Enseñemos a volar a nuestros jóvenes

En opinión de Rosío Paniagua Chávez

Enseñemos a volar a nuestros jóvenes

Hace tiempo escuché por primera vez acerca del Síndrome de Peter Pan, que según el Dr. Dan Kiley se definía así a las personas que se niegan a crecer, que se niegan asumir las responsabilidades de un adulto, y entonces se les asignaba el concepto de “niño eterno”.

 

Pareciera que está bien fundamentado ese concepto en ese tipo de personas, pero trabajando en educación especial, me he dado cuenta que uno de las principales conflictos que se presentan con las personas con discapacidad o condición de vida diferente, es que la mayor parte de la sociedad los trata como niños, como si ellos no crecieran, como si sufrieran de “infantilismo”, como si fueran “niños siempre”; en el caso del Síndrome de Peter Pan son ellos quienes no quieren asumir la edad y responsabilidades que conlleva el ser adulto, pero en el caso de las personas con discapacidad es la familia, el contexto social que así lo decide.  Y es que en la forma de tratarlos está, que ellos logren crecer y dar el salto, o permanezcan en casa esperando a que los demás les resuelvan la vida.

 

Tenemos infinidad de casos en que la familia no permite la independencia y autonomía de los jóvenes con discapacidad, es sorprendente cuántas veces nos topamos con padres que comentan que sus hijos no saben utilizar los cuchillos, las tijeras, o salir a la calle solos, y cuando menos se dan cuenta en otros espacios donde no se sienten vigilados lo pueden hacer. Logran cosas que bajo la sombra de los padres no han podido.

 

Cuántas veces en la calle vemos a una persona con discapacidad y pensamos que no puede cruzar la calle o incluso criticamos “cómo lo dejan salir solo”; la sociedad excluye y discrimina pensando en la minusvalía, un término que hace muchos años ya no cabe en la superación de las personas con una condición de vida diferente.

 

Al evaluar a un joven o adulto con discapacidad hay indicadores que nos hacen dudar si puede o no realizarlas, si su discapacidad lo limita o son los que le rodean quienes no le dan la oportunidad de hacerlo. Dejarlos crecer es temerario para algunas familias. Dejarlos experimentar asusta a quienes no han logrado aceptar la discapacidad como una condición de vida y que deben adaptarse a ella y asumir que pueden siempre y cuando se les brinde la oportunidad de intentarlo.

 

Es tarea de todos, familia y sociedad, verlos con otros ojos, ver su área de oportunidades como algo que realmente podemos desarrollar, establecer actividades que los dejen crecer, que los dejen salir de esa burbuja que han formado y que el día menos esperado puede explotar y entonces sí las opciones serán menores porque no les dimos los elementos, estrategias y oportunidades para tener independencia y autonomía. Para hacer una vida que tal vez requiere de ciertos apoyos pero que no pueden lograr si no se les dan las oportunidades. Dejémoslos volar.