Una de las grandes dificultades comunes de estos días es soportar lo que sucede en el mundo y seguir afirmando la posibilidad de un modo de vida diferente que traiga consigo otros modos de relación entre los seres. Por momentos, nos encontramos paralizados, detenidos, perplejos, no podemos reaccionar, no tenemos más palabras, balbuceamos... pero esto no significa que no hay salida, que estamos definitivamente atrapados, sino que algo intolerable nos ha desbordado. Lo intolerable con sus distintos rostros nos acecha, a veces con el rostro de la injusticia o el desprecio hacia el otro. Lo cierto es que nos encontramos paralizados, y que hemos perdido la confianza en el mundo, en nosotros mismos.
Es imprescindible pensar, trabajar, probar nuevos modos de comprensión, nuevas formas de acción, nuevos tipos de resistencia. Por ello pensamos que en estos tiempos la tarea de salir del statu quo es fundamental, impulsa un modo de pensamiento peculiar abierto al devenir, en relación a lo que pasa y nos pasa, capaz de volver a dar creencia en el mundo, en los acontecimientos, en la vida. El sentido último, el sentido de la vida, es inaccesible para uno. Es como el horizonte; se intenta llegar a él, pero nunca se alcanza.
En realidad, si alguien pudiera hacerlo y decir con plena convicción: "ya conozco de la vida", estaría espiritualmente muerto, porque no le quedaría nada por qué luchar. El sentido último es una cuestión de fe, de aceptación, de experiencia personal. Se puede vivir con el sentimiento de ser parte del entramado de la vida, o como si ésta fuera algo caótico y uno se sintiera víctima de sus caprichos.En los tiempos que corren, la cuestión de quiénes somos en este momento resulta inquietante. La pertenencia a este presente, a este horizonte temporal que es el nuestro, se ha vuelto conflictiva; es difícil apelar a una doctrina que la sostenga y fundamente en nombre de una tradición o de la comunidad humana en general. Por su parte, la presencia de lo fugaz y lo efímero hace que las certezas se desmoronen y las prácticas cambien rápidamente. Lo que ayer se aceptaba silenciosamente, hoy comienza a producir inquietudes, provoca ansiedad.
Aparecen preguntas, modos de resistir a las verdades instauradas que motivan y desafían el pensar. El pensamiento tiene que partir de la certeza que atienda al presente. Que Adopte un sesgo problemático, que plantee investigaciones inventivas que configuran nuevos modos de pensar, de percibir y de actuar. Pensar el presente no significa hacer una descripción de los hechos, ni elaborar una representación del actual estado de cosas; significa alumbrar esos elementos intempestivos que expresan la emergencia de múltiples mutaciones.
Justamente por ello, la tarea dela filosofía consiste en ver y oír los signos del devenir, captar en el presente esos elementos singulares y específicos que son las señales de la transformación en donde anida la posibilidad de ser distintos de cómo somos. El devenir es el tiempo donde el antes y el después se dan a la vez, el tiempo de los acontecimientos, de lo que pasa y no cesa de pasar. El devenirse distingue de la historia, tiempo de los hechos y de la presencia, pero no se opone a ella.
Los acontecimientos no pertenecen a la historia, ocurren y se efectúan en ella. El pensamiento realiza su potencial creador. La crítica es el elemento positivo de la creación. El pensamiento, en su realización afirmativa, toma distancia de toda imagen dogmática, de los discursos con ambición totalitaria que pretenden interpretar, desde su fundamento, toda la realidad y dar una respuesta última bajo la forma de un saber consistente, sin fallas.
Vivimos en uno de estos periodos de crisis, la urgencia de pensar, es para resolver de manera creativa esta crisis. El conocimiento que tiene el hombre de su naturaleza y de su sitio en la realidad sufrió cambios constantes y fundamentales. Pasamos de una revolución copernicana en donde el hombre era el centro del universo a una revolución donde no somos más que parte insignificante de una periferia.
Nuestro conocimiento del mundo ha cambiado radicalmente en una sola generación, el mundo en que habremos de morir no será el mismo en el cual nacimos. El hombre moderno para encontrarse busca verdades que puedan ser verificadas en experimentos repetibles, esa ha sido la herencia del positivismo. Nuestra vida está integrada por situaciones, cada una de las cuales entraña un sentido específico que le está destinado para ella. El sentido pues, está primero, en que soy insustituible, segundo, que cada momento es único e irrepetible y tercero, si obro exclusivamente en mi propio beneficio, dejo de ser fiel a mi naturaleza humana.