Juego de manos - Su amigo, AMLO
En opinión de Diego Pacheco
Donald Trump aumentó la tensión entre México y Estados Unidos a causa de la inmigración ilegal. El pasado jueves, el mandatario de nuestro vecino del norte anunció un arancel del 5% en todos los productos mexicanos a partir del 10 de junio, mismo que irá aumentando 5 puntos porcentuales por mes hasta llegar al 25% en octubre, y se mantendrá hasta que nuestro país detenga sustancialmente el flujo de migrantes ilegales. Las consecuencias de dicho arancel ya se comienzan a manifestar con una apreciación del dólar frente al peso desde el jueves.
Como respuesta, el ejecutivo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta de dos cuartillas al mandatario estadounidense en donde llama al diálogo, la prudencia y la responsabilidad para resolver el conflicto, esta carta fue difundida en medios de comunicación y por el mismo presidente. Esta es una reacción inusual por parte de López Obrador, que desde meses atrás se había rehusado a encarar a Trump y ha reducido sus reacciones a “no vamos a pelearnos” y “amor y paz”. Gracias, hermano.
Las reacciones a esta carta no se hicieron esperar. Hubo quienes mostraron un apoyo incondicional y mostraron su admiración ante la templanza y el llamado a la conciliación por parte de López Obrador, dentro de este grupo se pueden ver figuras como el canciller Marcelo Ebrard, la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, así como aliados y los miembros del gabinete del presidente; por otro lado, personajes como Felipe Calderón, Pedro Ferriz Hijar o Javier Lozano se manifestaron inconformes con el contenido de la carta y con la falta de impacto que esta tiene. “Qué pinche vergüenza” se lee en el cierre de uno de los tuits. Por su parte, la opinión pública se mostró positiva por la confrontación del presidente hacia su homólogo, que se esperaba desde hace tiempo. Finalmente, Donald Trump tuiteó un día después que México lleva rato aprovechándose de Estados Unidos y que “¡Es hora de que hagan lo que les corresponde!”.
Bien, esta carta es la primera respuesta directa que hace AMLO hacia los comentarios y medidas intimidatorias de Trump, lo cuál es muy bueno; sin embargo, hay mucho más en este escrito que un llamado al diálogo y más de un destinatario
El escrito comienza con una postura de no confrontación que apela al diálogo para dar solución a los conflictos en las relaciones entre México y Estados Unidos y sus mandatarios. Hace un recorrido histórico en las relaciones positivas entre los ejecutivos mexicanos y estadounidenses, y con ello introduce el problema migratorio, presentado como un problema contextual que tiene como solución la cooperación y la inversión para el desarrollo de las zonas de donde vienen los migrantes. Todo esto en concordancia con su postura del no enfrentamiento. Hasta aquí llega la primera parte del texto, el que está dedicado a Trump y al fenómeno del desplazamiento de personas.
La segunda parte de la carta, desde la perspectiva de quien escribe esta columna, no se dirige exclusivamente al presidente de los Estados Unidos, está pensada para la ciudadanía mexicana. Y encuentro aquí un grave problema. Esta sección comienza señalando el cumplimiento de las responsabilidades migratorias del Estado Mexicano; sin embargo, bastan un par de líneas para que comience una carta que pareciera ser sacada de un spot de campaña “en poco tiempo, los mexicanos no tendrán necesidad de acudir a EU, la migración será opcional, no forzosa […] estamos combatiendo la corrupción ¡como nunca!”.
Y esto demuestra un fenómeno que ha existido desde las elecciones, la eterna campaña del presidente, su fetichismo de la aprobación pública y su negativa de tomar medidas difíciles para mantener su imagen intacta. El presidente sigue siendo un candidato. “No me falta valor, no soy un cobarde” escribe, pero Trump nunca lo ha llamado cobarde, de hecho, ha dicho que encuentra muchas de sus características en Andrés Manuel. Entonces, ¿a quién está respondiendo? A una ciudadanía que lo ha llamado miedoso cuando se trata de enfrentar las declaraciones y abusos de un presidente que, desde su campaña, ha utilizado la discriminación y el miedo a México como herramienta de promoción personal.
El gran problema que esto conlleva es que obstaculiza la toma de decisiones en el gobierno, especialmente cuando estas generan controversia o disgusto en la sociedad. Es por este fenómeno que existen contradicciones y tensiones entre el presidente y su gabinete, o por lo que una secretaria se ve forzada a renunciar ante un escándalo con un vuelo comercial; porque no se actúa pensando en medidas que tengan beneficios a futuro, sino en que estas medidas no afecten en lo inmediato la imagen de Andrés Manuel. Y esto es gravísimo.
Parte de gobernar es saber tomar decisiones difíciles, es entender que, en ocasiones, las medidas impopulares pueden ser las verdaderas soluciones; que estar en el poder no es lo mismo que estar en campaña, que la imagen propia queda después del desarrollo del país y la calidad de vida de sus habitantes; y que no hay que mezclar las relaciones internacionales con temáticas locales sin relación.
No necesitamos una estrellita como presidente, y mucho menos en un contexto tan crítico como en el que nos encontramos. La popularidad no va a dar solución a la inseguridad y al narcotráfico; las ovaciones no le devolverán la vida a las nueve mujeres que son asesinadas cada día; los aplausos no van a promover la cultura ni a desarrollar al país en materia de Derechos Humanos, en donde estamos tan atrasados; y los elogios no van a suavizar la relación con Estados Unidos ni a resolver la crisis migratoria en la que está envuelto México.
Para resolver esto y todas las demás problemáticas que enfrenta el país hoy en día se necesita valor, valor para enfrentarse de frente, pero inteligentemente, a los problemas; para tomar las decisiones más difíciles y enfrentar las consecuencias; para saber cuando se comete un error y cuando escuchar a quienes saben más; para entender que los aplausos no se traducen en buen gobierno; que la silla presidencial está siempre sujeta a críticas; y que si no se cuenta con este valor, no se está listo para ser presidente.
Querido lector:
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