sino por la credibilidad.

En política cuando la percepción cambia, la realidad se acomoda.

·         posdata

Políticamente hablando, al secretario de gobierno ya lo estaban cafeteando. Juan Salgado Brito, figura clave en el gabinete de la gobernadora Margarita González Saravia, valioso por su experiencia política, su conocimiento del estado, su cercanía con la gente y habilidad como negociador, comenzó a ser despedido desde diferentes lados bajo el argumento de que “estaba muy enfermo”.

El rumor no fue casualidad, surgió del propio equipo de la gobernadora y se le añadieron como datos extras algunas historias que referían una enfermedad incurable, un cansancio irrecuperable y una edad que “ya no le permite ni caminar ni hablar bien”. Nada de eso es cierto.

Juan Salgado solicitó una licencia para salir unos días de vacaciones, para visitar a su hija y convivir con sus nietos; desde donde está se mantiene atento a lo que ocurre en el estado y prudente como siempre, ha evitado caer en la tentación de contestar chismes que, al final, no lo afectan a él, sino a su jefa.

Salgado Brito no es un político cualquiera, su valor no deriva de la cercanía con la gobernadora Margarita González Saravia, de quien siempre se expresa con respeto y reconocimiento, sino de su historia de vida, su capacidad, trayectoria, imagen, estilo de hacer política y, por supuesto, su amistad con Andrés Manuel López Obrador.

El secretario de gobierno dejará el cargo cuando así lo determine la gobernadora o él lo decida; hoy ninguna de esas dos variables está en la mesa en este momento.

En algún punto Juan Salgado Brito saldrá del gabinete, pero solo Margarita González Saravia sabe cuándo. Lo que se rumora desde hace algunos días es algo que se propagó desde el propio gabinete y que difundió de manera institucional sin ponerse a pensar que este tipo de historias no ayudan a la gobernadora.

Pero así funciona este gobierno: aunque digan que están unidos, es evidente desde el principio que hay varios grupos al interior. Eso no ayuda a Margarita González Saravia.

·         nota

Cuando nadie lo esperaba, un juez federal libró una orden de búsqueda y aprehensión en contra de Rodrigo Gayosso Cepeda, hijo del exgobernador Graco Ramírez y excandidato perdedor a la gubernatura de Morelos. El motivo: su presunta participación en un fraude genérico por casi nueve millones de pesos.

Gayosso vive en Cuernavaca desde hace algunos meses, de manera discreta, pero constante, se ha reunido con figuras políticas pensando en participar en la elección intermedia, quizá en busca de una diputación local; mientras no resuelva su problema legal, es imposible que cualquier partido lo postule.

Pero aunque 8.7 millones de pesos es una cantidad importante de dinero, la suma no pinta si se considera el enorme daño patrimonial que este personaje y sus compinches causaron al estado; igual que Rodrigo Gayosso, deben ser juzgados quienes durante seis años se dedicaron a blanquear sus ganancias y robar: Sergio Beltrán Toto, Andrik Ruíz de Chávez y Alexis Ayala.

Con Gayosso podríamos ver por primera vez que se haga justicia en Morelos y se castigue a los corruptos. Luego siguen Antonio Villalobos, Cuauhtémoc Blanco, Ulises Bravo y muchísimos más que se han hecho millonarios a costa del erario morelense.

·         post it

Por enésima ocasión la gobernadora reitera: no habrá cambios en su equipo.

Me recuerda a Miguel Mejía Barón.

·         redes sociales

¿Qué tienen en común Cuauhtémoc Blanco y Rodrigo Gayosso (además de la cleptomanía)?

El gusto por el pádel.

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