Juego de Manos - Mia II

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Mia II

Anteriormente en el Juego de Manos: el caso de Mia Khalifa ejemplifica las problemáticas de miles de personas en su paso por la industria pornográfica, mientras que las agresiones en su contra demuestran la condena a la sexualidad de las mujeres y el machismo sistemático de la sociedad mundial. Ahora, el autor se enfocará en el rol de la pornografía en contextos que carecen de mecanismos completos de educación sexual.

En México, existen grandes deficiencias en torno a las enseñanzas institucionales y no es de sorprenderse. De acuerdo con el artículo: “Educación sexual integral: cobertura, homogeneidad, integralidad y continuidad en escuelas de México”, publicado en la Revista Salud Pública de México del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), las principales temáticas abordadas en estas enseñanzas son aquellas relacionadas con la salud sexual y reproductiva, tales como la prevención del embarazo, las enfermedades de transmisión sexual y las implicaciones del consumo de alcohol y drogas.

Por otro lado, los temas que involucran derechos y relaciones sexuales, como la igualdad/equidad de género, la diversidad, el placer y las relaciones. Este modelo de enseñanza parte de una concepción tradicional de la sexualidad y sus conocimientos, centrada en métodos anticonceptivos, relaciones heterosexuales, enfermedades y prevención del embarazo; sin tomar en consideración la posibilidad de que las y los adolescentes aprovechen su vida sexual (como estadísticamente ya lo hacen) de una manera responsable, sana y libre (como estadísticamente no lo hacen).

Ahora bien, al no existir un modelo de educación sexual eficiente, que brinde a las personas las herramientas necesarias, tanto para vivir una vida sexual plena y saludable como para poder ahondar en su propia identidad, preferencias o placer; la pornografía convencional entra —en el caso específico de los hombres, que somos su público meta— como un sustituto, fallido y peligroso, para este vacío. Esta problemática implica, forzosamente, que la discusión en torno a la formación sexual, específicamente de los hombres heterosexuales, involucre a la pornografía como agente involucrado.

Después, la pornografía mainstream reproduce y perpetúa los roles de género y las estructuras de poder, que colocan al hombre y su placer en primer plano mientras que encuentran a la sexualidad y el goce se las mujeres en un segundo plano, subordinado y condicionado al primero.

Por otro lado, esta perpetúa los estereotipos de belleza imposibles y la discriminación de las personas ajenas a la imagen euro centrista, mediante la exotización y la hipersexualización de sectores vulnerables. Es decir, que además de posicionar a las personas blancas, atléticas y de rasgos europeos como el ideal de la belleza, categorizan a quienes salen de este encuadre como “exóticos” como lo ajeno, lo prohibido y; a su vez, sexualizan a estos sectores a modo de que sirvan al dominante, como podemos ver en el erotismo de las lesbianas para consumo del hombre heterosexual.

Asimismo, actos como la violación, la objetivización, la humillación y otras conductas de violencia son reproducidas dentro de muchos de estos contenidos; mostrándolos como acciones deseables y positivas. El problema es multidimensional.

Es decir, que la naturaleza violenta de la pornografía más presente tiene un impacto directo en las relaciones de género y, por ende, juega un papel importante en los problemas de violencia que existen a la fecha.

El conflicto en sí se encuentra en la pornografía convencional, en quienes construyen su contenido y, siguiendo la cadena de responsabilidad, en quienes lo consumen. El problema está en la disponibilidad y visibilidad de los productos de naturaleza violenta, sí, pero también a la hora de que estos no se cuestionan y, por ende, no se buscan alternativas socialmente responsables para suplirlos.

Entonces, dar solución a esta problemática parte de tres ejes. Por un lado, es importante quitar el tabú alrededor de la sexualidad y el consumo de pornografía. No puede darse solución a un problema que no se enuncia. Por otro lado, es importante que quienes están involucrados en esta industria operen dentro de espacios éticos. Es decir, que realicen una remuneración justa a quienes trabajan, repiensen el contenido simbólico de los productos y den pie a narrativas alternativas en las que se respete la humanidad y dignidad de quienes forman parte de los contenidos (tanto dentro como fuera de toma).

Finalmente, como consumidores tenemos la responsabilidad de analizar de manera crítica el contenido que consumimos. Esto va desde lo que se nos presenta en pantalla hasta lo que ocurre detrás de cámaras. Para ello, vale la pena realizar una investigación propia sobre qué producciones son realizadas de manera ética y, como ocurre con el resto de los productos culturales, remunerar el trabajo de las personas involucradas en su creación pagando por su contenido.

Es importante abrir la discusión en torno a este tipo de espacios, pues forman parte de la formación sexual de los hombres y la reafirmación social de creencias. De ese modo, debemos ser muy críticos sobre nuestro papel en esta problemática para que, de esa manera, tracemos curso hacia la construcción de soluciones.

Vale la pena indagar más en la discusión respecto a la pornografía y sus impactos sociales. En este caso, las voces de quienes no forman parte del sector dominante (es decir, nosotros) tienen más valor, pues reflejan lo que el privilegio nubla en muchas visiones. El placer, a partir del acto de violencia contra otros, es sucio (y no en el buen sentido).

 

Por cierto:

 

Te invito a ahondar en la conversación a través del texto: “Pornografía y subversión: una aproximación desde la teoría de género de Judith Butler”, de Mariela Solana, publicado en la revista Convergencia, en donde hace un análisis de la pornografía alternativa como mecanismo de subversión a partir de la teoría de Judith Butler y Catherine MacKinnon.

Asimismo, puedes echarle un ojo a las TED Talks: It's time for porn to change, de Erika Lust; Let’s Talk Porn, de Maria Ahlin y Let's Talk About Sex: The Reality of the Sexual Pleasure Disparity, de Grace Wetzel; que narran distintos problemas de la pornografía tradicional de una manera digerible. Los puedes encontrar en Youtube con subtítulos al español.

 

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