¡Con los niños no! ¿Qué hacer con la violencia contra los menores?
En opinión de Aura Hernández
“Día tras día se niega a los niños el derecho de ser niños. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, el mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, y a los del medio, a los que no son ni pobres ni ricos, el mundo los tiene atados a la pata del televisor para que desde muy temprano acepten como destino su vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”.
Eduardo Galeano
La semana pasada un hecho espeluznaste indignó a una buena parte de la opinión pública de Morelos y del país: el brutal asesinato de Ricardito. Un niño de seis años de la comunidad de Tlayehualco del municipio de Tlaquiltenango que fue visto por última vez al mediodía del domingo 16 de enero cuando se subió a la camioneta de un vecino adulto con el que solía convivir.
Ricardito fue echado de menos por su familia algunas horas después de su desaparición, y aunque se siguieron algunos protocolos para su búsqueda y se contó con la solidaridad de colectivos y vecinos, nada impidió que el energúmeno que lo asesinó a golpes consumara su atrocidad y que su cuerpo fuera encontrado la noche del lunes en una cuneta del camino a Palo Grande, una ranchería del municipio de Ayala.
Apenas el 16 de julio del año pasado, una mujer de aproximadamente 30 años y un menor seis, según los reportes policiacos, fueron asesinados a balazos en el municipio de Tlaltizapán y sus cuerpos fueron encontrados en una paraje en la comunidad de San Pablo en el camino de Jojutla a Chinameca, y el mes de abril del 2019 un menor fue asesinado a balazos durante un ataque armado en un restaurante en Cuautla Morelos, al parecer los hechos estuvieron relacionado con el crimen organizado.
Apenas este fin de semana, los medios de comunicación y redes sociales de todo el país, dieron cuenta de otra monstruosidad: la utilización del cuerpo de un bebé fallecido en Iztapalapa para introducir droga a un penal de Puebla, y luego “desechado” en un contenedor de basura, como se tira cualquier objeto que ya no sirve. Se necesita estudiar a fondo la naturaleza humana para entender actos como este.
Desgraciadamente, en pleno siglo XXI han salido a la luz muchos casos desgarradores, parecidos al de Ricardito. Cómo olvidar a la pequeña Magaly, la niña de 6 años de la colonia Carolina de Cuernavaca, que en agosto de 2019 fue ultrajada y asesinada, por una persona mayor que entró a su casa a robar un tanque de gas.
A esto habrá que agregarle el asedio a menores por parte bandas delincuenciales que buscan reclutarlos para la comisión de crímenes, como ya hemos tenido muchos casos en Morelos. Y no se diga el sesgo de género que muchas veces caracteriza a la desaparición de menores y que ya ha sido alertado, hasta el cansancio, tanto por la REDIM como por la Comisión Nacional de Búsqueda.
Según la organización Safe the Children, en México mueren diariamente 4 niños o niñas víctimas de algún tipo de violencia. Según esto, tan solo en el 2019 en el país ocurrieron 1099 homicidios dolosos contra niñas o niños, y según cifras de REDIM, en el 2020 se cometieron 1973 homicidios de personas de entre 0 y 17 años, mientras que en el 2021 la cifra ascendió a 2037.
Una de las causas del abordaje incorrecto de la violencia armada contra la niñezpor parte del Estado, advierte REDIM, la constituye esa visión adulto-céntrica que considera a niñas, niños y adolescentes como ‘objetos de protección’ de su grupo familiar”.
De acuerdo con la organización, “no se logra reconocer su ‘equivalencia humana’ frente a las personas adultas, por lo que continúan recibiendo un trato desigual en todas las acciones del Estado y al interior de sus núcleos familiares. Al tiempo de limitar su participación en los temas que les afectan, impidiendo la construcción de ciudadanía temprana”.
Y frente a estos datos demoledores, es válido preguntarnos sobre cuál ha sido la eficiencia de las autoridades del estado de Morelos para combatir la violencia contra la niñez, en estos casos y en otros, que no sea utilizarlos con fines propagandísticos y para simular que se está atendiendo este fenómeno que lacera a la niñez del estado.
Y cuando afirmo esto, me refiero tanto a las autoridades con facultades ejecutoras como a aquellas que tienen en sus manos la definición de políticas públicas y también, por supuesto, a los órganos autónomos de protección de esos derechos que no levantan la mirada de sus escritorios o de sus “smartphones” y viven su día a día enfrascadas en conflictos de poder.
De toda la historia reciente de la defensa y protección de los derechos de las personas menores de 18 años en Morelos, pocas instituciones han ejercido de manera eficaz sus facultades para velar por los derechos de este grupo poblacional, con empatía, con compromiso, con responsabilidad, aplicando la perspectiva de infancia y tamizando los casos siempre a la luz de los derechos humanos. Solo podría decir el nombre de una y se llama Tribunal de Justicia para Adolescentes.