Observador político - La meteórica carrera de Edgar Maldonado

En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Observador político - La meteórica carrera de Edgar Maldonado

La reciente designación de Edgar Maldonado Ceballos como secretario general del Gobierno del Estado de Morelos representa un momento de relevancia institucional y política para la actual administración. Su trayectoria en los últimos meses refleja no solo la confianza depositada en su capacidad, sino también el compromiso con la consolidación de un proyecto de gobierno basado en la gobernabilidad, la seguridad y el diálogo permanente con la sociedad.

LIDERAZGO Y CONTINUIDAD.- Designado en agosto de 2024 como Consejero Jurídico por la entonces gobernadora electa Margarita González Saravia, Maldonado Ceballos ascendió con una rapidez poco vista incluso en la política local. Apenas unos meses después, el 6 de febrero, fue nombrado Fiscal General del Estado por unanimidad del Congreso morelense, un cargo que debía ocupar por nueve años, pero del que sólo duró nueve meses al frente.
El pasado 29 de octubre presentó su renuncia “irrevocable” ante el Congreso y, apenas 48 horas más tarde, fue recompensado con la Secretaría General del Gobierno, una de las posiciones más importantes dentro del gabinete estatal.

El discurso oficial fue presentado como “un servidor público con visión y resultados” en solo nueve meses, evidenciando con ello, una forma de lealtad política y que se debe de fortalecer con principios de autonomía y equilibrio entre poderes, aunque cierto es, que la Fiscalía, institución clave para el acceso a la justicia hoy se ha convertido en un trampolín político.

El ascenso de Maldonado Ceballos parece apuntar aún más a otras posiciones políticas, ya que conforme avancen los tiempos y se acerque el proceso electoral del 2027, seguramente estará entre los aspirantes a contender por la candidatura a la alcaldía de Cuernavaca, y para el 2030, su nombre sonaría como un posible aspirante para la gubernatura.

Así pues, su carrera, acelerada y calculada, ilustra la carrera meteórica que ha logrado en un año Edgar Maldonado Ceballos en la tierra de mi general Emiliano Zapata, por lo que ahora el reto será despeñarse con resultados en ese cargo que hasta hace unos días ocupó el Dr. Juan Salgado Brito y donde tendrá que dar resultados inmediatos para continuar dentro de la administración estatal.

EL TURNO DE FERNANDO BLUMENKRON.-  En tiempos donde las instituciones de justicia suelen ser vistas con desconfianza, la designación de perfiles con verdadera vocación de servicio público se vuelve un acto político en sí mismo. Fernando Blumenkron Escobar, quien venía desempeñándose como titular de la Fiscalía Metropolitana de Morelos ahor figura entre los nombres con posibilidades reales de encabezar la Fiscalía General del Estado, y que representa una excepción en medio de una estructura acostumbrada al acomodo y la simulación.

Formado en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y con estudios de posgrado en México y en Francia, Blumenkron no es producto del favoritismo político ni del oportunismo burocrático. Su paso por el servicio público ha estado marcado por la estabilidad, el cumplimiento de metas y la ética profesional, rasgos que lo distinguen en un entorno donde el desgaste institucional suele borrar cualquier atisbo de compromiso.

Desde el Tribunal Estatal Electoral hasta la Procuraduría General de la República, su trabajo ha dejado constancia de un conocimiento profundo del derecho penal, de los derechos humanos y de los mecanismos anticorrupción.

La Fiscalía General de Morelos necesita más que un administrador: requiere un fiscal con sentido ético y vocación de servicio público, capaz de romper con los pactos de impunidad y de acercar la justicia al pueblo. En ese contexto, la trayectoria de Blumenkron no sólo lo acredita profesionalmente; también lo coloca en una posición simbólica, como posible puente entre la legalidad formal y las demandas ciudadanas por transparencia y equidad.

Junto con figuras como Leonel Díaz Rogel, actual Fiscal Especializado en Combate a la Corrupción, Blumenkron representa una generación de juristas que ha sabido construir autoridad, conocimiento sin soberbia y resultados sin escándalos. Si su nombramiento como fiscal general se consolida, Morelos tendría la oportunidad de iniciar una etapa distinta en la procuración de justicia: una etapa donde el mérito y la ética no sean excepciones, sino reglas.

En una época marcada por la crisis de legitimidad del poder judicial, ese simple hecho ya sería, en sí mismo, un acto de transformación.

NO BASTA UNA DISCULPA; EXIGE JUSTICAI MARÍA LUISA.- El caso de María Luisa Villanueva Márquez desnuda, una vez más, las entrañas podridas del sistema penal mexicano; y es qué, detrás de los discursos de modernización judicial y de los actos simbólicos de disculpa pública, persiste la maquinaria del castigo y la impunidad que se ensaña con las mujeres pobres, las campesinas, las que no tienen apellido influyente ni abogados de renombre.

María Luisa fue detenida en 1998, torturada durante cuatro días y obligada a firmar una confesión que selló su destino: 25 años en prisión por un delito que no cometió. Hoy, tras una disculpa oficial de la Fiscalía de Morelos, exige lo único que puede darle sentido a esa palabra tan manoseada: justicia plena. Pide el reconocimiento judicial de su inocencia y la detención de los policías que la torturaron.

El Estado mexicano ha hecho de las disculpas un ritual burocrático. Se pide perdón con micrófonos y comunicados, pero no se toca a los responsables. Las instituciones se autoinvestigan, los torturadores siguen impunes, y las víctimas cargan con el estigma de haber sido presas, aunque hayan sido inocentes.

La historia de María Luisa no es una excepción: es la regla de un sistema de justicia diseñado para castigar la pobreza. Su caso revela la continuidad de la tortura como herramienta del Estado —una práctica que no solo busca arrancar confesiones, sino mantener el control político y social sobre los cuerpos subordinados.

Si el Estado quiere hablar de derechos humanos, debe comenzar por reconocer que sin justicia no hay perdón posible. Una disculpa sin consecuencias no es justicia: es cinismo institucional.

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