Cuando sea demasiado tarde… - Gabonadamus y la Educación Superior
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
La educación superior está viviendo una de las crisis institucionales más grandes de su historia. Estamos viviendo una crisis académica, organizacional, sistémica, institucional y política. Por alguna razón desconocida para mí, al presidente López Obrador se le ocurrió la idea de abrir 100 nuevas universidades públicas en todo el país. Por sí misma la idea no es mala, cualquier esfuerzo por proveer educación a un pueblo que el gobierno mismo ha sumido en la más profunda y absoluta ignorancia, es de beneficio para todos. Sin embargo, desde que tal medida se anunció, me han surgido dos preguntas: ¿por qué 100? ¿Por qué ahora?
Vamos a empezar a encontrarle una lógica a estos cuestionamientos, empezando por el primero. La organización política de los Estados Unidos Mexicanos es de 32 estados, lo cual sugeriría que la idea es abrir 3 universidades nuevas por cada estado, con espacio para tener 4 en dos entidades, lo que me hace pensar que estados donde la pobreza extrema es extrema extremísima, tendrán 4 universidades nuevas. Suena lógico, ¿no? Proveer trabajo a miles y miles de académicos que laboran en cosas diferentes a su profesión, tal vez conduciendo pipas de gasolina, y atender las carencias en formación de educación superior a través de la lógica de las necesidades locales y regionales. Sobre todo en atención a las demandas de naturaleza más rural que aquellas que ya están pretendiendo ser atendidas en los entornos más urbanos.
¿Entonces por qué hacerlo todo a vapor? ¿Cuál era la necesidad de inaugurar 100 universidades en tiempo record? Ese barco zarpó con el único fin de hundirse. En este tema, la segunda cuestión abordada por esta columna, veo dos posibilidades. Una, muy predecible, es que los grupos de interés que manejan la agenda de la presidencia tienen la intención de seguir promocionando, al estilo de la vieja escuela, el construir logros vacíos y carentes de sentido que tengan como fin llenar los espacios publicitarios y promocionar la genialidad del pelmazo en turno. La única modificación a la política neoliberal de la promoción de los logros políticos es que en lugar de generar spots que demuestren la efectividad del preciso con grandes hospitales carentes de camas e instrumental, vamos a tener spots que demuestren la efectividad del preciso con grandes universidades carentes de estudiantes y académicos de buen nivel.
¿Cuántos años tienen la lógica de la Universidad Pública en México? ¿50? ¿100? ¿Cuál es la necesidad de generar en 6 meses lo que no se ha podido hacer en más de medio siglo? Aquí, apreciado lector, es donde la puerca tuerce el rabo. Actualmente, de las 33 universidades públicas con las que cuenta el país, cerca de la mitad se encuentra en crisis financiera. Van a decir que la “Estafa Maestra” y demás escándalos de la actualidad, pero la problemática de las instituciones de educación superior es un fenómeno mucho más añejo. Atiende a la crisis institucional de distribución de recursos, de la asignación de partidas presupuestales, y a la necesidad burocrática de documentar todos y cada uno de los pesos que caen de papá gobierno.
Éste es el panorama de las universidades públicas de México. Una vez más llegamos al último trimestre del año, y seguimos operando sobre la lógica de la “austeridad” y “apretarse el cinturón”, cuando las cuentas no le salen al mismo gobierno. La paridad estudiante/profesor tiene un déficit de más del 50%. Los salarios de los profesores de las universidades públicas no son competitivos con aquellos de las universidades privadas, y las universidades privadas se han convertido en una especie de gángsters a través de las cuales se provee un documento que no necesariamente viene acompañado de una formación adecuada. La educación privada no ha salido ilesa de esta crisis de educación superior en México. Esta crisis está afectando a ambas caras de la moneda de la educación. ¿Para qué crear a medias 100 nuevas universidades públicas, cuando tienes 33 que ya están en funcionamiento? ¿No hubiera sido más eficiente inyectar los recursos necesarios para ayudar a las universidades existentes a superar sus propias crisis?
Esto se hace porque va a salir más barato hace 100 planteles de una sola Universidad Benito Juárez, desaparecer las universidades públicas en crisis e integrarlas a una sola administración central que tenga un sindicato centralizado y todo se pueda controlar y atender más desde palacio presidencial. Este trabajador académico está cada vez más preocupado de que la administración pública le apuesta más y más a la desaparición de la educación, porque en el fondo sólo le preocupa generar mano de obra barata y trabajadores capacitados en operar maquinaria. Si no, ¿por qué entonces recortar el presupuesto en ciencia, investigación e innovación?
La educación pública, amable lector, está agonizando, y somos nosotros los que la estamos matando.