Juego de Manos - Más allá del Nintendo

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Más allá del Nintendo

Llámese brecha generacional, diferencias con la tecnología o un sesgo por experiencia; es un hecho que desde Palacio Nacional se tiene una enemistad con lo videojuegos. Este hecho ha sido posible verlo en diversos momentos de la administración presente y —aunque en ocasiones se hace referencia a problemas reales que se derivan de estos productos culturales— en mayor medida se trata de comentarios que condenan su uso.

En días recientes, el Ejecutivo Federal presentó 7 productos legislativos para su análisis en el Congreso de la Unión, que tienen están enfocados en materia de seguridad pública. Dentro de estos, destaca el elevar los castigos por pornografía infantil, agilizar el proceso de castigo por el reclutamiento de menores de edad para participar en actividades ilícitas y utilizar el dinero incautado al narcotráfico para reforzar al cuerpo de seguridad.

Asimismo, se encuentra una reforma que pretende tipificar como delito la venta de videojuegos a menores de edad que contengan contenidos con apología a la violencia, el delito o el consumo de drogas. Pero ¿qué ocurre cuando la realidad resulta ser más aterradora que la ficción, y la violencia no se encapsula en una pantalla, sino que existe y se reproduce día con día?

Ahora, en la teoría suena sencillo sancionar a las personas que vendan videojuegos a un público prohibido—como ya se aplica con cualquier otro objeto ilegal (sic)— pero ¿cómo se aplicará esta medida a las tiendas virtuales, ya sean aquellas que se desprenden de las consolas o las plataformas de distribución digital? Pongamos un ejemplo, digamos que alguien quiere comprar el último juego de violencia, delito y consumo de drogas. Ante la negativa de la tienda por no tener la edad suficiente, decide abrir un correo con una fecha de nacimiento que alcance la mayoría de edad, lo conecta a su cuenta, le da al botón de “sí soy mayor de edad” y compra su juego a través de internet. ¿Qué procede?

Por otro lado, más allá de pensar que la restricción de los videojuegos es la solución al problema de inseguridad que se vive en el país, se debería pensar en maneras de hacer que estos productos sean seguros para las y los usuarios. Recordemos que no hace mucho dimos con la noticia de que miembros del crimen organizado utilizaban chats de juego para reclutar a halcones.

Quizá, los jefes de esta etapa en la materia son los prejuicios, la falta de información oportuna y actualizada y las soluciones superficiales a problemas de profundidad. Mientras estos no sean derrotados y podamos pasar al siguiente nivel, dejemos un F en el chat para las comunidades jugadoras desprotegidas y sin apoyo.

 

Gamers de alto rendimiento

 

Mientras que de este lado se ve con malos ojos el uso de videojuegos, en otros espacios se abren las puertas a nuevas formas de entretenimiento y competencia alrededor de estos productos culturales. Los llamados esports (del inglés deportes electrónicos) han ido ganando popularidad alrededor del mundo, congregando miles de jugadores, espectadores y, a su vez, generando una derrama económica importante.

 

De igual manera, la industria productora de videojuegos ha ido en crecimiento. Lo que en algún momento se trató de pasatiempos sencillos que desafiaban la habilidad y los reflejos de las y los usuarios, ahora agrega el diseño artístico, una jugabilidad compleja, interacción entre jugadores de distintas partes del mundo y la creación de historias fascinantes.

Este fenómeno ha llevado a que se abra la puerta de los videojuegos a personas que, anteriormente, no se hubiera contemplado que tuvieran un papel en ellos; como lo podemos ver que directores y actores de gran reconocimiento internacional, como Guillermo del Toro o Keanu Reeves, quienes han participado activamente en el desarrollo de algunos juegos de video.

Es decir, los prejuicios hacia estos productos no solo promueven estereotipos de las comunidades consumidoras; sino previenen acciones que mejoren el escenario en le que se encuentran las y los usuarios. Claro, es importante actuar para perfeccionar la regulación de estos productos; no obstante, el camino no es el hacerlos inaccesibles para las y los menores de edad, sino implementando mecanismos que aseguren el respeto de las edades mínimas establecidas en los empaques y,  brindar información actualizada y oportuna a los padres, madres o guardianes de la infancia, y trabajar por hacer de los espacios digitales más seguros para todas y todos.

 

Por cierto:

 

Circuló un video en el que el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, reta a una periodista que le preguntaba respecto al malestar generado por la derogación del delito de ultrajes a la autoridad, durante una rueda de prensa. El mandatario, que no bajó a la reportera de desinformante y mentirosa, fue duramente criticado en redes, medios y por distintos personajes públicos.

Para responder a la interrogante del mandatario, sobre el rol social de los medios de comunicación, sería preciso indicar que, efectivamente, dentro de sus funciones se encuentra el informar; no obstante, no debemos ser ingenuos, el trabajo de investigación es exhaustivo y, evidentemente, las fuentes de información son anónimas.

Asimismo, la tarea de informar es, lamentablemente, una labor de alto riesgo en nuestro país, como lo han señalado instancias nacionales e internacionales. Es lamentable que se tomen estos papeles antagónicos es un contexto en el que las y los periodistas son asesinados por ejercer su trabajo y, sin duda, es necesaria la intervención de la autoridad en la salvaguarda de la integridad y los derechos de quienes forman parte de los medios de comunicación.

 

Ante la ausencia de Steelers, voy Rams:

 

diegopachecowil@gmail.com