Serpientes y escaleras - ¿Auditor corrupto?

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - ¿Auditor corrupto?

En Morelos pasa de todo y a pesar de ello nunca pasa nada.

 

¿Auditor corrupto?

Los titulares de las áreas de auditorías y entidades de fiscalización tienen la enorme responsabilidad de revisar el buen uso de los recursos públicos, identificar irregularidades y en su caso, aplicar sanciones. Esa tarea, nada sencilla, exige además de un alto conocimiento técnico y experiencia administrativa, una condición básica sine qua non: honestidad. Es absurdo y moralmente inaceptable que quien persiga la corrupción esté bajo sospecha de ser corrupto.

El reportaje publicado hace unas semanas por El Universal sobre los conflictos de intereses en los que ha caído el titular de la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización del Congreso de Morelos, José Blas Cuevas, es demoledor, revela una trama de omisiones, contradicciones y vínculos empresariales que cuestionan la legitimidad ética y jurídica de quien debería garantizar la transparencia en el manejo del dinero público.

Según dicha investigación, José Blas Cuevas omitió declarar su participación como socio en el despacho Defensa Contable y Fiscal, ubicado en la avenida Plan de Ayala, a unos metros del congreso local, además de que negó haber tenido vínculos empresariales con dicha firma.

Pero los registros públicos dicen lo contrario: según la documentación a la que tuvo acceso El Universal, José Blas Cuevas fue socio activo del despacho hasta octubre del 2023, diez meses después de haber sido nombrado encargado de despacho de la ESAF y dos meses después de haber sido ratificado por los diputados como titular.

Pero hay más: la salida formal y legal de ese negocio se dio hasta el mes de marzo del 2025, hace apenas unos meses, lo que confirma que su relación patrimonial con la empresa coincidió con su ejercicio como funcionario fiscalizador. ¿Casualidad? No lo creo.

El reportaje periodístico documenta una red de al menos 19 empresas privadas en las que el funcionario ha participado como socio, comisario y apoderado legal; ocho de estas compañías, vinculadas a socios, familiares y empleados suyos, han obtenido contratos por más de 160 millones de pesos con dependencias públicas de Morelos, incluyendo los Servicios de Salud y el Instituto de Infraestructura Educativa.

Algunas de estas sociedades, además, tienen registrado como domicilio fiscal el despacho del auditor José Blas Cuevas, encargado de la supervisión del manejo financiero de las dependencias que otorgaron los contratos. ¿Si eso no es conflicto de intereses, cuesta trabajo imaginar qué sí lo sería?

La gravedad no radica solo en el conflicto de intereses en el que cae el titular de la ESAF, hecho que pone en tela de juicio su probidad y calidad moral para encabezar una dependencia que lucha contra la corrupción, también pone baso sospecha todas las acciones que como funcionario ha realizado a lo largo de varios años. Cuando quien debe revisar las cuentas del estado tiene intereses privados en empresas contratistas, el sistema entero pierde credibilidad.

La ESAF es un órgano técnico encargado de auditar las entidades públicas, de fiscalizar los recursos del congreso y del ejecutivo, detectar posibles desvíos o irregularidades y en teoría, exigir rendición de cuentas.

En teoría, digo, porque esa oficina no ha dado resultados desde hace muchos años, no importa quien sea su titular, ninguno de sus antecesores, ni tampoco el anterior fiscal anticorrupción de Morelos, actuaron de manera contundente contras aquellos personajes que visiblemente abusaron del erario, dañaron el patrimonio de los municipios, del estado o de otras legislaturas y se convirtieron en nuevos millonarios. Todos roban porque saben que negociando no les pasa nada.

Como bien lo ha advertido la presidenta del Sistema Nacional Anticorrupción: “El conflicto de interés es la puerta de entrada para la corrupción”. Y eso ha sucedido en Morelos desde hace mucho tiempo; el modus operandi de la ESAF y la FECC es el mismo: sus titulares anuncian hallazgos importantes, desvíos millonarios y acciones contundentes contra funcionarios de primer nivel, eso hace que los acusados busquen una negociación con los fiscalizadores y cuando esta se logra, todo queda en un escándalo mediático y nadie es castigado.

Y es obvio: cuando quien debe revisar las cuentas del estado tiene intereses personales en las empresas contratistas, cualquier acto de fiscalización se anula. Resulta absurdo que quien tiene como encomienda combatir la corrupción desde la ESAF, tenga un pasado bajo sospecha y un presente enredado en múltiples conflictos de intereses. José Blas Cuevas no merece ser auditor.

Lo más preocupante es que el del del titular de la Entidad Superior de Fiscalización no es un caso aislado, en Morelos los últimos titulares de la ESAF, lo mismo que todos los contralores estatales, municipales y el mismo fiscal anticorrupción Juan Salazar han sido figuras decorativas en un sistema que afirma combatir la corrupción, pero que en los hechos hace de ella un negocio personal.

Ni Juan Salazar ni José Blas Cuevas han dado un solo golpe contundente a los corruptos, muchas veces han declarado, han dado a conocer cifras e historias de fraudes millonarios, pero pareciera que esas noticias solo forman parte del plan de negocios: denuncio, amenazo, encarezco y negocio.

La historia reciente ha dejado claro un patrón: quienes llegan a esos cargos revisan, investigan, documentan, declaran y al final hacen acuerdos en lo personal. El sistema fiscalizador morelense se ha convertido en un refugio de impunidad en donde los expedientes se acumulan, los informes se maquillan y las sanciones se olvidan.

Organizaciones ciudadanas como Morelos Rinde Cuentas han señalado a la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización y a su titular José Blas Cuevas por su falta de resultados y resistirse a la transparencia. Entre 2018 y 2022, por ejemplo, no realizó auditorías a los Servicios de Salud de Morelos, justamente la dependencia que otorgó contratos millonarios a las empresas vinculadas con el auditor. Esa omisión, más que una falla técnica, es un claro signo de complicidad institucional.

Morelos atraviesa un momento donde la credibilidad del estado está en juego. No basta con que se hable insistentemente del combate a la corrupción, debe demostrarse con hechos, con congruencia y con perfiles intachables al frente de los organismos fiscalizadores, que hay un verdadero deseo de transparentar el uso del dinero público. José Blas Cuevas está manchado y no tiene calidad moral para exigir transparencia.

Lo detallado por El Universal en su reportaje no es una historia cualquiera, confirma con elementos y con veracidad las omisiones y los vínculos del auditor con empresas que se han recibido contratos millonarios del gobierno, lo cual representa un serio conflicto de intereses.

No se trata de un asunto político, sino de ética pública; seguramente José Blas dirá que es objeto de ataques políticos por su trabajo, pero hasta ahora nada de lo que ha hecho ha sido contundente, luego entonces no hay alguien que lo quisiera perseguir por hacer correctamente su labor.

El mensaje del reportaje es devastador: si quien debe auditar el dinero público miente en su declaración patrimonial ¿Qué garantía tenemos los ciudadanos de que la ESAF no está al servicio de la opacidad?

La transparencia no puede ser exigida por quien la elude.

·         posdata

El fallecimiento del doctor Juan Salgado Brito mostró algo que hacía mucho (pero mucho) no veíamos en el estado: la unificación de criterios en favor de una persona. Su partida del plano terrenal provocó una oleada de comentarios favorables que lo mismo surgían de quienes lo trataron de manera cercana, que de aquellos que lo veían a lo lejos.

La fuerza de su figura quedó de manifiesto cuando las expresiones de correligionarios y opositores se unieron para reconocer en él a un político “de los que ya no hay”, pero sobre todo un hombre decente, preparado, conocedor de la política cuya característica siempre fue la conciliación y el diálogo.

Personalmente no recuerdo a otro político local, además del doctor Lauro Ortega, que uniera a Tirios y Troyanos, que unificara criterios y opiniones favorables desde una plataforma política.

Su relevo en el cargo no es una decisión sencilla para la gobernadora, puede optar por ratificar al encargado de despacho, lo que convertiría a la oficina en una simple oficialía de partes o buscar a un político de altura que sume a su proyecto, que fortalezca a su gobierno y la ayude a controlar un estado que se le ha ido de las manos a los últimos cinco gobernadores.

Ya hay varios nombres que se manejan para sustituir al doctor Juan Salgado, algunos sin duda sobresalientes, como David Jiménez González, otros con experiencia como el doctor Marco Adame y otros conciliadores como el doctor Jorge Morales Barud. A la par se escuchan nombres como el de Alejandro Mojica, un hombre decente, experimentado y probo; también el de Hugo Salgado, una figura reconocida y querida por todos por su inteligencia, talento, experiencia, capacidad y alto sentido humano,

Quien sea el que tome la estafeta deberá pensar en un aspecto sustantivo: actualmente la secretaría de gobierno es una oficina de chocolate, legalmente dejó ser la encargada de la política interna porque desde el sexenio de Cuauhtémoc Blanco le quitaron las facultades que la convertían en una dependencia cuyo principal trabajo era la gobernabilidad. Hoy la mayor parte de las responsabilidades que tenía la secretaría de gobierno recaen en la jefatura de la gubernatura.

Juan Salgado logró mantener a flote el barco por su imagen personal y porque muchas personas lo buscaban aún a sabiendas que los temas que le trataban no estaban dentro de sus atribuciones; lo hacían porque veían en él a un hombre conciliador, un político experimentado, alguien que siempre escuchaba, pero sobre todo una figura con credibilidad.

Ese es el reto: o colocan a alguien del nivel del doctor Salgado Brito o nombran a cualquiera que acepte ser un florero.

·         nota

Graco Ramírez se presentó al velorio del doctor Juan Salgado Brito en la funeraria Gayosso; de noche, acompañado solo de una persona, el exgobernador presentó sus respetos a la familia.

Lo llamativo del momento fue que desde que el tabasqueño llegó al lugar, fue notorio que la mayoría de los asistentes evitaron saludarlo; por donde pasaba la gente se hacía a un lado, dándole la espalda y dejándolo pasar sin voltear a verlo.

Siete años han pasado desde que Graco dejó el poder y sigue siendo un apestado político. Ni a Cuauhtémoc Blanco, a quien vinculan con narcotraficantes, fue acusado de violación, es violentador de mujeres y sobresalió por sus torpezas y corrupciones, lo evitan como a Graco Ramírez.

·         post it

Empresarios celebran la captura del jefe de plaza de Cuautla, un personaje apodado El Vara que operaba desde hace al menos doce años en la zona, que secuestraba, asesinaba y extorsionaba sin que ninguna autoridad le dijera nada.

Ahora que lo han capturado les piden a los magistrados que no hagan lo que mejor les sale: liberar a los detenidos.

La petición tendrá que esperar hasta el lunes, porque el TSJ se fue de puente.

·         redes sociales

La desconfianza frente al discurso anticorrupción no es paranoia ciudadana, es una consecuencia lógica de acciones sospechosas, como las que lleva a cabo el auditor José Blas Cuevas desde la ESAF.

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