La violencia en Morelos: Un problema de fondo, no de forma

En opinión de Tania Jasso Blancas

La violencia en Morelos: Un problema de fondo, no de forma

La situación de seguridad en el estado de Morelos se ha convertido en una suerte de cuento de nunca acabar. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, en abril de 2024 se registraron 4,271 presuntos delitos, ubicando a Morelos en el noveno lugar a nivel nacional en cuanto a incidencia delictiva. Este panorama desolador no es nuevo para los morelenses, quienes día a día conviven con la sombra de la violencia y el temor.

El reciente despliegue de más de 900 elementos del Ejército y la Guardia Nacional, el pasado 4 de mayo, buscaba ser un bálsamo para una sociedad agobiada por la inseguridad. Sin embargo, pocos días después, un comando asesina a ocho personas en Huitzilac, recordándonos la ineficacia de las soluciones superficiales. La violencia no se detuvo ahí; ataques como el ocurrido en pleno centro de Cuernavaca, que dejó un muerto y al menos dos heridos, ponen en entredicho la capacidad del Estado para garantizar la seguridad de sus ciudadanos.

Las cifras son alarmantes: Cuernavaca, Jiutepec, Cuautla, Temixco y Yautepec concentran los mayores índices delictivos, con una prevalencia de homicidios, secuestros, extorsiones y robos con violencia. Estas estadísticas no solo reflejan números fríos, sino historias de vidas truncadas y familias devastadas.

La llegada de la Guardia Nacional a Morelos ha sido vista por algunos como una esperanza, pero la realidad ha demostrado que el simple aumento de la fuerza no es la panacea. La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos (CIDHM) ha señalado que lo que se necesita es una estrategia integral que vaya más allá de la militarización. El uso de la fuerza, si bien puede ser necesario en ciertos momentos, no aborda las raíces profundas del problema: la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción y la impunidad.

Morelos necesita algo más que soldados en las calles. Necesita un gobierno que se comprometa a reconstruir el tejido social, a invertir en educación, en programas de prevención del delito y en la creación de oportunidades para los jóvenes que hoy ven en el crimen una opción de vida. Es imperativo reformar las instituciones de seguridad y justicia para que sean verdaderamente eficientes y transparentes.

El desafío es enorme, y no hay soluciones fáciles. Sin embargo, es necesario entender que la seguridad no es solo la ausencia de crimen, sino la presencia de justicia y bienestar. Para los habitantes de Morelos, la paz solo será posible cuando el Estado cumpla con su deber de proteger y servir a todos sus ciudadanos, no solo a través de la fuerza, sino también mediante la promoción de una sociedad más equitativa y justa.

La violencia en Morelos no es solo una crisis de seguridad, es una crisis de gobernanza. Mientras no se aborden las causas estructurales que alimentan la delincuencia, cualquier medida será apenas un paliativo. Es hora de repensar las estrategias y apostar por un enfoque que realmente transforme la realidad de los morelenses, porque ellos merecen vivir sin miedo y con esperanza en el futuro.