Observador político - Tiempos de cambio en Morena, PRI y PAN en Morelos
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
Con el nombramiento de Mirsa Berenice Suárez Maldonado como nueva dirigente estatal de Morena en Morelos, la frase del hermano de Cuauhtémoc Blanco Bravo, “hay Ulises Bravo para rato”, ha quedado atrás; la designación de la ex titular del DIF estatal, refleja más una jugada de poder y negociación interna que un auténtico proceso de renovación. En un partido que se dice de izquierda, la llegada de esta figura, respaldada por consensos dentro del partido, plantea importantes preguntas sobre el rumbo ideológico y político de Morena en la entidad.
TRANSFORMACIÓN O PACTOS DE PODER EN MORENA.- Mirsa Suárez no solo es una exregidora del municipio de Jojutla, sino también una aliada clave del diputado federal Juan Ángel Flores Bustamante, quien ha jugado un papel decisivo en los últimos movimientos internos del partido; lo más sorprendente de esta designación es que, a pesar de la historia de fracturas y divisiones dentro del morenismo morelense, en esta ocasión se logró un consenso unánime entre los consejeros estatales para otorgarle el liderazgo del partido para el periodo 2024-2027.
Es curioso también cómo, con la llegada de Mirsa Berenice Suárez, se repite una tendencia que se ha visto en otras partes del país, como en el gobierno federal y en los estados, donde las mujeres han comenzado a ocupar puestos clave en la política, empero, no se puede dejar de notar que este avance no necesariamente responde a un cambio estructural en las prácticas del partido, sino más bien a una estrategia que busca dar una imagen progresista y renovadora, mientras se mantiene la misma lógica de alianzas y conveniencias políticas.
En este escenario, llama poderosamente la atención el regreso de Paola Cruz Torres, quien, a pesar de haber sido señalada por traición a Morena y de haber sido excluida de contiendas internas, hoy ha sido designada como nueva titular de la Secretaría de Finanzas del Comité Directivo Estatal del partido. Cruz Torres, quien en su momento se había aliado con el Partido del Trabajo para competir por la alcaldía de Cuautla, es una muestra clara de la contradicción interna de Morena, que, a pesar de su discurso de “purificación” y de lucha contra la corrupción, sigue perdonando a los mismos personajes que se han desviado de sus principios fundacionales.
Otro nombramiento que genera suspicacias es el de Noemí Anaya Villegas como secretaria de Organización. Hermana de la diputada federal Sandra Anaya, quien fuera también secretaria de Administración en el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, Anaya Villegas no representa precisamente una cara nueva ni un cambio radical en la estructura de poder de Morena. Al contrario, su nombramiento parece consolidar una suerte de red de complicidades políticas, muy alejadas de los intereses de las bases militantes que, en muchos casos, aún esperan una verdadera transformación desde el partido.
REESTRUCTURACIÓN EN ACCIÓN NACIONAL.- La reciente elección de Jorge Romero Herrera como presidente nacional del Partido Acción Nacional (PAN) marca una nueva etapa para la formación política de la derecha en México, con claros tintes de renovación en lo superficial y un conservadurismo que se mantiene en sus raíces; Romero, quien asumirá el cargo hasta 2027.
A nivel local, en Morelos, la situación no es distinta ya que el liderazgo de Daniel Martínez Terrazas, actual coordinador del Grupo Parlamentario del PAN en el Congreso del Estado, empieza a tomar fuerza como una pieza clave dentro de este proyecto de continuidad; sobre todo, porque Daniel Martínez, quien se ha mantenido muy cercano a Romero Herrera, se perfila como uno de los principales aspirantes a suceder a Dalila Morales Sandoval como dirigente estatal del partido. La historia del PAN en Morelos, como en otras entidades.
Aunque algunos militantes, como Margarita Alemán Olvera y Adrián Rivera Pérez, han manifestado su interés por competir por la dirigencia estatal, las posibilidades de que logren hacer frente al proyecto de Martínez Terrazas parecen mínimas. Ambos, a pesar de su experiencia, han permanecido distantes del PAN en los últimos años, lo que los coloca en una posición de desventaja frente a un candidato que tiene la venia directa del liderazgo nacional y un claro apoyo interno dentro del aparato del partido.
LLEGA ELIASIB POLANCO AL PRI.- El 15 de diciembre no será un día más para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Morelos, pues marcará el fin del ciclo de Jonathan Márquez al frente del Comité Directivo Estatal y como en un juego de sillas, la sucesión está más que definida, ya que el exdiputado local Eliasib Polanco Saldivar, hombre de confianza del impopular líder nacional, Alejandro "Alito" Moreno, tomará las riendas del partido en el estado.
Este movimiento, como tantos en la historia del PRI, no responde a una renovación real ni a una alternativa política genuina para el pueblo morelense, sino a un ajuste de poder que asegura la continuidad de una estructura obsoleta y profundamente deslegitimada. Es un cambio de caras, pero no de prácticas. Polanco Saldivar, quien llegó a la política de la mano de sus padrinos priistas y ostentó un puesto como diputado plurinominal, representa a un PRI que apuesta por la cooptación y el clientelismo político en lugar de una verdadera transformación.
La salida de Laura Ocampo, quien, por órdenes directas de "Alito", tuvo que dejar la Secretaría General del PRI Morelos para darle paso a Eliasib Polanco, es un claro reflejo de cómo operan los arreglos en las cúpulas del partido; Laura Ocampo, lejos de ser una víctima, es solo una pieza más del tablero que se mueve según los intereses de la cúpula priista nacional, una cúpula que no tiene escrúpulos al momento de consolidar su poder a cualquier costo, sin importarle la voluntad de la militancia local.
Este tipo de prácticas nos recuerda que, a pesar de las promesas de cambio y de la constante retórica sobre la modernización del partido, el PRI sigue anclado en su viejo modus operandi: el de la imposición, la compra de lealtades y la consolidación de un poder sin escrúpulos; la llegada de Eliasib Polanco al liderazgo del PRI en Morelos no es sino un reforzamiento de esa estructura corrupta que ha sido el sello de la impunidad en el país durante décadas.
Por otro lado, es difícil no observar con desdén cómo el PRI sigue siendo un partido incapaz de reconocer los problemas estructurales que enfrenta, no solo a nivel estatal, sino en todo el país; mientras las bases del partido son desplazadas y la figura de "Alito" sigue siendo la figura central, el PRI sigue siendo percibido como un refugio de viejos políticos, muchos de los cuales han tenido que ver con los múltiples escándalos de corrupción que han marcado la historia reciente de la política mexicana.
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