¿Y mi amor y mi voto, Alejandro?
En opinión de José Román
Sin duda, ante los acontecimientos, es válido a la sociedad preguntar a nuestros legisladores federales, diputados y senadores, que han hecho con la confianza que se les entregó al depositar el voto que les dio la mayoría y por lo cual ocupan el cargo que no es más que la representación de nuestra voz (votantes desde luego) ante el congreso de la Unión en sus dos vertientes: Senadores y diputados. El nombre de Alejandro, solo se refiere tal vez al más popular de esos legisladores. Y es que el tiempo de volver a elegir, está próximo y la pregunta es obligada porque hay que rendir cuentas, por eso, ¿qué has hecho Alejandro con mi voto?
¿Cuantas propuestas legislativas, cambios, modificaciones hiciste en mi nombre? Yo, no sé
¿Cuantas veces te has reunido con los que te elegimos a través de nuestros organismos sociales para tomar en cuenta nuestra opinión? Yo no sé nada
¿Cuantas veces nos hiciste saber el pro y el contra de tu voto en favor de una propuesta presidencial? Tampoco lo sé
¿Cuántas veces Alejandro, te entregué mi amor político para apoyarte porque dijiste que con eso primero los pobres? Y mira qué casualidad, nos entregas más pobres que los de antes. ¿Es acaso que te distrajiste con los otros amores perversos que hay allá en el palacio, donde te deslumbraron las joyas del verbo y por eso te olvidaste de quienes te amamos socialmente en aquel tiempo?
¿Cómo y en qué sentido votaste cuando la Constitución salió violada en el primer caso de la impropia designación de la todavía titular de Derechos Humanos Nacional? ¿O Eres acaso igual de violador como el otro, el Masdemonio de Guerrero?
Cómo y en qué sentido votaste cuando salió recientemente violada la constitución por tus pares legislativos designando y prolongando dos años más al titular de la Suprema Corte de justicia de la nación? ¿Fuiste tú uno de los violadores o nomás manoseaste como el hermano del Montreal?
Te lo pregunto porque nos dijiste que defenderías la legalidad y porque juraste defender la constitución y la leyes que emanan de ella, luego entonces, ¿cómo votaste, cuando nos consultaste, tan pronto olvidaste éste amor del bueno que te dimos?
Porque el voto y el cargo nos lo debes a nosotros y para eso te teníamos y para eso te contratamos, para que hablaras por nosotros, en nuestro nombre, ¿o eres de los farsantes que prometieron hacer todo eso y luego se volvieron serviles de su partido político? ¿O nomás fuiste a levantar el dedito, diciendo sí a todo como mujer de las fáciles? Porque no elegimos al partido, te elegimos a ti porque nos propusiste defendernos y defender la legalidad y nos llenaste la cabeza de infinidad de propuestas en tu programa de trabajo y aun hoy, no nos haya avisado de tu (¿ardua?) labor.
Tal vez eres de los legisladores que no han formado su red o tomado la molestia de formar una red ciudadana para consultar e informar ahora que la época del internet te permite y fácilmente interactuar con nosotros. Por lo menos a mí, nunca me consultaste y te di mi voto, nunca me informaste, nunca supe más de ti después de entregarte el amor de mi confianza, te fuiste como un amante perverso, me usaste y te marchaste olvidando tus promesas y defendiendo causas que yo jamás te encomendé. Olvidaste lo que me prometiste, te digo, no sé si me cambiaste porque encontraras quien te diera el amor de la confianza mas que lo que yo te entregué y te olvidaste hasta de decirme adiós y te fuiste a entregar a los brazos de la perversión ejecutiva que indudablemente tiene más lana que yo, mas promesas materiales que entregarte que yo, o más labia para seducirte que yo, más que lo que yo creí que te había seducido. Me abandonas Alejandro y tal, tal vez solamente, vengas a mí, a mis brazos del pulgar derecho con él te di el sí, derrotado en menos de 50 días y quieras ofrecerme las palabras de amor social para que nuevamente, ahora en otro lugar con otras aspiraciones tuyas, te vuelvas a burlar de esa confianza que entregué y que después de haberlo hecho, ya ni el polvo te vi, porque te fuiste sin decirme adiós: ¿volverás con la capa caída porque el pueblo reaccione y cambie y volverás para decirme que todo fue un error y que te perdone y que a cambio la próxima vez ya no me traicionarán ni con el señor del Ejecutivo ni con el señor que organiza los cuates o compañeros legisladores para apoyar a ya sabes quién en contra de la constitución, olvidando a ya sabes cuantos que somos los que te dimos el amor del triunfo y que ahora quizá tendremos que darte la espalda de la derrota. ¿Te volveré a ver en la calle, como antes nos veíamos? Si te veo, a lo mejor por mi despecho, no tan solo te grite, sino que saque en cara tu hipocresía de que defenderías las leyes y que con eso te burlaste de nosotros, los ingenios que te creímos. Ya no te amaré igual, Alejandro, ¡jamás!, ya no te creeré, ¡nunca!