Secreto a voces - Seguridad alimentaria
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
Por todos lados aparecen cifras que nos indican que en las últimas décadas México se ha convertido en un país importador de granos (17 millones, de maíz, por ejemplo). Producimos entre 26 y 27 millones para cubrir la cuota de consumo nacional que es de 45. De un producto agrícola del que durante siglos nos hemos enorgullecido de haber sido los primeros en haberlo domesticado (como lo demostró McNeish) y de esa manera haber contribuido culturalmente al enriquecimiento de la dieta humana a nivel mundial además de forraje para los animales.
Una de las razones por la que ha disminuido la producción en general de cereales y de manera particular del maíz, se explica porque el Estado se retiró de la actividad agrícola y después vino la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), reafirmando la orientación de privilegiar la producción de bienes agrícolas para el mercado mundial en detrimento de productos que garantizarían y deben garantizar en todo momento la soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es más sensible que cualquier otro tipo de dependencia (Rubio, Blanca. 2006. Voces de la desesperanza: La desestructuración alimentaria en México (1994-2004).
Dice Blanca Rubio, que la estructura que durante décadas se conformó y que producía alimentos suficientes se quebró y que volver a ella no es fácil por los daños que se le ocasionaron. En una parte del territorio las políticas han sustituido al antiguo cacique por empresas multinacionales o nacionales que se dedican a la producción de verduras, cría de aves, cerdos, ganado, fresa, al extractivismo, etc. Los campesinos les rentan sus tierras en algunos casos y luego se contratan con ellas como jornaleros agrícolas.
Algunos de los factores que explican esta situación, de acuerdo con Blanca Rubio, consiste en que las empresas multinacionales controlan la fijación de los precios de los productos agrícolas. A través de este mecanismo como el mercado de cereales de Chicago, Nueva York, entre otros, se fijan precios de los productos agrícolas por debajo de su precio de producción lo que trae como consecuencia que las multinacionales se posicionen en las naciones menos desarrolladas y cautiven el mercado a través de estos mecanismos facilitan el control.
El circulo se cerró con la llegada al gobierno de las naciones ubicadas en la periferia de corrientes neoliberales que apostaron al mercado mundial de los cereales controlado por las multinacionales dedicadas a los agro negocios. Se les hizo más fácil comprar en el mercado externo los cereales que invertir en su producción local, a pesar de que ello creó una condición de dependencia y significaba hipotecar la soberanía alimentaria. Se dejó de invertir en el campo y en la producción de fertilizantes, tecnología y de transferir conocimientos al campo.
Los gobiernos locales estuvieron del lado de estas políticas, liquidando empresas que eran un respaldo para la producción agrícola y la soberanía alimentaria. Dice Emilio Sacristán (ver “Las privatizaciones en México”): “Fertimex, S.A., que producía a finales de los ochenta más de 3 millones de toneladas al año, se divide en un sinnúmero de unidades y se privatizan sus diversas plantas. Se vendieron trece unidades a distintos compradores, todas ellas por un valor de 317 millones de dólares. La unidad de Pajaritos (Coatzacoalcos, Veracruz) por sí sola se vende en 151 millones. En todos los casos, los precios de venta fueron muy castigados, en comparación con su valor en libros … Los fertilizantes ahora se importan casi en su totalidad … La política deliberada de apoyar el campo, mediante una amplia y barata oferta de fertilizantes, se abandonó por no comprenderse dentro del marco de políticas de corte neoliberal. Similar suerte corrieron las distintas agroindustrias que se privatizaron a raíz de la disolución de Conasupo”.
La función avasalladora que esto genera sobre la estructura productiva que se había construido en México se puede ver de diferentes maneras. Se ha transformado el modo de vida campesina (Grammont, “La desagrarización del campo mexicano”). Se distingue porque los ingresos familiares no provienen de la producción agrícola. Ahora se originan de empleos no agrícolas que se han localizado en el campo, así como del trabajo en las ciudades pequeñas o grandes. Con respecto a las actividades no agrícolas que se ubican en el campo forman parte de un segmento del capital (en general) que va en busca de mano de obra barata y se trata en general de bajos salarios.
Lo anterior no es un asunto de geopoblacional. A este aspecto habría que añadir la reciente revolución de la biotecnología. Lo que implicó entrar a una era en la que las multinacionales de lleno se tiraron a controlar el epicentro sobre el cual se constituye la actividad agrícola: la producción de semillas (Ver Blanca Rubio: El dominio del hambre. Crisis de hegemonía y alimentos). Un fenómeno que ocurre a nivel mundial.
Con la revolución introducida por la biotecnología, el mundo campesino se ha modificado radicalmente en cuanto a las técnicas de producción, pues a las semillas modificadas genéticamente se han agregado plantas y animales lo que ha generado una transformación que gira en torno al capital agrícola multinacional. Las empresas multinacionales del agro avanzan en controlar la producción de alimentos en México, mismas que cuentan con centros de experimentación de todo el mundo y la mayoría de las universidades transmiten sus ideas al campo, infelizmente.
Lo importante a destacar es que como dice el profesor Javier Ramírez Juárez (“Ruralidad y estrategias de reproducción campesina en el Valle de Puebla”) a pesar de la desestructuración de la producción de bienes alimenticios con fines de garantizar la soberanía alimentaria, en el campo las familias principalmente de los pequeños productores vinculados al autoconsumo, ejidatarios y núcleos de comunidades de origen mesoamericano, persisten en su relación con la tierra y constituyen un baluarte para el restablecimiento de estrategias de producción agrícola que pongan fin a un tipo de proceso que, como dice Blanca Rubio, ha atacado el corazón de la producción de alimentos y lo ha dejado malherido.
Recientemente, el gobierno federal ha anunciado una estrategia de contención de los precios principalmente dirigido a cereales básicos como el maíz, el fríjol y el arroz y que en total incluye a 24 productos básicos. Lo anterior, ante los efectos de la invasión de Rusia y Ucrania, principales productores de alimentos y fertilizantes en el mundo. A la par añadió que la seguridad alimentaria es fundamental y que no es lo mismo comprar en el mercado que tenerlos en la “troje” para su consumo familiar en el momento que se requiera.
La conclusión es que el agro mexicano se encuentra en una situación difícil, desestructurado, pero que en él se encuentra un segmento de la población que ha diseñado estrategias de reproducción y que constituye un baluarte al que se puede recurrir para revertir las tendencias orientadas a someter al país a los intereses de las grandes multinacionales del agro.