¿Por qué y para qué mandamos gente a prisión?
En opinión de Carlos Ivan Arenas Ángeles
En el artículo anterior, les hablé un poco de la reinserción social en personas adolescentes y, siguiendo esa misma línea, hoy de nuevo les quiero platicar sobre la reinserción social, pero ahora, específicamente sobre la prisión aplicada a la población adulta que comete delitos.
¿Por qué mandamos gente a la prisión? La respuesta inmediata a esa pregunta es: porque cometieron un delito. En otras palabras, el mandar a una persona a prisión, es una respuesta del estado ante los delitos.
Por ejemplo, si conduciendo nuestro vehículo chocamos con otro vehículo, ese choque es por sí mismo ya un delito (daño) que, según la ley penal sí merece prisión. Otra cosa es que regularmente esos asuntos se resuelvan en el lugar y momento de los hechos, se llegue a un acuerdo entre partes o aseguradoras, se repare el daño y no se proceda judicialmente (porque para estos casos se requiere voluntad de seguir el pleito en instancias judiciales: la famosa querella).
Entonces ¡aguas! Porque cualquiera de nosotros –ya sea que nos dediquemos a delinquir o no- podemos pisar una prisión, pues es una respuesta común del Estado –más común de lo deseable- ante el delito.
Considerando que cualquiera de nosotros podemos pisar la prisión, sería sensato preguntarnos ahora ¿para qué mandamos gente a prisión?
La prisión como respuesta del Estado ante el delito, busca que se castigue a la persona que cometió el delito y que no lo vuelva a hacer, reinsertándola a la sociedad como una persona –vamos a decirlo así- de bien.
El tópico de castigar a la persona no tiene mayor tema, lo entendemos en tanto que se encierra a una persona como castigo por el mal que cometió, es el reproche de las sociedades materializado a través de sus órganos de gobierno.
Pero como les adelanté, ese encierro busca eventualmente reinsertar a la persona a la sociedad, regresarla a que sea parte de los y las ciudadanas libres, con pleno goce de sus derechos y, por su puesto de sus obligaciones, pretendiendo que ya no vuelva a causar un mal.
Entonces, para que una persona que estuvo en prisión por haber cometido un delito regrese a la sociedad y no vuelva a delinquir, se requiere que las razones por las que delinquió se extingan, sean atacadas para que ya no estén vigentes y así se propicie que la persona ya no vuelva a delinquir, lo que se logra dotando a las personas privadas de su libertad de herramientas para la vida, como capacitación para el trabajo, cultura, educación básica, deporte y en general aquellas herramientas que nos son comunes para personas como ustedes, queridas personas lectoras, y para mí, que las tenemos para enfrentarnos a la vida. De todo esto se pretende dotar a las personas privadas de su libertad, pero todo en un marco de respeto a sus derechos humanos.
Y aquí viene el comprensible cuestionamiento social: ¿por qué respetar los derechos de las personas que no respetaron los nuestros? ¿Por qué tratar bien a la delincuencia? Por la simple razón de que no se puede esperar que alguien que recibió mal trato, vaya a querer dar buen trato. Por la simple razón de que no somos delincuentes –salvo excepciones, claro está-. También por un pequeño detalle: son personas y como toda persona tienen derechos humanos.
De esto va la reinserción social de las personas privadas de la libertad, de dotarlas de herramientas para la vida y de hacerles ver que la vida no necesariamente es mala, que puede llegar a ser buena.
Claro, eso suena utópico y actualmente lo es: las prisiones están lejos de ser un lugar en el que se respete los derechos de las personas ahí internas, todo lo contrario, en las prisiones se maltrata a las personas internas y esto no debe ser así, es un contrasentido porque si se sigue maltratando a las personas privadas de su libertad, estas solo saldrán con rencores, con enojos, con intenciones sociales negativas. Entonces no saldrán como personas “de bien”.
Allende la intención de reinsertar a las personas que cometieron un delito, no hay que perder de vista el hecho de que somos una sociedad civilizada, que decidió vivir en el marco de un Estado democrático de derecho en el que imperan y se debe hacer imperar el máximo respeto a los derechos de toda persona sin distinción alguna, incluidas las personas privadas de su libertad. Entre más se respete los derechos de toda persona, más sociedad civilizada seremos, entre más civilizada sea la sociedad, mayor será la paz y por ende el progreso.
En resumidas cuentas, queridas personas lectoras, no hay que ver la reinserción social de las personas recluidas en prisión como un tema aislado que se queda solo en una pena, sino como en un sistema que, de cumplirse como se debería (y que claramente actualmente no sucede), mejoraría en gran medida la vida en sociedad.
Hasta aquí: “Justicia y Libertad”