Serpientes y escaleras - Política y políticos

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Política y políticos

Todos van por los mismos votos. ¿A nadie se le ha ocurrido hacer algo diferente?

 

Política y políticos

La política no es una ciencia exacta; nunca lo ha sido. Las actividades relacionadas con la toma de decisiones y otras relaciones de poder entre individuos representan una de las actividades más complejas que existen, porque aunque hay algunos parámetros y guías de actuación, en general dependen del comportamiento y del estado de ánimo de la gente. Todos pueden hacer política, pero no cualquiera puede ser un buen político.

Desde hace varios años los partidos utilizaron el término ciudadano como una estrategia para obtener votos; más allá de que el concepto, la expresión se refería a personas distintas, nuevas en la actividad pública, en muchos casos sin militancia.

Mercadológicamente la palabra ciudadano se acompañó de la idea de cambio y unidas ofrecían al electorado una opción diferente, aparentemente mejor, ajena a los vicios que están asociados a los actores de poder. Desde hace un par de décadas escuchamos el concepto ciudadano en las campañas y ahora existe un camino legal para que personas sin filiación partidista puedan competir en un proceso electoral.

Hoy en todas las elecciones y en todos los partidos se habla de ciudadanos en política, como si esa fuera la solución a todos los problemas que enfrentamos como sociedad. El problema es que casi todos los ciudadanos que han incursionado en política resultaron iguales o peores: en lugar de transformar el ejercicio público se volvieron parte del sistema y terminaron engrosando las listas de corruptos.

Esto no quiere decir de ninguna manera que los políticos sean mejores que los ciudadanos, en todo caso expone que la inexperiencia, incapacidad o falta de preparación en los nuevos actores de poder los vuelve susceptibles a caer en tentación y replicar todo aquello que se supone llegan a combatir.

Ejemplos hay muchos por todos lados y sin distingo de género; el problema está en la inexperiencia en administración pública, en su poca preparación y hasta en la personalidad de cada individuo. Explico: un buen empresario no necesariamente será un buen administrador público, un luchador social no es garantía de eficiencia en el gobierno y una persona honorable se puede corromper; digámoslo de esta manera: no haber robado nunca no significa honestidad; honesto es aquel que teniendo la oportunidad de robar decide no hacerlo.

El problema que estamos viendo en nuestra clase gobernante no es la política, sino la forma como se hace política; ejercer el poder va más allá de aplicar la ley y llevar bien las cuentas, se requiere entre otras cosas de mucho diálogo, tolerancia, capacidad de escucha, conocimiento de los reglamentos, de finanzas, de historia, de la cultura popular, capacidad de análisis y habilidad para actuar en el momento.

Nuestros políticos están muy lejos de esto, casi todos son personajes que van al día: no llevan agenda, no traza objetivos y por tanto no tienen proyección; actúan de manera reactiva, no planean, no supervisan y carecen de un sistema para trabajar. Por eso cotidianamente surgen problemas añejos que se mezclan con conflictos nuevos, porque nadie se ocupa de darle seguimiento a las cosas, ni anticipa situaciones.

La reflexión es teórica, pero también práctica, con 23 partidos registrados para contender en las elecciones del próximo mes de junio veremos a cientos de candidatos, la mayoría participando sin posibilidades de ganar y muchos actuando por ocurrencias. La lucha por los votos será férrea porque el formato de la campaña es diferente, porque aunque los canales para lanzar información son muchos, la posibilidad de comunicarse bien con la gente es sumamente complicada.

Los partidos están viendo la elección del 2021 como una lucha de estructuras, suponen que lo más importante es tener identificados a los votantes de siempre y preparar el equipo para movilizarlos el día de la elección. Toda esta estrategia gira en torno al dinero, a la compra de votos, al convencimiento a través de apoyos o dádivas, dejando de lado la posibilidad de tener empatía con los votantes.

Casi todos los equipos de campaña van en esa línea y apuestan por el mismo núcleo de votantes, saben que en una elección intermedia habrá menos votos y por esa razón enfocan sus baterías en los lugares donde la gente siempre vota. Pocos o ninguno está pensando en ampliar su panorama, en buscar a quienes regularmente no votan ni forman parte de las estructuras tradicionales.

Obvio: es más fácil, aunque mucho más caro, ir a los nichos tradicionales por los caminos que ya todos conocen; quizá así alcancen sus objetivos, aunque en esta elección todo mundo buscará a los mismos votantes y eso complica predecir el resultado. Aún moviéndose por esa vía la capacidad de comunicar con la gente es clave.

Las elecciones forman parte de la política, son la puerta de entrada a poder y la manera como se renueva la clase gobernante. En esta campaña se está haciendo muy poca política, los candidatos y sus partidos parecen desesperados en tratar de construir la mejor estructura para mover votos sin detenerse a pensar que esos espacios están muy pervertidos y en las últimas elecciones no han funcionado.

Los operadores de las estructuras con los verdaderos ganadores del proceso electoral, consiguen millones de pesos y se venden a diferentes candidatos al mismo tiempo; el dinero que les entregan en efectivo para repartir a la gente nunca llega completo, pero aunque los movilizados reciben lo que les dan, desde hace mucho tiempo votan por quien mejor les cae. Ejemplos recientes de ello son la campaña de Maricela Velázquez y la de Rodrigo Gayosso.

Dos aspectos llaman la atención en el proceso electoral que estamos viviendo, el primero es la mediocridad de la clase política: la falta de preparación hace que gente nueva en la actividad pública termine robando como los políticos de siempre; por esa razón votar por un ciudadano sin analizar su perfil no es garantía de que las cosas mejoren, porque como podemos verlo ahora con nuestras autoridades, los ciudadanos resultaron peor que sus antecesores.

El segundo punto está en la forma de hacer campaña: unos están enfocados a hacer lo mismo de siempre a sabiendas que ese camino no siempre funciona; en el 2018 los hermanos Lelos y su padrino Gayosso invirtieron muchos millones de pesos en una estructura que teóricamente les garantizaba el triunfo: diseñaron un programa que identificaba a los líderes por colonia y llevaba un conteo diario de los apoyos que recibían; todo se veía bien en el papel, pero a la hora de votar las cosas resultaron diferentes. Por cierto: los mismos que le operaron la estructura al hijastro incómodo y a los Lelos, ahora están vendiendo sus servicios a varios candidatos.

Los problemas que agobian a Morelos no son provocados por la política, sino por los malos políticos; nuestra clase gobernante no sabe hacer política, no la entiende y por ello se refugia en el discurso ciudadano para justificar sus errores. Los candidatos tampoco comprenden que la ciudadanía por si misma ya no convence, se requiere de algo más que atraiga a los votantes y los anime a confiar en ellos.

¿A nadie se le ha ocurrido tratar de conectar con la gente para ganar la simpatía de quienes regularmente no votan? Lo pongo de esta manera: si alguien lograra convencer a aquellos que normalmente no votan, por ende obtendría el apoyo de quienes si lo hacen.

El que puede lo mas puede lo menos.

  • posdata

Lo ocurrido el viernes pasado cuando un grupo de pobladores de Huitzilac cerraron por algunas horas la circulación en la autopista México Cuernavaca en demanda de la entrega del cuerpo de un hombre que fue secuestrado y calcinado, pone nuevamente en la mesa la grave situación de inseguridad que se vive en la entidad, pero también expone el problema que implica la politización de la justicia.

Aunque no se conocen muchos datos sobre lo ocurrido, se supo que luego de que se denunció el ilícito intervino la Fiscalía Especializada en Combate al Secuestro, pero la víctima perdió la vida; lamentablemente el objetivo del delito podría no haber sido solo el plagio de la persona, porque los delincuentes no respetaron la integridad de la víctima y su cuerpo fue encontrado calcinado.

La molestia de la población no fue únicamente por la muerte de la persona, lo que derivó el bloqueo carretero fue el hecho de que las autoridades no les entregaron inmediatamente el cuerpo. Los restos mortales, empero, no pueden ser liberados sin que antes se cumplan con los protocolos de ley para la correcta identificación de la víctima.

Ese mismo día, el viernes, la Fiscalía de la Región Oriente de Morelos emitió una disculpa pública a los familiares de una persona que recibieron erróneamente el cuerpo de alguien más; ¿El motivo? Se liberó el cadáver sin haberle realizado la genética de cuerpo, es decir, sin la identificación científica de los restos.

La víctima de secuestro cuyo cuerpo reclaman los vecinos de Tres Marías aún no está plenamente identificada mediante un proceso forense, por lo cual es legalmente imposible entregárselo a sus familiares. Es comprensible la molestia de la gente, pero también debe tomarse en cuenta el proceso jurídico necesario para que no suceda lo que ha pasado en otras ocasiones, cuando por la premura de liberar un cadáver se causa un nuevo dolor a sus conocidos.

La politización de la inseguridad se ha convertido en algo recurrente desde hace varios años en Morelos, por un lado porque la paciencia de la ciudadanía ha llegado a su límite ante la impunidad con la que se mueven los grupos criminales y por otro ante la constante intervención de personajes políticos que buscan sacar raja electoral de los hechos de sangre.

El problema se vuelve uno porque al final este tipo de situaciones en lugar de ayudar a que las cosas mejoren las complican; los encargados de la prevención del delito y de la impartición de la justicia están sujetos a la presión de quienes les exigen que cumplan con su trabajo, pero también de la clase política que una y otra vez los toma como carne de cañón para sus discursos.

Este caso en particular me resulta llamativo porque los ataques políticos se dirigieron a la UECS, cuya titular Adriana Pineda ha demostrado con creces su capacidad; la Unidad de Combate al Secuestro de Morelos es una de las dependencias que mejor funcionan en el estado, tiene reconocimiento nacional por su eficacia y está considerada una de las mejores del país por sus logros y el profesionalismo de quienes la integran. ¿Por qué pegarle políticamente a una institución que está haciendo bien su trabajo?

La molestia de los familiares de las víctimas por la muerte de un ser querido es absolutamente comprensible, no así la mano de quienes tratan de montarse electoralmente en esta tragedia para obtener beneficios personales.

Entre más se politice la actuación de las policías, menos posibilidades habrá de que los delitos disminuyan; el proceder de todos los miembros de las áreas de seguridad debe ser observado, debe sujetarse a muchas reglas, tener objetivos y estar bajo una permanente supervisión, pero todo desde un ángulo profesional, jurídico, técnico y científico, de ninguna manera con un matiz partidista. Hacerlo nos ha costado mucho como sociedad.

  • nota

Dicen que los hermanos Lelos regresan a la política a través del partido Morelos Progresa, el del chinelo, el que fue creado por los diputados de la legislatura 53 para preservar al graquismo. Ellos mismos, Roberto y Julio, presumen que inician ahí una nueva etapa de su carrera política; no podía ser en otro lado: nadie con un dedo de frente les abriría la puerta ni los tomaría en serio.

El camino para que retornen a la política es, como siempre, la vía plurinominal, porque en las urnas no valen nada.

  • post it

Por sus problemas familiares, dicen, Movimiento Ciudadano hizo a un lado al exalcalde Manuel Martínez Garrigós; en su lugar postuló al empresario Jorge Mátar.

Nadie voltearía a ver esta candidatura si el suplente del candidato a la presidencia municipal de Cuernavaca no fuera el empresario gasolinero José Manuel Martínez Hernández, padre del tristemente célebre exalcalde de Cuernavaca; su presencia en la fórmula responde más a un asunto de índole personal que al interés político del Nene.

¡Vaya maromas que dan en el partido naranja!

  • redes sociales

Concluyó el plazo para registrar candidatos; quedaron conformadas las listas.

Lo que ven es lo que hay.

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