El Tercer Ojo - ¿Sociedad del cansancio?

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - ¿Sociedad del cansancio?

No muy recientemente, aunque no muy lejos, el filósofo y escritor sudcoreano, aunque radicado en Berlín, Byung-Chul Han escribió un texto breve intitulado La sociedad del cansancio (2010). En el prólogo a la sexta edición refiere el cuento de Franz Kafka Prometeo e intitula el mismo Prometeo Cansado.

 

Transcribo aquí el breve cuento que es ya del dominio público, que no del demonio público.

 

De Prometeo nos hablan cuatro leyendas.

 

Según la primera, lo amarraron al Cáucaso por haber dado a conocer a los hombres los secretos divinos, y los dioses enviaron numerosas águilas a devorar su hígado, en continua renovación.

 

De acuerdo con la segunda, Prometeo, deshecho por el dolor que le producían los picos desgarradores, se fue empotrando en la roca hasta llegar a fundirse con ella.

 

Conforme a la tercera, su traición pasó al olvido con el correr de los siglos. Los dioses lo olvidaron, las águilas, lo olvidaron, el mismo se olvidó.

 

Con arreglo a la cuarta, todos se aburrieron de esa historia absurda. Se aburrieron los dioses, se aburrieron las águilas y la herida se cerró de tedio.

 

Solo permaneció el inexplicable peñasco.

 

La leyenda pretende descifrar lo indescifrable.

 

Como surgida de una verdad, tiene que remontarse a lo indescifrable”. (Franz Kafka, Prometeo, 1931)

 

El filósofo Byung-Chul Han manifiesta que según su apreciación: “Kafka emprende una reinterpretación interesante del mito en su críptico relato «Prometeo»: «Los dioses se cansaron; se cansaron las águilas; la herida se cerró de cansancio»”.

 

Si leemos el brevísimo texto de Kafka podremos darnos cuenta de que utiliza, por lo menos, tres conceptos que no pueden considerarse sinónimos término a término; utiliza la palabra “fundirse”, luego el término “olvido”, en seguida “aburrimiento”.

 

Tal vez, quizás con un poco de ingenio pueda suponerse que el proceso de fundición con las rocas a las cuales se encontraba encadenado, es decir, el acto de dejar de ser él mismo para ser, luego entonces, las rocas y con ello dejar de sufrir ese tormento perpetuo al cual fue condenado obedezca a ese agotamiento o cansancio que deriva del dolor a perpetuidad. Sin embargo, el olvido que resultó con el correr de los siglos fue tan evidente que los propios dioses lo olvidaron, las águilas que devoraban sus entrañas lo olvidaron también, ¡vamos! él mismo se olvidó y protegido por la amnesia generalizada, incluyendo la propia, el tormento cesó. Pero el olvido no es equivalente al cansancio. Finalmente, el aburrimiento terminó por provocar el cierre de la herida crónica porque también ésta se aburrió.

 

Asumamos entonces que aburrimiento, olvido, y fundición no son equivalentes a cansancio o agotamiento.

 

A pesar de lo que he escrito hasta este momento, quizás merezca la pena preguntarnos si, más allá de la metonimia de la cual se vale el filósofo podamos suponer que, efectivamente, nuestra sociedad es la sociedad del cansancio que ya harta de una realidad lacerante, casi terapéuticamente se encuentra a unos cuantos pasos de la redención.

 

Por el momento en que escribe y publica su trabajo, Byung-Chul Han afirmó categórico: “El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Pues bien, al parecer, la realidad histórica se encarga, a cada momento, de desmentir nuestras creencias. Hoy, ciertamente, seguimos atrapados en una época viral que, además no sólo es patológica y lo que derive de ella en sentido clínico; sino que, no lo reconoció el filósofo sudcoreano, tiene una serie de manifestaciones durante la misma y de una proyección a más largo plazo. Empero, todavía más, lo que define como “neuronal”, no es únicamente “neuronal”.

 

Serios, actuales y documentado estudios relacionados con las “patologías” que considera Byung-Chul Han las enfermedades neuronales (tales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo”) muestran claramente que trascienden los sistemas neuronales.

 

Las enfermedades de origen viral, como el COVID-19 que no previó Byung-Chul Han, coexisten con las que él denomina neuronales y trascienden con creces el enfoque antibiótico e inmunológico, referidos por el autor, para afrontarlos y derrotarlos.

 

Ahora bien, es evidente que no se propone, por parte de Byung-Chul Han, una reducción biológica de la realidad social que vivenciamos; parece verosímil representar metafóricamente los términos relacionados con la “patología”, así como los que se relacionan con las estrategias de afrontamiento de estos eventos sanitarios, con las grandes problemáticas que en esta era vivimos como sociedades y las formas de mostrar sus aproximaciones sin darnos cuenta de que en el origen de las mismas se halla la propia estructura que como sociedades perpetúa los grandes dilemas.

 

En este sentido, las ideas del aburrimiento y del cansancio, según Byung-Chul Han, abren la oportunidad para hallar el salto necesario y deseado a nuevas formas de convivencialidad y de relación que rompan con el status que no hace otra cosa que no sea la de provocar estos grandes dilemas de la era de la patología “neuronal”.

 

Parece atractiva la representación que se nos propone, sin embargo, al parecer, considero que no hemos llegado aún al aburrimiento y al cansancio necesarios y suficientes para dar el salto y el rompimiento con la era que, por lo demás, no ha trascendido ni la patología bacteriana, ni la viral.

 

Considero que todavía estamos, siguiendo de nuevo a Kafka, en la etapa en la cual desechos por el dolor que provoca esta forma de vida y existencia nos vamos “empotrando en la roca hasta llegar a fundirnos con ella”.

 

¿Hemos llegado a una era del aburrimiento y el cansancio? Pienso que no. Aun no.