Camino al fin
En opinión de César Daniel Nájera Collado
En un mundo de ironías, ¿nos acercamos a un totalitarismo oculto? Porque ahora, los hambrientos de poder absoluto se disfrazan de mesías. Prometen mejoras para que al final, los mismos errores, o pecados, se escondan detrás de una cortina hecha simplemente por meros discursos “de cambio”. ¿Hasta qué punto se juega con la sinceridad?
El beneficio para todos se vuelve cada vez más un ideal inalcanzable, o mejor dicho, que nos rehusamos a alcanzar. Muchas personas se reducen a números y los poderosos montan sus ideologías en aplanadoras sin importar las consecuencias. El uso de la “moral” por parte de diversos grupos ya cabe en la hipocresía, y la utilidad es el único criterio de salvación para los que se creen verdugos por imposición casi divina.
Lo que más duele es que muchos, conscientemente o no, ya creen en subespecies dentro de la nuestra. Cada día les cuesta más trabajo empatizar con los pobres o marginados, al grado de rayar en no verlos con humanos; repito: conscientemente o no.
Debemos darnos cuenta de nuestra posición: un mundo deteriorado y una humanidad en constante peligro. No es tan difícil ver cómo nos autodestruimos. ¿Necesitamos hambrunas para empezar a entregar comida? ¿Genocidios para detener las guerras? ¿Crímenes para crear oportunidades? Si la respuesta es sí, tal vez no somos el ser vivo más inteligente.