El Tercer Ojo - Algunas ideas sobre la violencia como fenómeno social

En opinión de J. Enrique Alvarez A.

El Tercer Ojo - Algunas ideas sobre la violencia como fenómeno social

“(… Pongamos por ejemplo…) La radiodifusión (… y la televisión, y la prensa y ahora las famosas redes sociales o la internet…) ya no tiene ni un solo punto de comparación con la fábrica de cerillos. Sus productos son totalmente inmateriales. Lo que fabrica y distribuye no son bienes. Son opiniones, juicios y prejuicios, contenidos de conciencia de todo género”.

 

Hans Magnus Enzensber

 

Ahora que el COVID-19 se ha colocado como el único tema de reflexión, análisis, discusión e información mediática, considero necesario expresar explícitamente que la realidad que trasciende a esta epidemia y pandemia –por lo demás transitoria, como bien se sabe--, realidad que le prexiste y que le sobrevivirá, no puede permanecer ajena a nuestro pensamiento y preocupación.

 

Aquí y ahora que, mucho menos, podemos comportarnos como se dice que el avestruz lo hace, y ocultar la cabeza bajo taludes de la avalancha pandémica de información centrada en los SARS debidos al COVID-19 –numeralia sobre contagios confirmados, sospechosos, recuperados, negativos y muertos—, o sobre semáforos de desconfinamiento progresivo, haciendo como si no hubiera algo más en nuestro universo y existencia.

 

Ahora mismo que para nuestras costumbres solipsistas y mediatizadas por los monopolios de la “Manipulación Industrial de las Consciencias” (Hans Magnus Enzensberger dixit), se siguen manifestando otros fenómenos sociales que no podemos obviar, es necesario reconocer que para afrontarlos, una vez que nos coloquemos sobre el suelo raso de una definición que responda a una interrogante ineludible: ¿Qué mundo queremos dejar a nuestras generaciones futuras y, esencialmente, qué hijos queremos dejar en este mundo, una vez trascendido este período crítico?

 

Concibo que esta interrogante binaria no puede omitir el asunto de la violencia estructural que aqueja a nuestra nación, desde mucho tiempo antes de que emergiera como preocupación el asunto del COVID-19 y que cualquier proyección intencional hacia un futuro deseable no puede construirse sin la consideración del afrontamiento de la violencia como fenómenos social y estructural.

 

No se trata de reducir a uno de sus niveles de análisis –cuales quiera sea éste—el asunto de la violencia; como objeto de análisis, la violencia, en todos sus niveles de expresión, debe ser afrontado de manera tal que, como sociedad y Estado, tengamos algo de certeza de que la “otra epidemia” que padecemos desde hace varias décadas –la violencia política, la violencia económica, ideológica, física, psicológica, jurídica, delincuencial, qué sé yo—se pierda en el horizonte de un México más digno, justo, democrático, participativo y sin impunidad.

 

Naturalmente que, para afrontar exitosamente este fenómeno, como otros problemas que enfrentamos socialmente –se expresen individual, familiar o colectivamente—, debemos irrecusablemente propiciar la participación activa de los diferentes segmentos de la sociedad, sin exclusión alguna –salvo, naturalmente, aquellos que atenten contra los principios de la libertad, la dignidad, fraternidad y democracia o que, además, promuevan el fascismo, fanatismo y violencia irracional—, en el proceso de construcción, organización e impulso de un proyecto de nación, para el inmediato y mediato plazos.

 

La violencia, como fenómeno social y estructural, por ende, no puede ser reducida a la violencia de género, a la violencia intrafamiliar, psicológica, etcétera; por ende, no pueden ser abordadas como si fuesen ínsulas que pudieran ser resueltas independientemente o una por una con una misma estrategia y tácticas. ¡¡¡No!!!

 

La violencia, antes de la presencia de la epidemia y pandemia del COVID-19, se ha visto como una “epidemia”, otra, que da muestras de una mortalidad y letalidad de más de cien mil víctimas directas e inmediatas, sin contar las víctimas indirectas (las de las secuelas en orfandad, duelos incompletos y ambiguos, estrés postraumático, deserción escolar y desplazamientos de población, búsqueda incesante de familiares desaparecidos, etc.).

 

Los síntomas psicosociales (individuales, familiares y colectivos), sean de miedo, inseguridad, ansiedad, angustia no pueden abordarse únicamente con estrategias psicoterapéuticas porque la causalidad de tales expresiones emocionales no es intracerebral o intrapsicológica; indudablemente un conjunto de condiciones sociales, culturales, políticas y de “manipulación industrial de las conciencias”, al decir de Enzensberger, existentes objetivamente, favorecen este estado de estrés psicosocial, inmanejable solo individualmente.

 

O replanteamos la estrategia y tácticas para lo que sigue, o quedaremos atrapados en el pasado y en el sueño de una noche sin fin…

 

O se afronta desde sus orígenes con una Democracia Participativa e Incluyente, o seguiremos soñando y deseando un “Mesías”, un “Caudillo”, un “Profeta”, un “Líder”, un “Partido a la usanza” que posea el carisma, la credibilidad y el poder de convocatoria para proyectar un futuro que todos deseamos y soñamos, pero que esperamos que el “Mesías”, el “Caudillo”, el “Profeta”, el “Líder”, el “Partido a la usanza”, nos entreguen en bandeja de plata.