El Tercer Ojo - ¿Nuevamente la era del "Western"?

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - ¿Nuevamente la era del "Western"?

A: Manuel Francisco Aguilar García y Manuel Francisco Aguilar Tamayo

 

Muy recientemente, amables lectores que me siguen, Guadalupe Flores, en El Regional del Sur (24/02/23), informaba que el Sr. Fiscal General del Estado de Morelos, comunicó que: "Habrá recompensas para buscar dar con homicidas y feminicidas". Para justificar la "novedosa" convocatoria e "invitación" a la ciudadanía, el Fiscal General arguyó: "El estado de fuerza de la Fiscalía General del Estado (FGE) es limitado. (...) Para poder cumplimentar las órdenes de aprehensión en contra de los presuntos delincuentes se ofrecerá recompensa a quien proporcione información". Para rematar, el Fiscal General, agregó: "el primer caso en que se ofrecerá una recompensa será en el homicidio del activista Samir Flores Soberanes, ocurrido en el 2018". Es decir, si yo deseara llevar a otro nivel semiótico el mensaje, pudiérase expresar así: "Aprovechando que el empleo y las necesidades apremian, para quienes deseen "trabajar" de "chivatos", "soplones" o de una suerte de "parapolicías", teniendo en cuenta que habrá recompensas económicas de por medio, abrimos estas líneas de comunicación…".

 

¿A qué viene la relación entre el Western y la actuación de la Fiscalía General del Estado, si es que la hubiera?

 

Tengamos en cuenta que, en principio, el Western es un género cinematográfico que halla sus orígenes y su desarrollo, principalmente, en los Estados Unidos de América (EUA); sin embargo, a su vez, este género cinematográfico se decanta en otros subgéneros que, sin duda, destacan algunos diferendos entre los personajes, tramas, crisis y desenlaces de los argumentos. Pese a ello, se mantienen algunos hilos que conviene resaltar.

 

Se corresponden con una región, un tiempo y un entorno económico, político, jurídico y sociocultural –el oeste de lo que es los EUA, entre los siglos XIX y principios del XX, cuando la justicia expedita y seguridad para todos son inexistentes y las tareas necesarias para asegurarlas deben ser asumidas por los propios ciudadanos o comunidades, qué sé yo– que, a los ojos de quienes convivimos este primer cuarto del siglo XXI, parece ido o muy lejano hacia atrás, tan distante ya que, suponemos o deseamos, nosotros hemos superado hace mucho tiempo.

 

Por otro lado, en prácticamente todos los subgéneros –sean venganzas, "ajustes de cuentas", autodefensa personal o comunitaria ante la injusticia, la prepotencia, la delincuencia o el saqueo para "promover las industrias mineras o ferrocarrileras", el cuidado y traslado de ganado, las luchas contra las comunidades indias u originarias, la "guerra civil", el quehacer de los "cazarrecompensas", etc.— el quid de la trama, más allá de los personajes, consiste en la administración de la justicia que sin estructuras solidas de gobierno o de Estado, es administrada por personajes competentes para ello o por "profesionales" que por mano propia ejecutan a quienes representan lo despreciable.

 

Recuerdo, a guisa de ejemplo, Los siete magníficos –una réplica, a la gringa, de la obra maestra del Sensei Akira Kurosawa, Los siete samuráis–; en ambas tramas los representantes de una comunidad asediada sistemáticamente por bandas delincuenciales, desesperados y sin capacidad –según su autoevaluación– de enfrentar exitosamente la situación, deciden contratar a samuráis o pistoleros para afrontar, a sueldo, las bandas delincuenciales. No hay gobierno ni gobernabilidad, la única alternativa consiste en ejercer por mano propia la justicia o pagarla.

 

En el caso de, por ejemplo, por unos dólares más, el personaje principal, un cazarrecompensas, se encarga de detener y entregar –vivos o muertos, poco importa– unos supuestos "delincuentes" a los "representantes de la ley" y, por supuesto, recibir en pago la "recompensa". En estos casos, siempre es conocido e identificado el "delincuente".

 

Mutatis Mutandis, lo único que asemeja lo planteado por el Fiscal General del Estado es la incapacidad e inexistencia de la administración de la justicia en la instancias de gobierno y, desde luego, la ingobernabilidad. Lo otro, a pesar de que hay quienes piensan que estamos de regreso a esas épocas, es incomparable.

 

Aquí, reitero, descontando la incapacidad y la ingobernabilidad, nada es semejante; no hay "delincuentes" identificados, sí las víctimas; no se convoca a entregarlos –vivos o muertos–; tan sólo ello, se llama, a quienes quieran y lo necesiten, a "trabajar" de "chivatos", "soplones" o de una suerte de "parapolicías" y, dada la condición de falta de seguridad en la secrecía de los datos personales, a exponer su propia vida y la de sus seres más próximos.

 

Lo demás es lo de menos.