Punto Kairo - Construcción de la legalidad

En opinión de Juan Salvador Nambo

Punto Kairo - Construcción de la legalidad

¿Cómo es que el país ha llegado a los niveles de violencia explosiva y espectacular registrados en el ámbito público? Y, en lo particular, ¿cómo la mujer ha sido víctima de este proceso? La marcha que realizaron millones de mujeres el pasado ocho de marzo, da muestra, en las experiencias reveladas de manera pública y privada, la forma como las violencias específicas, han marcado la vida de muchas de ellas.

En este sentido, señalan Arteaga y Valdés, el feminicidio es la expresión máxima de la violencia contra la mujer. Y citan a Caputi y Russell, para explicarlo: “existirá feminicidio en tanto se presenten figuras de terrorismo que resulten en muerte: concretadas en una gran cantidad de formas de abuso verbal y físico”, entre ellas, violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente en la prostitución), maltrato físico y emocional, heterosexualidad forzada.

La labor que se hace desde distintos ámbitos públicos para sensibilizar, reconocer y atender sobre dichas violencias, aún son limitadas. Por ejemplo, en el caso de las escuelas, es necesario matizar las intervenciones cotidianas para evitar que se continúe operando programas prematuros y de canalización de los “chicos o chicas problema”.

La realidad en las escuelas nos lleva a identificar una dialéctica entre el sistema de significados producidos por todo el conjunto de prácticas, creencias, instituciones, costumbres, hábitos, mitos, construidos para organizar la diferencia, distinguir a los otros, a los anormales, aquellos que “prefieren vivir en la ilegalidad”, y las prácticas escolares para promover el valor de la justicia y la observancia de la Ley.

Un proceso de resistencia contra instituciones dominantes que centran sus esfuerzos no sólo en normalizar u homogeneizar, sino también en jerarquizar, encapsular, excluir, criminalizar, hegemonizar o marginar prácticas y poblaciones que difieren del ideal sancionado. Sewell refiere algo al respecto:

La acción cultural autorizada, que se lanza desde los centros de poder, tiene el efecto de convertir lo que pudiera ser un balbuceo de voces culturales, en un campo semiótica y políticamente ordenado de diferencias. Dicha acción crea un mapa de la “cultura” y sus variantes, que dice a la gente dónde encaja y dónde encajan sus prácticas dentro del esquema oficial de las cosas.

Así pues, la cultura de la legalidad que se promueve contra las jóvenes que se atreven a manifestar su simpatía por el movimiento feminista o aquellas que rompen las reglas y son castigadas con la violación de sus derechos que aún no conocen, ha centrado sus esfuerzos en promover estrategias que catalogan a los estudiantes como  “infractores”, sin tomar en cuenta el autocuidado y beneficio común de los estudiantes, su escuela y su comunidad.

Tal como refiere Sewell, ya no es posible asumir que el mundo está dividido en sociedades discretas, cada una con su cultura correspondiente y bien integrada, pues existen paisajes de significado parcialmente coherentes que muestran cierta unidad con una demarcación relativa y en constante cambio.

Durante el conversatorio “Reflexiones sobre ser mujer desde la perspectiva psicológica y educativa” organizado por el Centro Morelense para el Desarrollo de la Ciencia (Cem Ciencia) el pasado 8 de marzo, se consideraron puntos que han llamado la atención de los especialistas: el empoderamiento femenino a través de las tecnologías, las responsabilidad afectiva en las relaciones de pareja y el consumo de sustancias legales e ilegales.

Al respecto, la Dra. Verónica Giles Chávez, especialista en farmacodependencia, señalaba que es un hecho que el consumo de sustancias van en aumento, pero existe confusión entre las jóvenes mujeres respecto a los términos de justicia e igualdad, pues consideran que retomar hábitos que antes eran predominante “masculinos”, no representa una ganancia ni para ellas ni para la sociedad.

Lo anterior, acorde al estudio que en el 2004 realizó Antonio Gómez Nashiki, investigador educativo, quien entrevista a estudiantes de educación secundaria para conocer cuál es la información que poseen en torno al consumo de drogas; en la entrevista responden a las preguntas ¿Cuál es la información que poseen los jóvenes de la secundaria en torno a las drogas?, ¿las utilizan?, ¿con qué frecuencia?, ¿son accesibles para ellos?, ¿cuáles son las que más consumen?, ¿qué tipo de información logran transmitir la escuela y los maestros al respecto? Como conclusión establece que el tema de la drogadicción es un tabú para los padres de familia, incluso para algunas autoridades educativas, pero no para los alumnos, quienes, por lo regular, muestran gran interés y una enorme curiosidad por el solo hecho de planteárselos.

Dos son las vertientes principales a través de las cuales los alumnos conocieron de la existencia de las drogas, según dicho estudio: los medios de comunicación y sus amigos. Han pasado casi dos décadas desde dicha exploración, ahora añadimos el factor internet que se imbrica en todos y cada uno de los fenómenos que atañe a la juventud y, de manera inminente, la variable de género.

En las escuelas secundarias y de nivel medio superior hay estrategias específicas como la impartición de conferencias dirigidas a jóvenes y padres de familia; la asignación de asesores o tutores; llevar a cabo una bitácora minuciosa con todo lo que ocurre al interior de la institución; o revisiones específicas a alumnos considerados como sospechosos de alguna falta. Hay que evaluar que tanto están atendiendo las necesidades de las mujeres, sin ser criminalizadas a través de la “cultura de la legalidad” que se ha construido en las escuelas.