Cuando sea demasiado tarde… - La ilusión de la democracia.

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - La ilusión de la democracia.

Muy buen día, apreciado lector. Este fin de semana toca puente, así que disfrute usted de un día extra de descanso y aproveche de este calor para degustar unas aguas de Jamaica y remojarse en una alberca o un balneario, que ya ve usted que por estos lares hay mucho de ambos. Digo, si no es que el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca no le haya suministrado el vital líquido, en dado caso prenda el aire acondicionado y disfrute de una serie o película en su plataforma favorita. Bueno, si no es que el recibo de la luz le llega por los cielos de tal tecnología refrescante. De todas maneras, por favor quédese en casa que el plomo sigue volando y el fierro sigue viajando en ésta, la tierra de mi general Emiliano Zapata.

            Esta semana el Dr. Julio César Penagos Corzo, quien fuera docente mío en la licenciatura en Psicología y quien aún labora formando futuros psicólogos en la Universidad de las Américas, Puebla, tuvo a bien a invitarme a una mesa de debate al respecto de el papel que juega la Psicología en el entendimiento del voto, las elecciones, y la democracia en general. Durante tal evento, que lamentablemente no duró lo suficiente como para que todos los ponentes vertiéramos nuestro sentir al respecto de las elecciones en México y el mundo en general, me enteré de la partida de Johan Galtung, quien propusiera los diferentes modelos de paz al respecto de la relación que tiene con la violencia. La máxima de Galtung es que la ausencia de violencia no significa la paz, pues ésta requiere de muchos más elementos para verdaderamente forjar sociedades en las que se cultiva el bienestar y la calidad de vida (y el verdadero bienestar, no el que esgrime el retrasado mental en turno al respecto de sus estrategias asistencialistas y populistas).

            Pues bien, su servidor sostiene que la democracia se ha transformado en un juego perverso a través del cual mantienen esta ilusión llamada estado de derecho y gobierno federal. El narco tiene el control de más de la mitad del territorio mexicano, nada más por dar un ejemplo cercano ponemos sobre la mesa la situación del cobro de derecho de piso en Cuautla y Cuernavaca. ¿Cuántos negocios observa usted abiertos después de las 7 de la tarde? ¿Cuántos han bajado sus cortinas permanentemente? Ahora hasta se obliga a los conductores de transporte público a halconear y proveer información fundamental sobre el movimiento social y económico de la ciudad, así como asistir en las labores de narcomenudeo y prostitución. Por un lado, estamos viviendo dos países porque ahora tenemos que proveer asistencia económica a dos gobiernos, uno oficial y uno no interesado en ser oficial, pero con estrategias más efectivas en la obtención de recursos. Casi que hasta no vendría mal institucionalizar la cosa para bajarle dos rayitas a la delincuencia, violencia, asesinato, y guerra entre cárteles rivales.

            Desconozco cómo sería un nuevo país con dos gobiernos, o más bien un mismo gobierno que cobra por un lado y cobra por el otro, ya ve usted que la diferencia entre autoridades encargadas de proveer estabilidad y paz y las autoridades interesadas en solamente el beneficio económico y el poder, ya no es clara. Estas elecciones están siendo marcadas por la influencia de los intereses de los grupos armados y delincuenciales. No voy a decir que ninguna de las dos candidatas favoritas para la silla grande esté coludidas con los malos, pero aún no estándolo tendrán que lidiar con ellos durante su mandato, y no auguro buenos resultados.

            Por otro lado, también tenemos que contemplar la disparidad implicada en los procesos democráticos. Así como dice Francisco Martín Moreno que en realidad tenemos dos países en virtud de la demografía de su población, tenemos por un lado a toda la gente que se tiene que levantar a las 4 de la mañana para llegar a su lugar de trabajo a las 9, debido a las condiciones de movilidad que requieren de horas y horas nada más para desplazarse; y por otro lado el sector poblacional que gana por encima de los veinte mil pesos per cápita, aquellos que pueden adquirir un auto y no tienen que depender del transporte público (eficiente, de calidad y de primera), y de ahí para arriba. Yo sostengo que hay un pequeño pero fornido tercer grupo, aquellos que nos dedicamos a la academia. No importa la disciplina, somos un contingente diferente que disfrutamos del recurso del conocimiento, pues tal pareciera que alto nivel de “conocimiento” no se traduce en alta capacidad adquisitiva, y viceversa. Tenemos un padrón electoral de alrededor de 80 millones de mexicanos, mientras sólo tenemos alrededor de 40 millones de mexicanos en la economía formal. Léase bien, los que no pagan sus impuestos son los que deciden cómo se distribuye el recurso de este país.

Porque la democracia no ha muerto, pero lo hará cuando se inventen un mejor sistema para determinar los liderazgos, y eso si lo logran implementar.