Serpientes y escaleras - El gran perdedor

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - El gran perdedor

Lo pronosticado se cumplió: Rabín perdió y sus aspiraciones por la gubernatura se complican

 

El gran perdedor

La movilización vista el domingo pasado durante el proceso de elección interna de Morena mostró la capacidad de acarreo de los grupos que forman parte del movimiento de regeneración nacional; la copiosa votación para elegir consejeros no fue un ejercicio democrático, sino una muestra de fuerza que anticipa lo que veremos en el 2024. El volumen de reclutamiento de los morenistas no debe preocupar solo a la oposición, los primeros que deben advertir lo que esto significa son los aspirantes obradoristas a la gubernatura.

La movilización es desde hace muchos años el método preferido de los partidos políticos para llenar eventos y urnas; la hemos visto en todas las elecciones, es común en los eventos políticos, en las campañas y en los procesos electorales. El método es viejo y simple: se contratan operadores que trabajan con movilizadores que contactan personas, les pagan por acudir y les dan, además de una paga en efectivo, alimentos y transporte

Dependiendo el movilizador y tomando en cuenta que el manejo de personas es cada vez más complicado, los operadores recurren a diferentes candados para corroborar que, en el caso de elecciones, las personas que llevan apoyen a quienes les indican, porque es común que la gente toma lo que les dan y votan por quien quieren.

En la elección del 2018 hubo una gran movilización gubernamental a través del PRD a favor de la candidatura de Rodrigo Gayosso; el hijastro incómodo destinó más de 400 millones de pesos a una estructura de más de medio millón de personas a quienes les canalizó dinero muchos meses antes de que se llevara a cabo la elección. La fórmula del gallo Gayosso parecía infalible, operaba a través de varios coordinadores y con supervisión en todos los niveles para que el dinero llegara.

“Si les pagas desde antes y les ofreces alternativas de trabajo creas un vínculo muy fuerte y logras que la gente te cumpla el día de la elección” presumía el candidato perredista al tiempo de mostrar que tenía de su lado a “operadores” como Maricela Velázquez, Tania Valentina, Paco Santillán, Julio Espín, los hermanos Prado, los hermanos Yáñez, Amado Orihuela, Jorge Arizmendi, Francisco Moreno y muchos actores de otros partidos.

La capacidad de movilización de Gayosso en el 2018 fue notoria, pero no se reflejó en el resultado; efectivamente logró hacer salir a muchas personas, pero a pesar de que la gente aceptó su dinero, en la soledad de la urna emitió el voto por quien quiso. Casos como este son comunes: le sucedió también a Maricela Velázquez en el 2015 cuando su estructura sufragó en favor de Cuauhtémoc Blanco.

Entendamos algo: la movilización en un proceso de elección interna o un evento político no es la misma que para una contienda constitucional; en los dos primeros casos la operación es más sencilla porque al ciudadano no le importa lo que pase dentro de un partido o que lo utilicen para llenar una plaza; este tipo de operación sigue funcionando y, como lo vimos el domingo pasado, es tan grande como lo sea el dinero que se le invierta. En castellano: la gente toma el dinero y cumple la solicitud porque el resultado no influye en su vida cotidiana; la historia se escribe diferente cuando el proceso es constitucional y lo que se eligen son autoridades. Ahí la gente sí piensa lo que hace.

Lo que vimos en el proceso interno de Morena fue eso: acarreo y medición de fuerzas; todos los grupos que participaron le metieron dinero a la movilización y en función a eso lograron que los centros de votación se saturaran. El acarreo fue de todos y por lo mismo nadie se puede llamar sorprendido.

Los resultados de la elección de consejeros del Movimiento de Regeneración Nacional se fueron dando a cuentagotas, pero ya todo se ha confirmado: en Cuernavaca los Rabines perdieron cinco de cinco posiciones, en Cuautla les ganó Arredondo, Jojutla se la quedó Juan Ángel Flores y en Yautepec perdieron la mayoría. En Jiutepec, la cuna del rabinismo, perdieron la mitad.

Reitero: lo visto en el proceso interno de Morena no fue un ejercicio democrático, sino una medición de fuerza y de capacidad de movilización; todos los precandidatos hicieron lo suyo, todos intervinieron con operadores, todos metieron dinero y todos movilizaron; muchos se quejan en voz baja por los recursos invertidos, pero nadie se anima a reclamar porque todos hicieron lo mismo.

En este tipo de procesos se vale de todo, menos llorar; quienes conocen la manera como operan los partidos no se pueden llamar sorprendidos, ni están en condiciones de reclamar nada; cuando el presidente López Obrador, líder moral de la cuarta transformación, validó la jornada electoral y minimizó las críticas bajo el argumento de que “con Calderón hubo más acarreo”, la posibilidad de quejarse desapareció.

Con el resultado de esta elección las fuerzas del obradorismo morelense se reacomodan: Rabindranath Salazar Solorio era considerado el precandidato natural de la 4T para contender por el gobierno de Morelos en el 2024 porque el presidente “se la debía” y porque controlaba el consejo estatal. Vistos los acontecimientos de las últimas semanas, incluyendo su salida de la subsecretaría de gobernación y su derrota en el proceso de renovación de Morena, la historia cambia y pocos lo seguirán viendo con la misma simpatía que antes.

El fracaso de los Rabines el fin de semana no es coyuntural, ni atribuible a la movilización masiva que hubo enfrente, la razón principal de su debacle está en su ausencia del estado, los abusos de su familia, el agandalle de las posiciones en Morena, su mala comunicación y la mediocridad del equipo que localmente lo representa. Sus adversarios aprovecharon el vacío rabinista y la falta de unidad entre los precandidatos de Morena para construir una nueva corriente que de golpe se apoderó de la marca.

Hacia adelante la historia será otra en Morelos, porque el partido cambiará de manos y es predecible hacia donde se encaminará la candidatura. Del lado de los fundadores queda la opción de reforzar su trabajo y cerrar filas para evitar desaparecer; para los futuros magnates del partido el camino no será sencillo, porque su mayor oposición vendrá de las filas morenistas y deberán tener muy clara la importancia de cuidar la imagen del gobernador, porque la candidatura obradorista del 2024 estará totalmente ligada a los resultados del régimen y figura de Cuauhtémoc Blanco.

El del domingo fue el primero de varios rounds que se disputarán en Morena antes de que se defina la candidatura gubernamental, pero la manera como avasallaron a los fundadores no es cosa menor y obliga a todos a replantear su estrategia.

Los que se alegran con este resultado son los partidos de oposición, porque el inminente conflicto interno puede dar pie al mejor escenario que podrían tener para competir por la gubernatura.

A los Rabines les aplicaron zapato a domicilio.

  • posdata

Los resultados del proceso interno de Morena no dejan lugar a dudas; hay un perdedor y varios ganadores.

El control del consejo de Morena dejó de estar en manos de Rabindranath Salazar y con ello su fuerza como precandidato a la gubernatura en el 2024 disminuye drásticamente; ahora las cosas cambiarán y el diálogo entre los aspirantes dejará de ser vertical, como lo era antes; ahora tiene que ser horizontal porque los alcaldes demostraron tener más fuerza y arrastre que el funcionario federal.

No importa que los Rabines presuman tener 23 de los 50 consejeros estatales; tomando en cuenta que en las cuentas de Salazar Solorio se incluyen las posiciones de todos sus aliados y enfrente (en el grupo de Ulises Bravo) se toma en cuenta el manejo de un solo grupo, lo que queda es un personaje que depende de todos los demás para mantenerse en la carrera por la sucesión.

Lo que viene en esta historia es la renovación de la dirigencia y ahí habrá un segundo choque; en este primer capítulo la pelea fue por los consejeros, lo que sigue es definir la cabeza del partido y eso lo determinarán quienes fueron electos este fin de semana.

Ulises Bravo ya alzó la mano para dirigir Morena, lo hace con la seguridad de haber dejado fuera de combate a los alfiles de Rabindranath Salazar y con la confianza de que la mala operación del funcionario federal le permitirá convencer a la mayoría. Si Bravo Molina consigue esa posición, no solo expulsará de la sucesión a Salazar Solorio, también se convertirá en un fuerte contendiente al gobierno estatal en el 2024. Aquí empieza la otra historia:

Los resultados de la elección interna de Morena cambian el equilibrio de fuerzas al interior del movimiento obradorista local, pero también llena de esperanza a la oposición; la división interna de la 4T es lo mejor que podría ocurrirles a los de enfrente, sobre todo si en la contienda del 2024 el candidato morenista carga con la imagen de Cuauhtémoc Blanco.

Entendamos algo: una cosa es el duelo interno de un partido y otra muy distinta la elección constitucional; la movilización del fin de semana fue enorme y funcionó porque no se trataba de la elección de un representante popular, sino de la vida interna de un partido. Varios actores de la oposición presumen haber metido la mano para desestabilizar y provocar un cambio en la correlación de fuerzas. La apuesta opositora está en la posibilidad de que la 4T se fracture, de que el gobernador ponga al candidato y los liderazgos obradoristas, como sucedió en Cuernavaca en el 2021, le jueguen las contras a la propuesta oficial.

Todavía hay mucho que analizar en esta historia. Lo claro es que hay un perdedor y muchos ganadores.

  • nota

La política implica un constante duelo de percepción; el manejo oportuno de la información y los elementos que la componen representan una pieza importante del rompecabezas de poder y lo ocurrido en el proceso interno de Morena no es la excepción.

Los resultados de la votación son públicos y ha comenzado la interpretación de estos, es decir, la identificación de cuál consejero pertenece a cada corriente, para poder entender cómo queda la correlación de fuerzas.

Lo primero en confirmarse es que luego de la votación dominical el gran perdedor es Rabindranath Salazar Solorio, quien controlaba al noventa por ciento del consejo estatal y en el futuro próximo quedará reducido a una corriente dentro del movimiento obradorista morelense.

El manejo informativo del grupo de los Rabines, como siempre, adolece por su capacidad y oportunidad para reaccionar: no supieron operar políticamente antes del proceso interno y no saben cómo comunicar los resultados después de la elección.

El descalabro rabinista tiene que ver con estos dos aspectos: política y comunicación; el oriundo de Tejalpa se alejó de Morelos desde hace varios años y su ausencia ha sido ocupada por otros personajes. Los operadores locales de Rabindranath Salazar son personajes de bajo nivel, sin capacidad profesional y con mala reputación pública, de ahí que la hegemonía de su grupo se perdió y la imagen que proyecta viene en picada desde mucho tiempo.

Tras conocerse los nombres de quienes fueron electos consejeros no queda duda que los Rabines perdieron; torpemente tratan de hacer creer que son los ganadores porque, según ellos, tienen el mayor número de consejeros, pero aun suponiendo que eso fuese cierto, la manera como lo comunican es equivocada y el juicio social es contundente: perdieron.

Derrotado en el proceso interno y derrotado en el duelo mediático, lo que viene para los rabinistas es una carrera cuesta arriba, con menos aliados y una renegociación de los acuerdos morenistas para el 2024.

Sin operación política ni comunicación, Rabindranath Salazar nada tiene que hacer en la contienda del 2024.

  • post it

La buena: el ayuntamiento de Cuernavaca aprobó un código de ética para los funcionarios.

La mala: no aplica para personajes como Juan José Alcalá, porque, presumen, es el operador de negocios del alcalde.

  • redes sociales

Se reanudó el proceso de vacunación anti covid para niños en Morelos, pero a diferencia de las jornadas anteriores, ahora es notoria la desorganización.

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